¿Dios llora y siente el sufrimiento como nosotros? «Cuando queremos consolar a alguien, no encontramos las palabras. ¿Por qué? Porque no podemos llegar a su dolor»¿Qué valor tendrán los ancianos en la sociedad del futuro y las prisas? Ricardo Franco Madrid 14/09/2022 Actualizada 04:30 Facebook Twitter Whatsapp Whatsapp Enviar por Email Entre las muchas preguntas, hay una que permanece suspendida, como un grito incesante (...). Una pregunta, que nosotros la repetimos muchas veces: «¿Hasta cuándo, Señor? ¿Hasta cuándo?». Cada dolor reclama una liberación, cada lágrima invoca un consuelo, cada herida espera una curación, cada calumnia una sentencia absolutoria.GTRES «¿Hasta cuándo, Señor, debo sufrir esto? ¡Escúchame, Señor!»: cuántas veces nosotros hemos rezado así, con «¿hasta cuándo?», ¡basta Señor! Planteando continuamente preguntas de este tipo, los salmos nos enseñan a no volvernos adictos al dolor, y nos recuerdan que la vida no es salvada si no es sanada. La existencia del hombre es un soplo, su historia es fugaz, pero el orante sabe que es valioso a los ojos de Dios, por eso tiene sentido gritar.GTRES Y esto es importante. Cuando nosotros rezamos, lo hacemos porque sabemos que somos valiosos a los ojos de Dios. Es la gracia del Espíritu Santo que, desde dentro, nos suscita esta conciencia: de ser valiosos a los ojos de Dios. Y por esto se nos induce a orar. La oración de los salmos es el testimonio de este grito: un grito múltiple, porque en la vida el dolor asume mil formas, y toma el nombre de enfermedad, odio, guerra, persecución, desconfianza… Hasta el «escándalo» supremo, el de la muerte.GTRES La muerte aparece en el Salterio como la más irracional enemiga del hombre: ¿ qué delito merece un castigo tan cruel, que conlleva la aniquilación y el final? (...) Todos sufren en este mundo: tanto quien cree en Dios, como quien lo rechaza. Pero en el Libro de los Salmos el dolor se convierte en relación: grito de ayuda que espera interceptar un oído que escuche. No puede permanecer sin sentido, sin objetivo. Tampoco los dolores que sufrimos pueden ser solo casos específicos de una ley universal: son siempre «mis» lágrimas.GTRES Pensad en esto: las lágrimas no son universales, son «mis» lágrimas. Cada uno tiene las propias. «Mis» lágrimas y «mi» dolor me empujan a ir adelante con la oración. Son «mis» lágrimas que nadie ha derramado nunca antes que yo. Sí, muchos han llorado, muchos. Pero «mis» lágrimas son mías, «mi» dolor es mío, «mi» sufrimiento es mío. Cuando queremos consolar a alguien, no encontramos las palabras. ¿Por qué? Porque no podemos llegar a su dolor, porque «su» dolor es suyo, «sus» lágrimas son suyas. Lo mismo es para nosotros: las lágrimas, «mi» dolor es mío, las lágrimas son «mías» y con estas lágrimas, con este dolor me dirijo al Señor.GTRES Todos los dolores de los hombres para Dios son sagrados. (...) Delante de Dios no somos desconocidos, o números. Somos rostros y corazones, conocidos uno a uno, por el nombre. «El Señor escucha»: a veces en la oración basta saber esto. Los problemas no siempre se resuelven. Quien reza no es un iluso: sabe que muchas cuestiones de la vida de aquí abajo se quedan sin resolver, sin salida; el sufrimiento nos acompañará y, superada la batalla, habrá otras que nos esperan. Pero, si somos escuchados, todo se vuelve más soportable.GTRES Lo peor que puede suceder es sufrir en el abandono, sin ser recordados. De esto nos salva la oración. Porque puede suceder, y también a menudo, que no entendamos los diseños de Dios. Pero nuestros gritos no se estancan aquí abajo: suben hasta Él, que tiene corazón de Padre, y que llora Él mismo por cada hijo e hija que sufre y que muere. Os diré una cosa: a mí me ayuda, en los momentos duros, pensar en los llantos de Jesús, cuando lloró mirando Jerusalén, cuando lloró delante de la tumba de Lázaro. Dios ha llorado por mí, Dios llora, llora por nuestros dolores.GTRES Porque Dios ha querido hacerse hombre —decía un escritor espiritual— para poder llorar. Pensar que Jesús llora conmigo en el dolor es un consuelo: nos ayuda a ir adelante. Si nos quedamos en la relación con Él, la vida no nos ahorra los sufrimientos, pero se abre un gran horizonte de bien y se encamina hacia su realización. Ánimo, adelante con la oración. Jesús siempre está junto a nosotros.Papa Francisco. Audiencia General. 21 de octubre de 2020GTRES Comentarios Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus.
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