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29 de abril de 2024

Pope Francis celebrates the HolyChrism Mass in St. Peter's Basilica, at the Vatican on 28 Mar 2024 *

El Papa Francisco durante las celebraciones de la pasada Semana SantaGTRES

Cuándo es válido un sacramento según el Dicasterio de Doctrina de la Fe

La Declaración Gestis Verbisque resalta la urgencia de un arte de celebrar que se distancie del rubricismo rígido y de la fantasía desenfrenada

En algunos de los sacramentos, la materia y la forma aparecen sustancialmente definidas desde el principio, por fundación por Cristo; en otros, la definición de los elementos esenciales sólo se ha precisado tras una larga historia de dos mil años.
En este sentido, no se puede ignorar que cuando la Iglesia interviene en la determinación de los elementos constitutivos que definen a un sacramento, actúa siempre enraizada en la Tradición.
La Iglesia, con su magisterio en materia sacramental, ejerce su potestas en la estela de una Tradición viva «que viene de los Apóstoles y progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo». Reconociendo, por tanto, bajo la acción del Espíritu, el carácter sacramental de ciertos ritos, la Iglesia ha considerado que corresponden a la intención de Jesús de hacer actual y participable el acontecimiento pascual.
Para todos los Sacramentos se exige la observancia de la materia y de la forma para la validez de la celebración, con la conciencia de que las modificaciones arbitrarias de una y/o de otra -cuya gravedad y fuerza invalidante deben ser comprobadas cada vez- ponen en peligro la concesión efectiva de la gracia sacramental, con evidente perjuicio para los fieles. Tanto la materia como la forma están establecidas en los libros litúrgicos promulgados por la autoridad competente, que, por tanto, deben ser fielmente observados, sin «añadir, quitar o cambiar nada».

La intención del ministro

Vinculada a la materia y a la forma está la intención del ministro que celebra el Sacramento, que aquí debe distinguirse del de la fe personal y de la moralidad del ministro, que no afectan a la validez de la gracia.
Él, en efecto, debe tener la «intención de hacer al menos lo que hace la Iglesia». Además, puesto que lo que hace la Iglesia no es otra cosa que lo que Cristo instituyó.
Materia, forma e intención están unidas: se integran en la acción sacramental de tal modo que la intención se convierte en el principio unificador de la materia y de la forma, haciendo de ellas un signo sagrado por el que se confiere la gracia ex opere operato.
La necesaria solicitud por los elementos esenciales de los Sacramentos, debe concordar con el cuidado y el respeto de toda la celebración, en la que el significado y los efectos de los Sacramentos se hacen comprensibles mediante una multiplicidad de gestos y palabras, favoreciendo la participatio de los fieles.

A favor de la unidad

Para que la variedad «no perjudique la unidad, sino que más bien la sirva», queda claro que «modificar por propia iniciativa la forma celebrativa de un Sacramento no constituye un simple abuso litúrgico, como transgresión de una norma positiva, sino un vulnus infligido al mismo tiempo a la comunión eclesial y a la reconocibilidad de la acción de Cristo, que en los casos más graves hace inválido el Sacramento mismo.
La fórmula in persona Christi significa que el sacerdote re-presenta a Cristo mismo en el acontecimiento de la celebración. La potestas del ministro es una diakonía, (servicio) como Cristo mismo enseña a los discípulos.
El ministro que preside la celebración también actúa in nomine Ecclesiae, que pone de manifiesto que, al mismo tiempo que presenta a Cristo, que es la Iglesia, hace presente también ante su propia Cabeza a este Cuerpo, a esta Esposa.

Es urgente distanciarse del rubricismo rígido y de una fantasía desenfrenada

Obediencia

Precisamente por esto, el ministro debe comprender que la auténtica ars celebrandi (el arte de celebrar) es la que respeta y exalta la primacía de Cristo y la participatio de toda la asamblea litúrgica, mediante la humilde obediencia a las normas litúrgicas.
Es. por tanto, urgente distanciarse del un rubricismo rígido como de una fantasía desenfrenada.
Toda la Iglesia está llamada a salvaguardar la riqueza contenida en los sacramentos para que nunca se oscurezca la primacía de la acción salvífica de Dios en la historia, ni siquiera en la frágil mediación de signos y gestos propios de la naturaleza humana.

La belleza de Cristo

La virtus operante en los Sacramentos configura el rostro de la Iglesia, capacitándola para transmitir el don de la salvación. A los ministros de la Iglesia, en particular, se les confía este gran tesoro, para que, como «servidores solícitos» del pueblo de Dios, lo alimenten con la abundancia de la Palabra y lo santifiquen con la gracia de los Sacramentos. A ellos corresponde, en primer lugar, garantizar que la belleza del cristianismo se mantenga viva y no sea desfigurada por una comprensión subjetiva, superficial y reductiva por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica.
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