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26 de abril de 2024

Armando Zerolo

La familia, siempre en medio

La familia es una catedral, es una almeja y es una rosa, pero la familia en ningún caso es un ariete. Estaríamos más tranquilos si la defendiésemos sin exponerla a batallas que no debe librar

Actualizada 05:14

La familia es una institución histórica, la mejor expresión formal de una época. Es frágil porque es hermosa y delicada porque es permeable.
Es como una catedral porque es la forma cultural más evolucionada de una época concreta, la obra de arte que más aspectos particulares es capaz de integrar, y la expresión más visible y comprensible de muchos presupuestos culturales previos. El paso de la madera a la piedra, y de la piedra a la luz, supone una madurez. Las catedrales son la uva madura de una cepa vieja que refleja en el mosto los años pasados. La familia, como las catedrales, también es el fruto maduro de una civilización que ha necesitado de la experiencia histórica para dar forma a una institución compleja y delicada.
Las catedrales pueden ser el mejor argumento contra aquellos que dicen que la Edad Media fue una época oscura, pero nunca fueron refugios seguros contra los bárbaros. Poner a la familia al frente de la resistencia contra el nihilismo cultural sería como colocar las vidrieras de la Sainte-Chapelle de París de parapeto en las trincheras de la batalla del Somme.
Cuando Aristóteles decía que primero es la casa, luego la aldea y después la ciudad, lo decía para expresar una idea muy griega que era la de la perfección de la polis por ser la comunidad más autárquica. Algunos lo leen en un sentido lineal y entienden que la familia por sí sola es capaz de generar el medio en el que crece. Hacen el siguiente razonamiento: si la política nace de la familia, y hoy la política está en crisis, volvamos a las familias para regenerar la política. Entienden que la comunidad autosuficiente es la familia, y que es ella la que genera el resto de la vida política. Aristóteles decía, sin embargo, que la ciudad es una de las «cosas naturales y que el hombre es por naturaleza un animal político», lo cual significa que la ciudad (polis) es lo más necesario para vivir y que sin ella la familia no puede existir.

Poner a la familia como centro y único instrumento para la regeneración moral sería como llenar el Mar Menor de almejas para que lo limpien

Es cierto que la sociedad está compuesta de cuerpos intermedios, con su autonomía y su libertad, pero esto no significa que solo a partir de ellos se pueda regenerar la comunidad política. Sería como intentar volver a la Edad Media construyendo catedrales. No hay un camino de ida y otro de vuelta.
La familia, por tanto, no es solo edificio, también es órgano. Es catedral y también es almeja. Los bivalvos se depositan en la tierra, en el lecho marino o entre el fango. Se desarrollan a partir de los nutrientes que filtran del agua. Son pequeños filtros de lo que flota en el ambiente. Si el agua es limpia, por dentro estarán limpias, pero como el agua esté sucia, en su interior encontraremos un concentrado de la basura diluida en el medio. La carne suculenta dentro de una almeja encuentra refugio entre las conchas, pero también su alimento fuera de ellas. La almeja es quizás uno de los habitantes del ecosistema acuático más sensible a la calidad del agua, al igual que la familia también es una de las formas de organización humana más sensible a la calidad de la convivencia (êthos para los antiguos). Poner a la familia como centro y único instrumento para la regeneración moral sería como llenar el Mar Menor de almejas para que lo limpien.
El problema es que podemos llegar a confundir la forma cultural más elevada, la expresión civilizatoria más refinada, con lo más resistente, cuando lo cierto es que lo más hermoso siempre es lo más frágil. Las flores de un jardín son el fruto esperado tras un largo cultivo, una cuidada poda y un tratamiento atento contra plagas y otras adversidades. Si un jardín se descuida, lo primero que desaparecen de él son las flores. Con la familia sucede lo mismo, es hermosa y frágil al mismo tiempo. Necesita del cuidado del ambiente, del sustrato y la prevención de plagas y amenazas para sobrevivir, porque la desatención del jardín provoca la colonización de los cardos.

Una familia no puede existir al margen de la sociedad

Una familia no puede existir al margen de la sociedad, y cuando los usos y costumbres de una sociedad, sea la que sea, se han corrompido, probablemente el ambiente dentro de las pequeñas familias que crecen en él sea aún más irrespirable que el que hay fuera. La tendencia contemporánea a refugiarse en pequeños grupos securitarios puede desembocar en la tiranía más antigua de todas: la de la tribu. No estoy tan seguro de que el ideal de la revuelta posmoderna contra la política y el retorno a los 'pueblos' sea capaz de soportar la realidad tiránica que de hecho supone.
La familia es una catedral, es una almeja y es una rosa, pero la familia en ningún caso es un ariete. Estaríamos más tranquilos si la defendiésemos sin exponerla a batallas que no debe librar.

Armando Zerolo

Profesor de Filosofía Política y del Derecho, USP-CEU. Ensayista y articulista. Especializado en Pensamiento político liberal del siglo XIX y en Historia de las ideas políticas contemporáneas.
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