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19 de abril de 2024

Operaciones mineras de Thiess (Cimic, ACS)

Operaciones mineras de Thiess (Cimic, ACS)Europa Press

La extracción de minerales raros se ha duplicado en los últimos cien años

En 1900, los elementos que utilizaban los humanos provenían en un 80 % de la biomasa, mientras que un siglo después este porcentaje aumentó al 32 %

El mundo humano tal y como lo hemos construido en la actualidad necesita de materiales que no abundan en nuestro planeta. Los científicos avisan de que el conjunto de elementos químicos que necesitan las personas –lo que científicamente se conoce como el elementoma humano– está divergiendo cada vez más del que necesita la naturaleza –el elementoma biológico–.
Y esto se traduce en que en los últimos cien años, la extracción de minerales raros y escasos se ha duplicado. Una investigación del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de la Universidad Autónoma de Barcelona (CREAF-UAB) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) alerta de que «la extracción de elementos químicos de la Tierra puede ser limitante y conllevar riesgos ambientales, económicos, sociales y geopolíticos».
El estudio, publicado en la revista Trends in Ecology and Evolution, es una revisión bibliográfica que revela que el 70 % de los elementos de la tabla periódica que utilizan los humanos no están en la biomasa. Los propios de la naturaleza serían unos carbono, calcio, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, fósforo, silicio, azufre, magnesio y potasio, suficientes para que haya, por ejemplo, troncos, hojas, pelos o dientes.
Sin embargo, las ambiciones humanas han provocado que nuestra forma de vida haga necesarios elementos químicos que están fuera de la biomasa. Todo para poder construir ciudades, aviones, motores, productos sanitarios, vías de trenes, ordenadores o teléfonos inteligentes.

80 % de fuentes no biológicas

El informe detalla los datos de los últimos cien años, en los que se ve claramente cómo han evolucionado las necesidades de los humanos y cómo repercute eso en el uso que hacen de los elementos del planeta.
A principios del siglo XX, en el año 1900, los elementos que utilizaban los humanos provenían en un 80 % de la biomasa, como es el caso de madera, plantas o alimentos. Un siglo después, en 2005, este porcentaje aumentó al 32 %.
Esta cifra continuará aumentando en los próximos años y los científicos estiman que para 2050 será tan solo del 20 %. Estos advierten de que nos dirigimos a una situación en la que el 80 por ciento de los elementos que utilicemos sean de fuentes no biológicas, en especial de las denominadas tierras raras, que son escasas y sus reservas están localizadas en unos pocos países.
Según explica en el artículo publicado en la revista científica el profesor de la UAB y fundador del CREAF, Jaume Terradas, estos minerales raros hay que obtenerlos de fuentes geológicas, «lo que implica extracción, comercialización entre países y que se desarrollen tecnologías de reciclaje eficientes». Pero además, Terradas resalta que su escasez y localización pueden originar conflictos sociales, económicos, geopolíticos y ambientales.

De materiales comunes a tierras raras

La investigación revela que el elementoma humano comenzó a divergir del biológico en la década de 1900, asociado al continuo aumento de consumo de combustibles fósiles y materiales metálicos, industriales y de construcción. «Se ha pasado de usar materiales comunes como arcilla, piedra o cal, que se reciclan continuamente en la naturaleza y en la atmósfera, a usar muchos otros elementos, entre ellos especialmente los conocidos como 'tierras raras'», ha comentado Jordi Sardans, coautor del estudio.
Entre estos minerales raros estarían algunos como el silicio, el níquel, el cobre, el cromo, el oro y otros mucho menos frecuentes como el samario, el iterbio, el itrio o el neodimio. Estos experimentan un crecimiento del tres por ciento que podría provocar, según los expertos, el agotamiento de algunos elementos como el oro y el antimonio.
Ante la hegemonía de ciertos países en la producción de tierras raras –como es el caso de China, Vietnam, Rusia o Brasil–, los autores proponen poner fin a la obsolescencia programada y llevar a cabo nuevas tecnologías que favorezcan un uso más rentable de los materiales escasos y permitan su reciclaje y reutilización generalizados y eficientes.
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