Los edulcorantes pueden aumentar el riesgo de pubertad precoz en niños

Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Médica de Tapéi, en Taiwán, asegura que el consumo de ciertos edulcorantes presentes comúnmente en alimentos y bebidas podría aumentar el riesgo de pubertad precoz, especialmente en aquellos menores que tienen predisposición genética.

Esta investigación ha sido presentada en ENDO 2025, la reunión anual de la Sociedad de Endocrinología en San Francisco (Estados Unidos), siendo una de las primeras en descubrir estos hallazgos.

La pubertad precoz central es cada vez más común. Puede provocar angustia emocional, menor estatura adulta y un mayor riesgo de futuros trastornos metabólicos y reproductivos. En dicho estudio se demostró que un edulcorante artificial llamado acesulfamo de potasio o AceK desencadena la liberación de hormonas relacionadas con la pubescencia al activar las vías del «sabor dulce» en las células cerebrales y aumentar las moléculas relacionadas con el estrés.

Otro, la glicirricina (presente en el regaliz), alteraba el equilibrio de las bacterias intestinales y reducía la actividad de los genes implicados en el desencadenamiento de la pubertad.

Por lo tanto, el consumo de sucralosa se relacionó con un mayor riesgo de pubertad precoz central en niños, mientras que el consumo de glicirricina, sucralosa y azúcares añadidos se asoció con un mayor riesgo en niñas.

Para llegar a estos descubrimientos, dicho estudio incluyó datos de 1.407 adolescentes. Se diagnosticó pubertad precoz central en 481 adolescentes. Los investigadores evaluaron el consumo de edulcorantes en adolescentes mediante cuestionarios validados y análisis de orina.

«Los hallazgos son directamente relevantes para las familias, los pediatras y las autoridades de salud pública», finaliza el doctor Yang-Ching Chen, del Hospital Municipal Wan Fang de Taipéi y la Universidad Médica de Taipéi. También, sugieren que la detección del riesgo genético y la moderación del consumo de edulcorantes podrían ayudar a prevenirlo y sus consecuencias a largo plazo para la salud. Esto podría dar lugar a nuevas directrices dietéticas o herramientas de evaluación de riesgos para los niños, lo que favorecería un desarrollo más saludable.