Jóvenes españolas, emocionadas a la espera del inicio de la Santa Misa
Argüello alienta a 25.000 jóvenes españoles: «No somos turistas espirituales, somos peregrinos»
Con la Salve Rociera resonando en plena Plaza de San Pedro y un aplauso largo y emocionado, más de 25.000 jóvenes españoles pusieron el broche a una jornada histórica del Jubileo de la Juventud
La Plaza de San Pedro se convirtió este viernes en la encarnación de la alegría española con motivo del Jubileo de la Juventud. Más de 25.000 jóvenes, convocados por la Conferencia Episcopal Española, participaron en una jornada marcada por la música, la oración y los testimonios personales.
Entre ellos, destacó el de una joven de Astorga que compartió su crisis de fe, así como el de una pareja de recién casados que relató cómo el matrimonio vivido en clave cristiana ha transformado su vida. El evento culminó con la santa misa presidida por monseñor Luis Argüello, acto central de un evento «sin precedentes», organizado en exclusiva para jóvenes españoles con la colaboración directa del Vaticano.
Durante toda la tarde, los peregrinos españoles —el segundo grupo más numeroso del Jubileo tras los italianos— tiñeron la plaza de verde con las camisetas distribuidas por la CEE. Hubo orquesta, coro, coreografías y sobre todo mucha expectación. Muchos de los asistentes aprovecharon el encuentro como una ocasión para reencontrarse con amigos que conocieron en otras peregrinaciones, especialmente en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa en 2023.
Ser siempre peregrinos
En su homilía, monseñor Argüello ofreció una reflexión centrada en la identidad cristiana como una pertenencia compartida. «Somos cristianos, somos ungidos», proclamó desde el altar, y añadió: «Solo un corazón ungido puede vivir un ‘nosotros’ permanentemente abierto».
Frente a la fragmentación social y las identidades enfrentadas, defendió una Iglesia que construye comunidad desde el Espíritu, no desde la ideología ni desde el aislamiento. «La Iglesia es una escuela permanente para ensanchar el 'nosotros'», dijo, invitando a los jóvenes a llevar esa fraternidad a sus familias, a sus universidades, a sus grupos de amigos.
Pero el mensaje fue también exigente. Argüello les animó a no quedarse con el recuerdo de Roma como si fuera un episodio cerrado, sino a vivirlo como una llamada. «Volveremos a nuestros lugares de origen para continuar siendo peregrinos, porque esa es nuestra condición. No somos turistas de un turismo espiritual», aseveró.
Los animó a dar testimonio público de su fe, sin complejos, como confesores del Evangelio en medio del mundo. Les pidió repetir juntos a todos: «Jesús es el Señor», «somos la Iglesia», «queremos la paz en el mundo», «haznos, Señor, instrumentos de tu paz».
Testigos de la victoria de Cristo
Tampoco eludió los temas de mayor calado. Denunció las «estructuras de pecado» que dominan el mundo actual y señaló que la fe no es evasión, sino testimonio encarnado: «El Señor tiene fuerza y poder para vencer al dragón que pasa continuamente su poder a las bestias de este mundo imperialista». Frente a eso, ofreció una propuesta: vivir la alegría del Evangelio y dar testimonio de una visión del ser humano, «el testimonio de una comprensión plena de la persona, del cuerpo y de la sexualidad vinculada al amor y a la transmisión de la vida».
Durante la celebración, uno de los momentos más sobrecogedores fue el silencio absoluto que se vivió en la consagración. Más de 25.000 jóvenes mantuvieron un recogimiento y silencio total que dejó una impresión profunda.
Jóvenes fieles asisten al Circo Máximo para recibir el sacramento de la reconciliación
A esa imagen se sumaba otra no menos significativa: la de los miles que, esa misma mañana, hacían largas colas en el Circo Máximo para confesarse. «Ha sido emocionante ver a tantos mendigos de la misericordia de Dios», recordó monseñor Luis Argüello en su homilía.
Con la Salve Rociera resonando en plena Plaza de San Pedro y un aplauso largo y emocionado, más de 25.000 jóvenes españoles pusieron el broche a una jornada histórica del Jubileo de la Juventud. No fue solo un final: fue, como recordó el arzobispo Luis Argüello, el inicio de un compromiso para volver a casa como «testigos de la victoria de Cristo en medio de nuestras actividades cotidianas».