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TribunaMarcos García-GarcíaTécnico de Apoyo IHAA-CEU | Profesor y doctorando en Bioética

¿Qué une la ley natural, escatología y política en el pensamiento de Ratzinger?

Chesterton fue elocuente al respecto en su obra Ortodoxia: «La sociedad moderna está llena de virtudes cristianas que se han vuelto locas porque han sido sacadas de su contexto y se practican de forma aislada»

Pope Benedict XVI Photo by: Stefano Spaziani/picture-alliance/dpa/AP Images 
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El Papa Benedicto XVIGTRES

Tracey Rowland, una de las mayores expertas a nivel mundial en el pensamiento de Joseph Ratzinger, ha sido la ponente invitada durante el I Seminario de Pensamiento y Derecho organizado hace unos días por el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala en la universidad CEU San Pablo de Madrid.

La convocatoria cumplió con el propósito de llevar a los alumnos y a la sociedad en su conjunto un análisis racional de la realidad en sus distintas facetas. La orientación seguida es siempre es la óptica del Humanismo Cristiano y las enseñanzas de la Iglesia católica acerca del hombre, su sentido y destino trascendente.

En esa línea, como promotora del encuentro, la profesora Ana Sánchez-Sierra –vicesecretaria general del Instituto CEU de Humanidades–, revindicó la aplicación y estudio de los principios del iusnaturalismo explicado por Rowland, premio Ratzinger de Teología 2020. La ponente, acompañada por el profesor Diego Poole, de la universidad Rey Juan Carlos, disertó sobre nuestra era actual como una regresión hacia los mitos políticos, y es que la razón cristiana tiene capacidad para desmitificar realidades como el Estado político. En palabras de San Pablo, la ley natural es guía inequívoca que, además, puede ser inspirada gracias al encuentro con la fe.

«La política debe estar guiada por una objetividad de la razón, que reconoce la verdad fundada en los mandamientos de Dios como la verdad más alta, y que por tanto no está sometida a la voluntad subjetiva de quien ostenta el poder», sostuvo Rowland. La especialista enfatizó cómo la propuesta de Ratzinger supera idealismos seculares, defiende una visión en la que la verdad divina y la responsabilidad moral informen la razón humana y el orden político. Por tanto, se insistió en que los derechos naturales deben estar enraizados en la noción de imago Dei, ya que es falso pensar en un concepto de naturaleza «pura» en la que no hay elemento divino, es decir, no hay gracia.

Sorprendió también la comparación de que «sin la primera tabla de los mandamientos, la segunda no funciona». Así, la perspectiva de Dios no solo da mayor profundidad a nuestra comprensión de la sociedad y a los deberes cívicos. Chesterton fue elocuente al respecto en su obra Ortodoxia: «La sociedad moderna está llena de virtudes cristianas que se han vuelto locas porque han sido sacadas de su contexto y se practican de forma aislada».

Precisamente, sobre la fragmentación del pensamiento, la ponente indagó en varios artículos que discuten si Benedicto XVI está en tierra de nadie. Las posturas que se le han achacado van desde conservador cercano a la revista Communio hasta la corriente que concilia el liberalismo con el tomismo. Ya siendo Papa, destaca el discurso del año 2011 al Bundestag, el parlamento de su propia nación alemana.

Los participantes quedaron animados y el coloquio subsiguiente fue elocuente como la ponencia en sí. Durante el turno de preguntas, Rowland respondió a la audiencia invitando a reflejar lo mismo que tanto sorprendía a la sociedad en la que nació la Iglesia: «Los cristianos de los primeros siglos no abandonaban a sus bebés. Es más, recogían a los que habían sido abandonados por otros». Con todo, no se creían perfectos, no miraban a los demás por encima del hombro. Si pensamos que cierta persona es un desastre, no debemos juzgarla, sino comprenderla.

El espíritu de la Didaché puede resurgir hoy si seguimos el consejo que nos ha dejado Rowland: ofrecer una sobreabundancia de Bien, facilitar encuentros con la auténtica Belleza y, antes que intentar ganar batallas apologéticas, hay que proponer la Verdad.

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