Sheen fue conocido por su predicación y especialmente por su trabajo en televisión y radio
«Un Cristo flaco, lleno de moralizaciones baratas»: el incómodo mensaje de Fulton Sheen que sigue resonando hoy
De estrella de la televisión en la década de 1950, a ser declarado Venerable en 2012 por Benedicto XVI, las palabras de este obispo estadounidense siguen impactando en el siglo XXI
«No queremos un Cristo en nuestro mundo occidental cuyas manos están heridas. Queremos una mano suave como un lirio». Así lo aseguraba Fulton J. Sheen, a quien se le podría considerar como el primer obispo ‘influencer’ de la historia, en una de esas reflexiones que impresionaban a millones frente a la televisión en plena década de 1950.
Sotana impecable, voz firme y mirada penetrante, Sheen competía en horario de máxima audiencia con estrellas como Frank Sinatra, pero en lugar de cantar, hablaba de Dios, sacrificio, disciplina y coraje con una convicción e intensidad que cautivaba a millones.
Nacido en El Paso, Texas, en 1895, Sheen es conocido no solo por su intensa labor pastoral, sino por su programa Life is Worth Living (La vida vale la pena), que debutó en 1951 en la cadena DuMont, una de las primeras de Estados Unidos. El éxito fue arrollador.
Con su estilo elegante y su profunda formación intelectual, Sheen inspiró a una vasta audiencia convirtiéndose en una de las figuras más vistas del país. Su capacidad para explicar la fe cristiana de manera accesible, clara y directa le llevó al estrellato. Tal fue su impacto, que en 1953 ganó el premio Emmy, un logro impensable para un religioso en esa época.
¿Buda, Confucio o Jesucristo?
Pero detrás del carisma televisivo había un mensaje profundo y contundente, que hoy, décadas después, sigue impresionando. En uno de sus discursos, Sheen advertía: «No queremos un Cristo en nuestro mundo occidental cuyas manos están heridas. Queremos una mano suave como un lirio. Y el resultado es que tenemos un Cristo que no predica el sacrificio ni la disciplina. Un Cristo femenino. Un Cristo flaco, lleno de moralizaciones baratas. No me extraña que lo confundan con Buda, Confucio o cualquier otro».
El obispo insistía en que la fe no era solo un conjunto de enseñanzas morales: era una llamada a la entrega y al sacrificio. «Tal vez es solo un profesor, olvidando que Él vino primariamente a morir como un Salvador y a enseñarnos cómo ser dueños de nosotros mismos, cómo ser hombres, cómo resistir a lo que nos arrastra hacia abajo, incluso a la bestia», decía Sheen con la fuerza que lo caracterizaba.
Es en la cruz donde el obispo advertía que se encuentra el corazón del sacrificio. «Mientras exista la cruz con amor, hay sacrificio. Así que cuando tomas la cruz sin Cristo, no tienes sacrificio; tienes violencia, odio, tiranía, Siberia, lavados de cerebro, quintas columnas, traición a las naciones. Todo lo que es bajo y perverso en el comunismo».
El prelado recordaba además que la fe también exigía valentía no solo en los tiempos difíciles, sino también en el propio combate espiritual que cada persona vive: «Todos tenemos miedo a la guerra en el momento presente. Pero la única forma de evitar una guerra es hacer una guerra. Y no una guerra contra nuestros enemigos, sino una guerra contra nosotros mismos. Es bueno recordar que Dios odia la paz en aquellos destinados a la guerra. Y así lo somos todos».