La zona del Mar Menor estudiada
Un estudio revela que el Mar Menor supera los «límites de toxicidad» en seis metales
El trabajo atribuye la principal responsabilidad de esta situación a la actividad minera desarrollada en la sierra de Cartagena-La Unión
Un equipo de investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales y del Departamento de Física de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) ha detectado en los sedimentos del Mar Menor concentraciones de metales pesados que superan los límites considerados tóxicos, situándolos por encima de los valores registrados en otros ecosistemas costeros comparables a escala internacional. Así lo señala un estudio publicado en la revista Marine Pollution Bulletin, que reconstruye la evolución de la contaminación metálica en esta laguna salada del sureste peninsular durante los siglos XX y XXI.
El trabajo atribuye la principal responsabilidad de esta situación a la actividad minera desarrollada en la sierra de Cartagena-La Unión, activa desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Según los investigadores, esta explotación fue el origen de importantes vertidos de plomo, arsénico, zinc, mercurio, cobre y plata que terminaron acumulándose en los fondos del Mar Menor. Aunque las operaciones cesaron y los vertidos fueron prohibidos en 1955, los episodios de lluvias torrenciales posteriores –especialmente desde el cierre definitivo de las minas en la década de 1990– continuaron arrastrando residuos metálicos desde los cauces mineros hacia la laguna.
La zona sur del Mar Menor, más próxima a las antiguas explotaciones, presenta actualmente los niveles más elevados de contaminación, según señala el estudio. A pesar de que algunos metales han disminuido su presencia superficial con el paso del tiempo, otros han seguido llegando al ecosistema por medio de escorrentías asociadas tanto a fuentes mineras como urbanas.
La investigadora de la UAB y primera firmante del artículo, Irene Alorda, advierte de que, si bien en la actualidad estos niveles no están afectando de forma directa a la biota, el impacto podría agravarse en el futuro. «El efecto de estas acumulaciones de metales podría ser mayor debido a la interacción con otras presiones derivadas de las actividades humanas», señala.
El estudio advierte, además, de que factores como el cambio climático, los fenómenos de eutrofización y la resuspensión de los sedimentos del fondo marino podrían provocar la liberación de estos metales, aumentando su biodisponibilidad y afectando gravemente a los organismos acuáticos. Esta situación incrementaría el riesgo sobre la biodiversidad del Mar Menor, ya de por sí afectada por múltiples presiones ambientales.
El trabajo subraya la necesidad de adoptar una gestión integral en los ecosistemas costeros, considerando no solo los impactos actuales, sino también los legados históricos de contaminación. Para los autores, la información recogida resulta clave a la hora de diseñar políticas eficaces de conservación y estrategias de mitigación que permitan proteger no solo el Mar Menor, sino también otros entornos litorales sometidos a presiones similares.