Siete consejos para vivir mejor esta Navidad
Navidad, una época que parece definida por las compras, las comidas de empresa, los viajes, las luces que abarrotan las calles y facturas más abultadas a final de mes. Pero, ¿es eso la Navidad?
Comer menos y acordarse más de quien no puede comer Habrá quienes, por salud o por dificultades económicas, prefieran la moderación en el comer y en el beber. Otros se conducirán de manera similar, pero porque ser cristiano supone imitar a Cristo, que nació en un establo. Hoy nos dicen que comamos menos carne, «para salvar el planeta», pero es tradición en la Iglesia abstenerse de carne o limitar su consumo –algo extensible al turrón, el vino o el marisco– para acercar el cuerpo y el alma a Dios. Para aligerarse, para quitarse lastre del alma. No obstante, como dice el Nazareno, el ayuno cristiano ha de pasar casi inadvertido a los demás, ha de ser algo que ni se oculte ni se exhiba. Tampoco debe imponerse a los amigos y familiares; al contrario, uno de los mejores ingredientes de la cocina es el cariño. Como dice una bendición de la mesa: «Señor, da pan a quien tiene hambre, y hambre de ti a quien tiene pan».Sassoferrato
Ayudar en un comedor o compartir con gente sola de la familia Multitud de parroquias, conventos e iniciativas de diversas asociaciones cristianas organizan cenas de Navidad o algún festejo a lo largo de estas semanas. No se trata, sin embargo, de elaborar un menú barato –salchichón, patatas fritas, olivas– para gente sola, solitaria o pobre. Se trata de compartir tiempo. De escuchar, de acompañar, de hablar menos de nosotros. No se trata de dar lo que sobra, sino parte de lo que necesitamos. Se trata de obedecer a quien organiza y tiene experiencia en estos menesteres; ofrecerse a poner manos. Todos tenemos algún familiar al que visitamos poco –o al que visitamos demasiado–, exigiéndole que nos cocine, que sea él quien nos atienda. ¿Cómo podemos hacer para que sean ellos los que más felicidad experimenten durante estos días? ¿No nos sirve el ejemplo de los Magos, que recorrieron medio mundo para entregar sus dones al Niño Dios? Hemos de abandonar todo protagonismo. Como Marta, pero sin quejarse, con la boca callada y los oídos abiertos.Ingres
Comprar menos y regalar lo que no hace falta Todos tenemos cosas en buen estado. Pero apenas las usamos. El síndrome de Diógenes es una enfermedad que todos, en mayor o menor grado, padecemos. La medicina es simple y tiene doble cara. Por un lado, comprar menos. Comprar lo de verdad necesario. E incluso comprar en otras fechas. Dejar de tasar el cariño en el peso que soporta la tarjeta de crédito, y empezar a calibrarlo con las balanzas del esfuerzo, el tiempo, la atención, la renuncia. Ser felices con poco, y enseñar a vivir así. El amor no es otra cosa que ilusionarse con un paquete de pipas como regalo de Reyes. Pero, por otra parte –la segunda cara del medicamento–, no regalemos lo que no nos hace realmente falta, para cumplir así con el convencional intercambio a que nos obligamos en Navidades. El «amigo invisible» no es un vertedero. Lo que no nos hace auténtica falta, por término general, encuentra mejor acomodo en quien lo recibe como algo que sabe que es de segunda mano.
Leer La infancia de Jesús , de Ratzinger Dentro de las grandes aportaciones del papa bávaro, destaca este libro. Una obra de pocas páginas –apenas un centenar– en que aúna un buen puñado de consideraciones históricas con otras de aprovechamiento ascético. Así es Ratzinger; profundizar en eso que se llama «el Jesús histórico» no es más que aproximarse mejor a los contornos concretos del «Cristo de la fe». Ratzinger explica que no hay diferencia alguna. Que ambos son el mismo Jesús, el Jesús de carne y hueso –verdadero Dios y verdadero hombre–, que vivió hace dos milenios en Palestina y con el cual el cristiano establece una relación específica, personal, sin imitar unas devociones meramente externas. Este libro alimenta la meditación sobre las diversas facetas de la Navidad y del misterio de Dios Niño. Porque, si no os hacéis como niños…Bocanegra
Rezar algo más; una cosa cada día Son fechas para engordar el alma. Y, para eso, el cristiano dispone de dos festines: la oración y los sacramentos. ¿Algo más de tiempo, aunque sean diez minutos, se les puede dedicar? Hay muchas posibilidades. Desde incorporar una novena a san José –el santo mudo, atento siempre a escuchar a Dios Padre y obedecerlo sin chistar; el padre de familia que cuidó del Dios Niño– hasta rezar doble, como decía otro santo: villancicos y conciertos navideños que suelen disfrutarse en no pocas iglesias. Adoraciones, rosarios por la calle, silencio de móvil. Una insospechada fuerza reside en la oración. Quizá el descuido de la oración por parte de tantos cristianos explique muchas cosas. De modo que, en vez de volver a introducir el turrón por Navidad, que estos días sirvan para repescar la oración.Tiziano
Acudir pronto a la Misa del Gallo Aquí la propuesta es doble. Por un lado, ir a la Misa del Gallo. Pero participando, no como simple espectador. La Misa del Gallo debería convertirse en el punto central de la Nochebuena. La cena, los preparativos, el follón de cuñados, primos, sobrinos, nueras, hermanos… Todo ello se queda cojo, si no se ha planeado como envoltorio de la Misa del Gallo. ¿A qué organizar un banquete, si falta el invitado principal? Y, por otro lado, acudir pronto. Sin prisas. Si es posible, habiendo meditado durante la tarde las lecturas de la misa. Acudir pronto implica que nos vamos a quedar de pie, para ceder el asiento. Pero cederemos el asiento a quien le hace falta. Asimismo, acudir a la Misa del Gallo tiene mucho de peregrinación –¿qué es la vida cristina, sino peregrinación en este mundo hacia la Morada Celestial?– y nos ubica en nuestro sitio: al igual que Tintín, con los pastores que raudos marcharon a adorar al Infante divino.Virgen de los Reyes Católicos
Poner el belén y enviar christmas Muchas veces lo hacemos por simple costumbre. Una decoración que se confunde con el paisaje, como las luces inexpresivas pero ostentosas con que los ayuntamientos engalanan las ciudades. Como el uniforme bermellón o escarlata que Coca–Cola le puso –o eso dicen– a San Nicolás. Pero el belén es, sobre todo, una especie de tabernáculo ante el cual orar en casa. Mediante su imagen carnal, alude a la Trinidad. Encierra una concatenación de misterios. Y es también un juego de niños con Dios. Un juego santo. Y una invitación a que, a través de la mirada de los niños, entremos en la infancia espiritual. Algo parecido puede decirse de los christmas – aquellos que merece llamarse así, no los que muestran a un Papa Noel borracho al que un guardia pone una multa tráfico en compañía de sus renos beodos–, una forma tangible en que esmerar nuestra caligrafía y rehuir la creciente inhumanidad del Whatsapp.Rafael