Paco Pepe Fernández de la Cigoña es el bloguero número uno en habla hispana sobre temas de Iglesia
Entrevista escritor
Francisco José Fernández de la Cigoña: «Tengo obispos amigos y obispos que me odian. Me trae sin cuidado»
Conoce a la perfección la Iglesia y escribe sobre ella en su blog, en el que cuenta con una legión de seguidores. Otros, más bien, le temen
Temido por unos, seguido por muchos más, es —a sus 84 años de edad— el bloguero más influyente de información religiosa en habla hispana. A Francisco José Fernández de la Cigoña (Vigo, 1940) se le lee profusamente en España, pero no menos en Hispanoamérica y, muy especialmente, en el Vaticano. Porque las apreciaciones que vierte en su blog La cigüeña de la torre, alojado desde hace varios años en el portal Infovaticana, las siguen cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas y laicos. Algo es innegable: sus opiniones cuentan. Y mucho.
— Recuerdo que le entrevisté hace cerca de veinte años, porque en ese momento alcanzaba usted el millón de visitas en sus artículos. ¿Lleva la cuenta de cuántas lleva ahora?
— Hace ya muchos años que no lo miro. Lo dejé en setenta y tantos millones de visitas, pero ya no lo sé.
— ¿Y por qué sigue escribiendo?
— Pues quizás sea un vicio de toda la vida, ¿no? Empecé a escribir con 18 o 19 años y no he parado hasta ahora.
Un éxito tardío
— Su éxito, sin embargo, le llegó en torno a los 65 años. Usted me comentó que pasó de no saber encender un ordenador a empezar a tener miles y miles de seguidores...
— Sí, bueno, ocurrió cuando empecé a entrar en Internet. Es curioso. ¿Sabes quién me movió a esto? José Manuel Vidal (el director del portal Religión Digital). Un día me dice: Tienes que hacer un blog. Yo no tenía ni idea de lo que era eso. Pero empecé. Y la verdad es que Vidal para nada me influyó nunca en una dirección. Yo creo que a él le venía bien tener un integrista, con lo que le daba un aire de imparcial. Y tuve con él una relación muy buena. Si me lo encuentro ahora, nos saludamos cordialmente, aunque pensamos absolutamente distinto.
— Usted tiene fama, entre muchos obispos, sacerdotes y religiosos...
— (Interrumpe) De matar curas y de matar obispos...
— ... dejémoslo en que algunos le temen...
— Sí. Sí. Y me trae sin cuidado. Tengo obispos amigos y tengo obispos que me odian. Me parecen normal las dos cosas. Los amigos suelen ser los que a mí me parecen buenos, y los que me odian es porque los pongo a parir.
— Algunos de sus detractores le echan en cara que falta a la caridad con sus comentarios...
— Pues mira, yo soy seguidor de uno que amaba a la gente y decía cosas tan horribles como raza de víboras y sepulcros blanqueados, mejor te valdría no haber nacido. No llego nunca a calificativos tan, tan graves, con lo que no me preocupa nada. A mí me parece que lo que no puedo es levantar falsos testimonios ni mentir. Ahora, decirle a uno que me gusta la fruta, pues me gusta la fruta, qué le voy a hacer...
— No siempre es fácil conjugar el defender la verdad con no faltar a la caridad...
— Ese sepulcro de víboras, ¿qué es? No sé; a lo mejor hay gente que piensa que son palabras cariñosas...
Los obispos en España
— ¿Qué nota le pondría a la Iglesia española de hoy?
— Hombre... Los obispos españoles en general son bastante buenos. Los hay excelentes. Muchos son aceptables. Yo diría que obispos malajes... pues habrá media docena. De los 120 obispos que hay en total, no es casi nada.
— Prefiero preguntarle por el grupo de los excelentes... ¿A quién situaría?
— A muchos. Me parece excelente Munilla (Orihuela-Alicante). Me parecen excelentes Sanz Montes (Oviedo) y Demetrio (Córdoba). Me parece excelente Yanguas, el de Cuenca, y Argüello (Valladolid). Rouco, el emérito de Madrid, e Iceta, el arzobispo de Burgos. Muchos, muchos.
— ¿Y de cardenales?
— Los cardenales... Hay cardenales excelentes y hay cardenales que me parece increíble que puedan ser cardenales. Pero yo no nombro a los cardenales. Y hay cardenales pésimos nombrados por Juan Pablo II, por Benedicto XVI y, por supuesto, por Francisco.
— Hoy en día, en algunos entornos de la Iglesia ha regresado eso de cuestionar el Magisterio, ¿no le parece?
— Bueno, siempre fue habitual. El modernismo fue tremendo con el Magisterio. No le hicieron caso ninguno con su Syllabus a Pío IX. Lo ponían a parir. Pasa una cosa: que no hay un Magisterio nuevo. El Magisterio está ya hecho. Es una exageración lo que voy a decir, pero un Papa ya no sirve para casi nada más que para las cosas que tiene que hacer él: nombrar obispos —yo no puedo nombrar obispos—. Pero, ¿qué me van a decir ahora: que la Virgen no es virgen? Durante 2000 años hemos sostenido que era virgen. Prefiero hacer caso a los 2000 años de Magisterio que a uno que ahora diga lo contrario.
— Hacen mucho ruido los que proponen el tema del celibato opcional, o de las mujeres sacerdote, o lo de revisar la moral sexual de la Iglesia...
— Pero quizás porque les damos mucha relevancia. Los únicos que realmente están, que van, que pagan, son los católicos tradicionales. Los otros desaparecen. ¿Y los homosexuales en la Iglesia? Pues los hay que viven santamente su homosexualidad, que es como también tenemos que vivir los heterosexuales. Pero darle importancia a lo que no es Iglesia, a los que se han ido y a lo que no colabora más que en destruirla, me parece que es suicida. Y yo en eso no caigo.
Respeto al Papa
— El sacerdote Santiago Martín hablaba precisamente en uno de sus vídeos recientes del suicidio de la Iglesia...
— Santiago Martín se está endureciendo. Pero hay otra cosa. Un sacerdote —no hablo de Santiago Martín— es absurdo que diga que el Papa es un apóstata. Que el Papa es un hereje. Eso no lo puede decir un sacerdote. Ser sedevacantista me parece lo más anticatólico que hay. Hay que salvar lo salvable.
Ahora: pensar que todo Papa es santo por ser Papa o que todo obispo es santo por ser obispo... Eso es una estupidez que no la reclama la Iglesia; que no está en el pack de cosas que tienes que aceptar de la Iglesia; tampoco está el que te tenga que caer simpático el Papa. Tienes que respetar al Papa; el Papa merece un respeto. Un católico no le puede insultar. Ahora, decir que no me gusta este Papa o me gusta este otro Papa... perfectísimamente.
— Hablando de sedevacantistas, ¿cómo cree que va a acabar el asunto de Belorado?
— Bueno, son unas locas absolutamente abducidas por una mujer que debe tener una gran personalidad y que ha conseguido abducir a diez, que ya son ocho. No; que ya son siete, porque la octava se fue.
El caso Belorado
— Más los personajes esperpénticos que han desfilado por el convento burgalés...
— Ha sido una cosa absolutamente impresentable. Un católico normal no puede estar ni con esos obispos ni con esas monjas.
— Yéndonos al extremo opuesto, ¿cómo cree usted que va a acabar todo el asunto de la Iglesia alemana?
— Deberían haber estado fuera ya hace mucho tiempo, porque sostienen cosas que no son católicas. Como esa teóloga que ha dicho la estupidez de que un niño no debería confesarse antes de la Primera Comunión. Oiga, pues no sea usted católica.
— También estos días le han montado una cacería a un sacerdote de Segovia por negarle la comunión a un alcalde de un pueblo que vive con su pareja.
— Magnífica, magnífica declaración del obispado de Segovia. Magnífica. Ha dicho lo que tenía que decir. Los que lo critican no saben nada. No son católicos. Algunos pretenden que los homosexuales tengan muchas más ventajas que yo, que soy heterosexual. Y que puedan ir a comulgar sin necesidad de confesarse. Yo no. Pero esto es absurdo. Lo diga quien lo diga.