Nubes uniéndose a una corriente en chorro sobre Canadá
Científicos cuestionan que el cambio climático sea responsable del caos en la corriente en chorro
Esta corriente de aire de gran altitud desempeña un papel crucial en la regulación del clima en regiones como Europa, Asia y Norteamérica, donde circula aproximadamente a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y Canadá
Investigadores de la Universidad de Dartmouth, en Estados Unidos, han identificado diversos periodos de gran inestabilidad en la corriente en chorro polar durante los últimos 125 años, previos al impacto significativo del cambio climático. Estas conclusiones, publicadas en la revista científica AGU Advances, cuestionan la hipótesis de que la actual irregularidad de esta corriente de aire del Ártico –que influye en el clima del hemisferio norte– sea consecuencia directa del calentamiento global.
Este trabajo, pionero en su enfoque, se basa en el análisis de datos climáticos a largo plazo mediante técnicas de aprendizaje automático, con el fin de trazar la variabilidad invernal de la corriente en chorro desde el año 1901. Hasta ahora, la mayoría de los estudios sobre este fenómeno se centraban en el periodo posterior a 1979, coincidiendo con el inicio de las observaciones satelitales sistemáticas del clima.
Según Jacob Chalif, autor principal y estudiante de posgrado en el laboratorio dirigido por Erich Osterberg, profesor asociado de ciencias de la Tierra, la corriente en chorro se encuentra actualmente en la última de varias fases de comportamiento ondulante detectadas desde 1900. De hecho, añade Chalif, en muchas de esas fases históricas la corriente fue más volátil que en la actualidad: «La corriente en chorro solía ser tan ondulada como lo es hoy, o incluso más, antes de que el cambio climático tuviera una influencia significativa». Esta observación, según explica, plantea dudas sobre el papel del cambio climático como causa de la mayor sinuosidad actual de esta corriente.
Si bien es evidente que el calentamiento global está exacerbando los fenómenos extremos del invierno, el estudio señala que ello no parece deberse al comportamiento ondulante de la corriente en chorro. «Nuestra investigación muestra que la corriente en chorro no está haciendo nada inusual que pudiera causar el reciente aumento de tormentas intensas. El cambio climático está intensificando estas tormentas mediante un proceso diferente», indica Osterberg.
El profesor de Dartmouth destaca que este hallazgo reorienta la comprensión del vínculo entre el calentamiento global y los episodios meteorológicos extremos. En lugar de atribuirlo a la corriente en chorro, los científicos podrían centrar sus investigaciones en factores como el aumento de la humedad en una atmósfera más cálida, que favorece precipitaciones más intensas. «Para mí, estos hallazgos cambian fundamentalmente la forma en que abordo este problema», confiesa Osterberg, quien en trabajos anteriores había apuntado precisamente a la corriente en chorro como posible detonante de tormentas más virulentas. «Si la corriente en chorro no es ese vínculo crítico entre el cambio climático y las tormentas más severas, entonces debemos centrar nuestra atención en diferentes explicaciones de por qué estamos viendo fenómenos meteorológicos más extremos», concluye.
Esta corriente de aire de gran altitud desempeña un papel crucial en la regulación del clima en regiones como Europa, Asia y Norteamérica, donde circula aproximadamente a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y Canadá. Las grandes ondulaciones pueden permitir que el aire ártico penetre profundamente en latitudes más cálidas, desencadenando intensas tormentas invernales y olas de frío inusuales. También pueden arrastrar hacia el sur el llamado vórtice polar, una masa de aire gélido que rodea el Polo Norte y que, en los últimos años, ha cobrado notoriedad por su relación con episodios de frío extremo.
Aunque diversas investigaciones han relacionado el aumento de la sinuosidad de la corriente en chorro con el cambio climático –en paralelo con la elevación de los niveles de gases de efecto invernadero y el retroceso del hielo ártico–, el equipo de Dartmouth ha constatado que la última fase de ondulación se intensificó hacia 1979. Esto implica que las observaciones por satélite comenzaron cuando la corriente estaba saliendo de un patrón más extremo, generando la impresión de que los periodos ondulados posteriores eran anómalos.
Osterberg aclara: «La corriente en chorro parecía un vínculo directo entre el cambio climático global y el fenómeno meteorológico extremo con grandes tormentas, pero no sabíamos realmente qué ocurrió antes de 1979». Al contemplar la serie completa, se percibe que tales ondulaciones no son tan excepcionales como se creía. En efecto, en el pasado hubo fases aún más marcadas.
Entre 1958 y 1988, por ejemplo, se registró un fenómeno conocido como el «agujero de calentamiento», caracterizado por inviernos anormalmente fríos en el sureste de Estados Unidos. El estudio revela que dos tercios de ese enfriamiento fueron causados por una fase de intensa ondulación de la corriente en chorro durante las décadas de 1960 a 1980, lo que provocó una disminución de más de 2 grados Fahrenheit (1,3 grados Celsius) en las temperaturas invernales promedio.
Según los investigadores, los cambios periódicos en la configuración de la corriente en chorro durante ese periodo explican directamente las fluctuaciones térmicas registradas en la región, demostrando así el impacto climático de este fenómeno más allá de la narrativa del cambio climático contemporáneo.