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Jordi Sabaté Pons, activista y enfermo de ELA

Jordi Sabaté Pons, activista y enfermo de ELA@pons_sabate

La petición urgente de Jordi Sabaté, enfermo de ELA: «Esto es un infierno»

A pesar de que Jordi siempre se ha definido como amante de la vida, cada vez se ve con más problemas para disfrutarla y vivirla

El 10 de octubre de 2024, el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad la ley ELA. Tras tres años de retraso y varios incumplimientos en el calendario de tramitación por parte del Ejecutivo de Pedro Sánchez, se esperaba que esta ley ayudase a los más de 4.500 pacientes con esta enfermedad en España. Sin embargo, la promesa del Gobierno español volvió a ser papel mojado.

Uno de los grandes críticos con la inacción del Gobierno ha sido Jordi Sabaté Pons, activista y enfermo de ELA. A pesar de que Jordi siempre se ha definido como amante de la vida, cada vez se ve con más problemas para disfrutarla y vivirla. Sin ir más lejos, el catalán se encontraría en una situación totalmente desesperada actualmente.

«Necesito muy urgente auxiliar de enfermería», compartía Jordi a través de su cuenta de X. En su mensaje, Jordi ha detallado que es «indispensable tener conocimientos en traqueotomía con ventilación mecánica invasiva 24 horas».

En su oferta, que sería de disponibilidad inmediata, Sabaté señalaba que es fundamental tener permiso de trabajo, a través del cual podrá hacer un contrato indefinido de 40 horas semanales. El turno, prácticamente nocturno, también da la posibilidad de hacer turnos rotativos de tardes y fines de semana.

«Abstenerse enfermer@s y médic@s en trámites de homologación del título en España», señalaba.

Por desgracia, ni un día después de publicar esta oportunidad laboral, Jordi se lamentaba ante el pobre aluvión de respuestas.

«No encuentro a nadie. Esto es un infierno», ha señalado.

Mientras el Ejecutivo sigue dejando de lado a estos enfermos y a sus familias, más de 6.000 pacientes enfermos de Esclerosis Lateral Amiotrófica han muerto desde que Sánchez prometió ayudarles. De ellos, más de 800 han fallecido desde la aprobación de una ley que, aunque generó esperanza, se ha estancado por falta de financiación.

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