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16 de mayo de 2024

Un empleado sanitario desinfecta los asientos de una sala de cine en Nueva Delhi

Un empleado sanitario desinfecta los asientos de una sala de cine en Nueva DelhiEFE

Sociedad

El origen del coronavirus desata la guerra entre científicos: «No pasaría del jardín de infancia»

Una preimpresión asegura que la probabilidad de que el coronavirus tenga un origen natural es de una entre cien millones

Desde que comenzó la pandemia del coronavirus, el origen de la infección está envuelto en misterio alentado, principalmente, por el hermetismo y lentitud de China a la hora de compartir información. Unos investigadores acaban de publicar un estudio sobre la «huella dactilar» del virus y, si bien no se atreven a hablar de un origen artificial, sí revelan que una procedencia natural sería casi un milagro.
En diciembre de 2019, los servicios sanitarios de la ciudad de Wuhan comenzaron a informar de extrañas neumonías de origen desconocido. Nada más notificarse la pandemia a nivel internacional, la OMS pidió muestras de sangre de los afectados, pero China congeló esa petición durante un año y medio. No fue hasta octubre de 2021 cuando un equipo conjunto pudo acceder a la 'zona cero' para realizar trabajo de campo.
El informe barajaba cuatro posibles explicaciones sobre el origen del virus: la transmisión zoonótica directa, mediante un huésped seguido de transmisión zoonótica, introducción a través de la cadena del frío y el incidente en laboratorio –esta última, calificada de «extraña» por la OMS–.
Una filtración descubrió que varios científicos estadounidenses habían advertido a Anthony Fauci y Francis Collins, principales asesores médicos de la Casa Blanca, que este virus tenía todas las papeletas para haber salido accidentalmente de un laboratorio, pero la teoría fue descartada «por el bien de la armonía internacional».
Hace unos días, Valentin Bruttel, inmunólogo molecular de la Universidad de Wurzburg, en Alemania, junto a sus colegas Alex Washburne y Antonius van Dongen publicaron el artículo La huella dactilar de la endonucleasa indica un origen sintético del SARS-CoV-2, una preimpresión en la que señalaba que el genoma del coronavirus mostraba un patrón peculiar característico de los virus sintéticos. Así, calcularon que la probabilidad de que el SARS-CoV-2 tenga un origen natural es de una en cien millones.
«El mapa de restricción del SARS-CoV-2 es consistente con muchos genomas de coronavirus sintéticos informados anteriormente y cumple con todos los criterios requeridos para un sistema genético inverso eficiente. Se diferencia de sus parientes más cercanos por una tasa significativamente más alta de mutaciones sinónimas en estos sitios de reconocimiento de aspecto sintético y tiene una huella digital sintética que probablemente no haya evolucionado de sus parientes cercanos. El SARS-CoV-2 tiene una alta probabilidad de que se haya originado como un clon infeccioso ensamblado in vitro», añadía el texto.
Más allá de que se tratara de una preimpresión pendiente de revisión por pares más o menos acertada, provocó un alud de críticas de decenas de investigadores que se cebaron con los autores. Especialmente duros fueron los comentarios de Twitter de reputados científicos que llegaron a la descalificación personal. Incluso The Economist publicó un artículo sobre el tema.
Otros, como François Balloux, profesor de biología del University College de Londres, consideró el trabajo como «sólido tanto conceptual como metodológicamente». Tras las críticas recibidas, aseguró que no comentaría nada relacionado con el origen del SARS-CoV-2 por un tiempo.

La «búsqueda de la verdad»

Lo cierto es que el origen del virus ha polarizado al mundo de la ciencia. Si bien es cierto que en el pasado algunos trabajos pseudocientíficos –como el supuesto origen artificial del VIH– ralentizaron el trabajo de los investigadores, desde la aparición de la pandemia del coronavirus cualquier opinión discordante ha sido silenciada o censurada bajo la excusa de lo políticamente correcto en las redes sociales, independientemente del prestigio o profesionalidad del autor. De hecho, un editorial de Scientific American denunció hace unos meses que la hipótesis de la fuga del laboratorio dificultó la «búsqueda de la verdad».
Washburne, uno de los coautores de la preimpresión, escribió el pasado lunes en su blog una carta abierta para defenderse de las críticas de fraude. «Hay algo de verdad sobre el origen del SARS-CoV-2 y no lo sabemos. La verdad puede o no ser la teoría sintética que presentamos. (…) Imagínese si todo el capital humano desperdiciado discutiendo en Twitter se gastara en una obstinada búsqueda colaborativa de esta verdad».
«Un pequeño número de virólogos muy bien podría haber abierto la Caja de Pandora causando la muerte de millones de personas en todo el mundo, y nuestros sistemas de medios, gobierno y ciencia no han podido descubrir la verdad de manera oportuna, transparente y confiable».
«La ciencia es un sistema social, y como cualquier otro sistema social, es vulnerable a causar daño por los vitriolos, temperamentos y ambiciones de los humanos involucrados. (…) Desde el cambio climático y la extinción masiva hasta la desinformación y la biotecnología peligrosa, nuestra civilización puede ser mucho más frágil de lo que creemos, como un cuenco de cerámica resistente que está perfectamente intacto hasta que un accidente lo destroza sin posibilidad de reparación», concluía el investigador.

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