the line
'The Line' continúa en declive: la megaciudad saudí pasa de 170 kilómetros a 2,4
Ya en 2023, la presión económica y los retrasos habían llevado a una revisión interna del proyecto y los responsables de Neom empezaron a asumir que la visión original era irrealizable
El ambicioso megaproyecto saudí conocido como 'The Line', concebido como el eje central de Neom, nació con la promesa de reinventar la vida urbana. Entre sus elementos más llamativos figuraba una marina oculta en mitad del desierto: un puerto profundo al que podrían acceder los mayores cruceros del mundo. Sobre ese vacío, suspendido a cientos de metros del suelo, se proyectó un edificio de treinta plantas colgado como un gran candelabro futurista. Desde el principio, incluso sus creadores reconocían que la física sería un enemigo difícil de convencer.
En torno a esta marina se pretendía integrar un nudo ferroviario de alta velocidad y, más arriba, un estadio para 45.000 espectadores colocado a unos 350 metros de altitud, pensado para el Mundial de 2034. Los responsables del proyecto, sin embargo, empezaron pronto a cuestionarse si semejantes estructuras podían ejecutarse sin que se convirtieran en un riesgo. Arquitectos y consultores advirtieron de que un edificio suspendido podía comportarse como un péndulo y terminar desprendiéndose. Incluso cuestiones tan rutinarias como la gestión de residuos se volvían absurdamente complejas; algunos ingenieros hablaban de flotas de vehículos internos dedicadas a recoger aguas residuales.
Ese espíritu de reto permanente definió los primeros años de Neom. 'The Line' debía ser una muralla habitable de 500 metros de altura y más de 170 kilómetros de longitud, con capacidad para acoger a nueve millones de residentes. Una ciudad-inmueble, más alta que el Empire State Building, creciendo recta desde el golfo de Áqaba hasta las montañas del Hiyaz. Cuando comenzó la construcción, hace tres años, la iniciativa pretendía simbolizar el avance imparable de Arabia Saudí hacia un modelo económico desligado del petróleo, impulsado por tecnologías limpias y por una visión futurista de su heredero al trono, Mohammed bin Salmán.
Pero, mientras avanzaban los diseños, los problemas crecían, tal y como recopila Financial Times. El presupuesto inicial, que ya rozaba cifras colosales, se disparó hasta niveles equivalentes al PIB anual de Alemania. El suministro de materiales se volvió un desafío global: solo para los primeros módulos se requería más cemento del que Francia produce en un año, y una cantidad de acero imposible de obtener sin tensionar los mercados internacionales. A eso se sumaba la falta de infraestructuras: un único puerto modesto y una carretera eran insuficientes para abastecer semejante vorágine constructiva.
Las dificultades técnicas se extendían también al interior del proyecto. La iluminación natural, la movilidad vertical, la gestión del agua, la seguridad contra incendios o la convivencia de jardines y espacios públicos en un entorno sellado planteaban problemas inéditos. Incluso el tren de alta velocidad previsto desde el aeropuerto se diseñó sin tener en cuenta algo tan simple como el equipaje de los pasajeros.
Para 2023, la presión económica y los retrasos habían llevado a una revisión interna del proyecto. Aunque sobre el terreno ya se habían excavado kilómetros de trincheras y colocado miles de pilotes –probablemente los más grandes del mundo–, los responsables de Neom empezaron a asumir que la visión original era irrealizable. Hoy, pese a los más de 50.000 millones ya invertidos, la primera fase se ha reducido drásticamente: de veinte módulos previstos, apenas se aspira a completar tres.
Por todo ello, la longitud de la ciudad, una de sus características más llamativas, se ha tenido que ver drásticamente reducida. De los 170 kilómetros iniciales la urbe pasará a medir apenas 2,5, lo que escenifica el fracaso de un proyecto faraónico difícil de ejecutar. Lo que queda de 'The Line' es un enorme experimento urbano cuya ambición chocó con los límites de la ingeniería, el coste y la logística.