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27 de abril de 2024

Carmen Fernández de la Cigoña

De piquetes y oraciones

Los rayos de esperanza vienen dados porque a pesar de todo, de toda la propaganda y la manipulación, el sentido común es capaz de abrirse camino

Actualizada 18:39

No hay día en que no amanezcamos con nuevas noticias acerca de multitud de cosas. En un periodo complicado en el que el panorama internacional marca la pauta, corremos el peligro de dejar de mirar también lo más cercano. Y es que, cuando caemos en la cuenta de lo que nos sorprende ver que la noticia de inicio de cualquier medio no es Rusia y Ucrania y ese panorama internacional, deberíamos hacer el ejercicio de forzarnos a ver, también, lo que pasa en nuestro entorno.
Como siempre los alumnos preguntan por distintas realidades que les afectan más o menos directamente y la tan traída y llevada «globalización» se les aparece, de repente, muy real. Cuando les pregunto en qué les afecta a ellos la subida de precios generalizada, ellos que no hacen la compra sistemáticamente, que no acuden a la universidad, al menos todos los días, en coche, me contestan que en sus actividades de ocio. Salir por la noche, sea el plan que sea, cuesta más.
Y como unas cosas llevan a otras, al menos así ocurre en las aulas, y en la vida, me preguntan por la pasada huelga del transporte, y curiosamente por los piquetes, y por los piquetes coactivos.

Agradezco esos destellos de sentido común que me hacen pensar que esta sociedad es capaz de despertar

No son tontos mis alumnos y deducen que esos piquetes coactivos coartan la libertad de otros. Porque, sin ninguna duda, la defensa de la libertad, como principio fundamental, hay que concretarlo en sus distintos aspectos, y uno de ellos puede ser la huelga. Pero igualmente tiene que existir la libertad para no hacerla. Y que no te puedan coaccionar para no realizar tu trabajo. Tengo que explicarles entonces que en 2021, antes de ayer como quien dice, se modificó el código penal español y la actividad de esos piquetes coactivos, que te acosan e intimidan para que no puedas ejercer tu libertad si es que no estás de acuerdo con la huelga convocada, dejaron de ser considerados delictivos. Desaparece esa consideración en el art 315 del Código Penal español.
Y de nuevo, como casi siempre, la realidad me regala rayos de esperanza. Un alumno, es cierto que inquieto, que relaciona, que busca… me pregunta cómo es posible que eso sea así, y que sin embargo se haya convertido en delito, y entre en vigor próximamente (hasta con penas de cárcel), el hecho de rezar delante de una clínica abortiva. Sonrío en mi interior porque es cierto que, en estos días, en torno al 25 de marzo, y al 27, con la Marcha por la Vida en Madrid, también, sin duda, hemos abordado estos temas.
Los rayos de esperanza vienen dados porque a pesar de todo, de toda la propaganda y la manipulación, el sentido común es capaz de abrirse camino. Y si la chispa salta en uno, los demás son capaces también de reconocerla.
Más complicado es explicarles el por qué de esa realidad. Y es más complejo porque no hay una explicación lógica que pueda argumentar por qué se despenalizan actos violentos mientras al mismo tiempo se condenan otros que son absolutamente pacíficos y cuya finalidad es salvar vidas (las de los niños) y ayudar a las mujeres que se encuentran en un momento en el que necesitan, muchas de ellas, que alguien les tienda una mano y les ofrezca otra salida mejor.
No es que no haya una explicación, es que esta no es lógica. Es que es ideológica. Y sectaria. Y canceladora de la libertad. Es la puesta en práctica del ejercicio de un poder de claras derivas totalitarias.
Por eso agradezco la labor de los que, pese a todo, pese al ambiente dominante, siguen empeñados en hacer cosas buenas, en dar la batalla por tener un mundo mejor. Agradezco esos destellos de sentido común que quizá en mi optimismo, me hacen pensar que esta sociedad es capaz de despertar. Y doy gracias porque esa misma sociedad, o al menos parte de ella, sea capaz de percibir el doble rasero que puede tener el poder si se habla de piquetes y de oraciones. Yo me quedo con los últimos, aún si los (nos) detienen.

Carmen Fernández de la Cigoña

Es directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia. Doctora en Derecho. Profesora de Doctrina Social de la Iglesia en la USP-CEU. Esposa y madre de tres hijos
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