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03 de mayo de 2024

Esther, la española que contó su historia ante el Papa

Esther, la española que contó su historia ante el Papa

El mensaje de Esther, la española que contó su complicada vida en el Viacrucis de la JMJ

Un accidente de tráfico cambió su vida y fue una de las jóvenes que dio testimonio ante el Papa

Esther Ramiro, la joven española de 34 años cuyo testimonio se escuchó este viernes en el Viacrucis presidido por el Papa Francisco en Lisboa, ha manifestado que quería comunicar a los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que Dios vino a buscarla. «Nunca es tarde para empezar de nuevo», asegura.
Esther trasmitió su mensaje, grabado, en el Viacrucis que congregó a 800.000 personas en el Parque Eduardo VII de Lisboa. «Todavía no me lo creo. Quería contar un poco de mi historia, porque estuve lejos del Señor, luego me perdí y fue todo horrible y una vez que conocí a Dios mi vida cambió. Ahora soy mucho más feliz», relata.
De joven, a los 24 años, Esther tuvo una lesión de médula. Vivía alejada de Dios y, en una fiesta, la pasaron un trozo de un pastel con sustancias alucinógenas y, drogada, se tiró por la ventana, a raíz de lo cual quedó lesionada de por vida.
«Me enfadé con Dios. Tenía la mentalidad de que, si haces cosas buenas, te pasan cosas buenas; si haces cosas malas, lo pasas mal. Pero a mí me engañaron y me dieron ese pastel y me ocurrió eso. Era una injusticia».
No obstante, como explicaba en el video del Viacrucis, con la lesión su vida da un primer giro: «Fue un regalo. Me cambió la mirada». Empezó a hacer deporte, y a quejarse menos. «Estoy más agradecida a quienes me rodean, empezando por mi familia, y a preocuparme menos para el futuro», afirma.
A los dos años del accidente, Esther conoce a su actual marido, Nacho. Se van a vivir juntos, se queda embarazada y deciden abortar.
En esas circunstancias, Esther, realiza un curso de inteligencia emocional, sin ninguna relación con algo religioso. «Me encuentro con el gran amor de Dios. Se me despierta la conciencia de que estaba cerca de mí», cuenta.
«Dios vino a buscarme completamente como el buen pastor que va a buscar la oveja perdida. Me vino a buscar y me sanó. A partir de ahí me acerco a Él y vuelvo a la fe», explica.
Al acabar el curso, necesitó confesarse. Entra en la primera parroquia que encuentra, adaptada a silla de ruedas. Ella no había llorado nunca, pues le costaba expresar sus sentimientos, pero rompe a llorar al acabar.
«A partir de entonces, la pena y la tristeza se me quitó de golpe. El sentimiento de culpa tarda más en borrarse. Me costaba mucho perdonarme a mí misma, más que incluso a quienes me dieron el pastel que provocó mi accidente», comenta Esther que tiene una hija llamada Elizabeth y se casó con su pareja por la Iglesia.

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