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Pope Leo XIV blesses a child during the weekly general audience at St Peter's Square in The Vatican on June 18, 2025. (Photo by Andreas SOLARO / AFP)

León XIV bendice a un 'pequeño Papa' antes de iniciar la audiencia generalAFP

Audiencia General

León XIV alerta sobre el peligro de las armas tecnológicas que amenazan con «una barbarie mucho mayor»

No ha faltado el llamamiento del Santo Padre a «no habituarse a la guerra» y recordó que esta, como decía al Papa Francisco, «es siempre una derrota»

Ni el fuerte calor detuvo a los más de 40.000 fieles que este miércoles llenaron la Plaza de San Pedro para escuchar al Papa León XIV. Bajo un sol implacable, peregrinos de todos los rincones del mundo acudieron al encuentro semanal con el Pontífice, que continuó el ciclo de catequesis del Año Jubilar, titulado «Jesucristo, nuestra esperanza».

Durante la audiencia general, León XIV expresó su profunda preocupación por el uso de armas tecnológicas en los conflictos actuales, advirtiendo que «su atrocidad amenaza con llevar los combates a una barbarie mucho mayor que la de tiempos pasados». Con el «corazón desgarrado por los gritos» de las zonas en guerra —como Ucrania, Irán, Israel y Gaza—, llamó a no acostumbrarse a la violencia y a rechazar «el encanto de los armamentos poderosos y sofisticados». También peló a la comunidad internacional recordando que, como dijo Francisco, «la guerra es siempre una derrota».

En esta ocasión, el Papa centró su catequesis a partir del relato evangélico del paralítico de Betesda, que llevaba 38 años esperando una curación que nunca llegaba. León XIV detuvo su comentario en un detalle concreto: la pasividad del enfermo. «Jesús le pregunta: ‘¿Quieres curarte?’», citó el Papa. «Puede parecer una pregunta superficial, pero es necesaria–aseveró–. Cuando uno lleva años bloqueado, puede también faltarle la voluntad de sanarse. A veces preferimos permanecer en condición de enfermos, obligando a los otros a ocuparse de nosotros».

Cargar con la propia historia

Sin embargo, el Papa no recurrió a la reprensión. Apeló, más bien, a la responsabilidad personal y al acto de elegir. Explicó que muchas veces el verdadero obstáculo no es la falta de oportunidades, sino la ausencia de un deseo profundo de cambiar. Para ilustrarlo, retomó la escena del Evangelio: la piscina de Jerusalén donde se encontraba el enfermo, cuyas aguas eran consideradas taumatúrgicas —capaces de sanar— y donde, según la creencia de la época, el primero en zambullirse tras el movimiento del agua podía curarse.

El Santo Padre denunció la tentación, todavía vigente, de echar la culpa siempre a los demás o al destino. «Este hombre dice a Jesús que no tiene a nadie que le ayude a entrar en el agua cuando se agita. La culpa no es suya, dice, sino de los demás que no se preocupan por él. Es una forma de evitar asumir su propia responsabilidad», advirtió.

Es por eso que más adelante, León XIV puso el foco en un punto sensible: el hábito de rendirse. «Este hombre está expresando una visión fatalista de la vida. Pensamos que las cosas nos pasan porque no somos afortunados, porque el destino nos es adverso». Frente a eso, el Papa propuso una respuesta que apela directamente a la voluntad. Así como el paralítico, una vez curado, cargó con su camilla —que «representa su pasado de enfermedad y su historia»—, León XIV exhortó a a los presentes a «levantarse, cargar con la propia historia y decidir qué camino recorrer».

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