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20 de abril de 2024

Massimo Borghesi conversa con El Debate

Massimo Borghesi conversa con El DebateM.B.

Entrevista al filósofo y catedrático

Massimo Borghesi: «Los críticos del Papa no lo conocen, ni se interesan por conocerlo»

El último libro de Borghesi, ‘Francisco: La Iglesia, entre la ideología teocon y el hospital de campaña’, aún no publicado en español, permite profundizar desde otra perspectiva en el Papa Francisco

«Lo que se presenta como progresismo en el Papa es en verdad un planteamiento misionero». Es el análisis de Massimo Borghesi, profesor de Filosofía y autor de la primera biografía intelectual de Francisco. A su juicio, gran parte de los ataques al pontífice argentino llegan del mundo norteamericano, de personas «que no lo conocen, ni se interesan por conocerlo». En su último libro, Borghesi denuncia que un grupo determinado de intelectuales de ese país ha manipulado la figura de Juan Pablo II, ocultando su doctrina social y su oposición al capitalismo sin límites. Asegura que si se analizan los dos pontificados se descubre que «la continuidad es muy fuerte».
–Mucha gente no entiende que el Papa no tiene un plan preconcebido, una idea fija de la reforma. ¿Cómo se explica?
–Estamos ante un pontificado abierto. No le interesan los proyectos que vienen de arriba abajo. Sus planteamientos parten de la base. Se trata de discernir lo que el Espíritu sugiere en cualquier momento particular de la Iglesia. El Papa está muy atento a los ‘signos de los tiempos’, a lo que el Concilio Vaticano II llamaba los ‘signos de los tiempos’. El hombre de Iglesia debe saber descifrar estos signos, porque determinan el modo de anunciar a Cristo en el mundo contemporáneo.
–¿Y el Sínodo sobre la Sinodalidad se inscribe en esta línea?
–Sí. Está en la misma dirección de recoger los signos convocando al pueblo de Dios y valorando la experiencia de tantos cristianos en los últimos años. Pero el hecho de que el Papa no tenga un proyecto sistemático no significa que no tenga una idea de reforma de la Iglesia. Corremos el riesgo de banalizar su idea de la Iglesia. El gran problema que denuncia Francisco de la Iglesia de hoy es la clericalización y la burocratización de la Iglesia, la pérdida de la dimensión pastoral y misionera. La autoridad de la Iglesia no son pastores, sino burócratas de la Iglesia. Y esto es un proceso histórico. Es una tendencia. Todo el mundo en los últimos 30 años ha ido hacia procesos de burocratización. Y la Iglesia no ha sido ajena a este proceso.
–Pero la jerarquía del Vaticano, durante épocas como el Renacimiento, también ha vivido lejos de la realidad de los fieles...
–Sí. Pero quienes tienen la responsabilidad de la Iglesia no pueden dejar de tener en cuenta la tendencia global. Esa época anterior terminó con el Concilio de Trento. En Trento se ha reformado la función episcopal y presbiterial, haciendo que los obispos volvieran a sus diócesis, al propio ambiente. Porque durante el Renacimiento había obispos que ni pisaban la propia diócesis. El problema es que los obispos de hoy están en la diócesis, pero no están con el pueblo cristiano. Aquí está el gran problema. Que las autoridades de la Iglesia no conocen realmente al pueblo cristiano. Conocen solo a los sacerdotes, o a lo mejor a los políticos, pero no están atentos a los problemas del Pueblo de Dios. Por tanto, una de las reformas está ahí, en que la mayoría de los obispos y cardenales elegidos por Francesco son sobre todo párrocos. Proceden de una experiencia pastoral. No son solo académicos o funcionarios de Curia. Y esto plantea un modo nuevo de concebir la autoridad en la Iglesia. Las personas comunes no son conscientes, pero esta es una de las grandes reformas que se están produciendo. Porque la vida del Pueblo de Dios depende mucho de la autoridad que lo sostiene, del pastor que se ocupa de las ovejas. Y esta es una derivación del Concilio Vaticano II, porque este Papa es un Papa del Vaticano II.
–¿En qué medida la idea de Iglesia Misionera condiciona la visión del Papa Francisco?
–Es algo fundamental. Como sabemos, los opositores del Papa, que se encuadran sobre todo en un ámbito tradicionalista, fuertemente conservador, acusan al Papa de ser un ‘progresista’ o ‘modernista’ que acaba con las tradiciones de la Iglesia. Esta acusación está muy extendida en los EEUU y por esto me he ocupado mucho de la iglesia americana. Pero la verdad es que quienes critican al Papa no lo conocen y no hacen ni el mínimo esfuerzo por conocerlo. Aquello que se presenta como ‘progresismo’ es un planteamiento misionero. Bergoglio no es un Papa de derechas, pero tampoco un progresista que se acomoda a los poderes del mundo. Es un Papa misionero y social. Y esto quiere decir un Papa que pone en un primer plano las dimensiones de apertura, de encuentro, de evangelización. Son aspectos que la Iglesia había dejado en un segundo plano, centrándose más en el terreno ético de la lucha contra el aborto y la eutanasia.
–¿Por qué nadie se acuerda del empeño social de Juan Pablo II?
–Como sabemos, los críticos de Francisco tienden a meterlo en contraste con Juan Pablo II y Benedicto. En realidad, si se estudian y analizan los pontificados, se descubre que la continuidad en la diferencia es muy fuerte. Del Papa Juan Pablo II se recuerda solo la batalla por la vida, contra el aborto, pero no se recuerda apenas el empeño social, altamente crítico con el sistema capitalista. Porque Juan Pablo II ha sido un gran crítico del comunismo y ha tenido una gran influencia en la caída del Muro de Berlín, pero una vez caído el comunismo, su lucha se ha concentrado en los límites del capitalismo occidental. Juan Pablo II tiene documentos de denuncia muy grave, pero es algo que ha sido olvidado y silenciado. Por eso es relevante la operación manipuladora de algunos intelectuales americanos, que considero ‘teoconservadores’, que han desarrollado una interpretación de la ‘Centessimus Annus’ en clave ‘filo-capitalista’. Hablo de Michael Novak, Richard Neuhaus, George Weigel y otros que han desarrollado la tesis de que esa encíclica ha legitimado, por primera vez en la historia de la Iglesia, la aceptación del sistema capitalista. Y la verdad es que si uno lee con atención ‘Centessimus Annus’ se da cuenta de que la interpretación es errónea. Toda la encíclica es muy crítica con el sistema capitalista cuando pretende ser un sistema puro. Solo hay un párrafo donde el Papa habla de cómo la libertad es esencial en la economía de mercado, algo absolutamente correcto. La propuesta de la doctrina social no pasa por el estatalismo, sino que une la solidaridad con la subsidiariedad. En concreto, la intervención del Estado con el respeto a la autonomía de la sociedad civil. Pero al final es solo un párrafo, cuando todo el resto de la Encíclica es muy crítica con una Economía que rechaza una perspectiva ética. Debido a la acción de estos autores ‘teo-conservadores’ en el ámbito americano han extendido la idea de que Juan Pablo II era un Papa ‘filo-Occidental’ o ‘filo-capitalista’ mientras que el Papa Francisco es un Papa Sudamericano ‘filo-socialista’. Esta es la base de los conservadores para criticar al Papa, una gran fake news.
–¿Por qué cree que este maniqueísmo que denuncia en su libro, Francisco: La Iglesia entre la ideología teocon y hospital de campo, se ha hecho más fuerte ahora?
–Hay todo un planteamiento acentuado después del 11 de septiembre de 2001 de analizar el mundo de una forma simplificada, entre las fuerzas del bien y las del mal. Las fuerzas del bien están en la parte de la ideología conservadora y las del mal en el ámbito progresista. El mundo se analiza políticamente, también de forma teológica, como si el bien y el mal pudieran determinarse según la inclinación política. Es un error teológico-político, ya que no distingue entre el ámbito de la fe y el ámbito del mundo. Y esta visión polarizada caracteriza gran parte de los elementos del mundo católico contemporáneo. Desde esta visión, el Papa Francisco es una expresión del ‘mundialismo’, de una ideología ecuménica, filantrópica que no tiene nada que ver con una fe cristiana que invita al combate, a la lucha, a la cruzada... Se crean dos polos, de un lado el humanitarismo y de otro la militancia maniquea. En definitiva, es un planteamiento ideológico y el Papa no es un ‘humanitarista’, es un católico que se preocupa por el sufrimiento de la humanidad, como hicieron tantos papas anteriores. Pero el hecho es que han creado la caricatura de un Papa que está al servicio de los poderes mundiales, cuando realmente este Papa marca los límites a los poderes mundiales. Este Papa se opone a los excesos de los poderes mundiales. ¿Cómo es posible no ver este hecho evidente?
–En su último libro usted plantea que la llegada de Biden al poder reduciría esa polarización. ¿Hasta qué punto la debilidad del presidente americano no ayuda al Papa?
–Lo positivo es que en la Casa Blanca no tenemos un opositor sistemático del Papa, como era Donald Trump. Porque Trump se había convertido en una especie de ‘anti-Francisco’. Los católicos conservadores americanos que sospechaban del Papa han encontrado en Trump a su líder. Es más, han encontrado a su ‘salvador’, a un ‘salvator-mundi’. Monseñor Viganó, este obispo un poco delirante, ha señalado a Trump como una encarnación del bien frente al mal, que era Francisco.
–Aunque da la sensación de que Viganó es un caso aislado...
–Es verdad que ahora mismo ha perdido todo el crédito. Pero durante dos años, cuando denunció los abusos de McCarrick, monseñor Viganó ha sido el ‘anti-Papa’ y ha tenido gran influencia en la Iglesia de EE.UU. y en amplios sectores de la Iglesia Europea. De hecho se atrevió a pedir la dimisión del Papa.
–Sí. Pero también es verdad que un obispo crítico siempre es más noticia que los miles que son fieles al Papa.
–Es verdad que el peligro se ha evaporado. Pero ha habido muchos obispos y cardenales de EEUU que han apoyado expresamente la línea de Viganó. George Weigel lo ha defendido expresamente. Ahora se ha convertido en impresentable, porque ha comenzado a criticar también a Benedicto XVI. Pero este señor ha tenido una influencia enorme a la hora de hacer incomprensible la posición del Papa Francisco, definida como una posición herética. Este Papa, y lo digo hoy cuando el viento de la oposición se ha debilitado, ha sufrido un ataque sin precedentes en la historia de los últimos pontificados. Han intentado descreditarlo y deslegitimarlo de cualquier modo, de forzarlo a dimitir. Es una página impresionante en la historia de la Iglesia.
–En este contexto no se ha entendido la defensa de todos los valores que propone el Papa, sin limitarse al aborto. ¿Es así?
–El Papa ha sido uno de los críticos más duros sobre el aborto. Ha dicho en muchas ocasiones que el aborto es un homicidio. Ha usado expresiones que en el ámbito público muchos no se atreven a usar. ¿Quién más es capaz de definir hoy el aborto como homicidio en el ámbito público? Él lo ha dicho en muchas ocasiones. No le pueden acusar de no ser claro. Lo único que quiere el Papa es que no se haga una selección de dos o tres valores, hay que defenderlos todos. Y sobre todo que si quieres defender la vida, la debes defender en todo momento. Una defensa de la vida que es también la defensa de quienes están a punto de perderla por hambre, explotación o marginalidad. La Iglesia es creíble cuando se bate por la vida en su totalidad, incluso frente a la pena de muerte. Mientras que en EE.UU. hay personas que son anti aborto pero están a favor de la pena de muerte. Y al revés. Si quieres defender la vida, la debes defender siempre. Es una posición del Papa que está fuera de izquierda y derecha. Es algo que no se entiende, también porque hay un planteamiento maniqueo en la Iglesia.
–Usted asegura que al Papa le ha marcado la experiencia de la crisis del 2002 en Argentina a la hora de valorar el capitalismo extremo. ¿Por qué motivo?
–La crítica al capitalismo en la ‘Evangeli Gaudium’ no es ideológica, ni nace de una posición peronista, como dicen sus críticos. Es la experiencia directa. Bergoglio ha visto las consecuencias de unas reformas de gobiernos argentinos de la última década del siglo XX. Ha visto el ‘crack’, una especie de crisis del 29 para los argentinos, con un nivel de paro altísimo y una población que pasaba hambre. Fue la consecuencia de un planteamiento ultraliberal sugerido por el FMI, con resultados desastrosos. La Iglesia argentina ha debido hacerse cargo de miles de pobres y desocupados que han marcado esos años.
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