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21 de mayo de 2024

La Kalush Orchestra ucraniana triunfó en la primera semifinal de Eurovisión

La Kalush Orchestra ucraniana triunfó en la primera semifinal de EurovisiónRTVE

Eurovisión 2022

Eurovisión arranca con un apoyo entusiasta a Ucrania

La potencia del dúo noruego enmascarado y la delicadeza de la propuesta portuguesa también emocionaron en la primera semifinal

Arrancó Eurovisión 2022, el festival en el que España aspira con Chanel a lograr su mejor puesto en años.
La gala de la primera semifinal se abrió con el Nessun Dorma, de Puccini, lo que siempre es un buen inicio, y con un número masivo tipo inauguración de los Juegos Olímpicos (tienen experiencia en Turín, pues ha organizado los de invierno). Irrumpieron entonces los presentadores: los músicos Laura Pausini y Mika, y el locutor de radio y televisión Alessandro Cattelan. Fueron breves, pues en apenas dos horas había que embutir 17 actuaciones y las posteriores votaciones, además de un homenaje a la música disco italiana.
Abrió el fuego, en busca de una de las diez plazas para la final, Albania con Ronela Hajati: su Sekret tiene algunas palabras en castellano (contamos tres: «toca», «tócalo» y «dámelo»), pero no lo pudimos agradecer con votos porque los españoles no dispusimos de ese derecho (lo haremos en la segunda semifinal), pues del llamado «big five» (los históricos del certamen, clasificados by de face para la final) en la primera semifinal le tocaba votar a italianos y franceses.
La representante albanesa Ronela Hajati

La representante albanesa Ronela HajatiRTVE

Letonia tomó el relevo en el escenario. La presentadora española nos apuntó, vía voz en off, que Eat Your Salad, que así se titula, «habla del atractivo de ser vegano y de cómo la vida ecológica puede ser muy sexy». Esta oda a la Agenda 2030 la cantó un sexteto muy colorista llamado Citi Zēni que convirtió Turín en una discoteca ochentera.
Tras la tempestad llegó la calma con Monika Liu, representante lituana, que entonó en su idioma la delicada Sentimentai, una canción de aires franceses. Conmovió y acabó siendo una de las diez clasificadas.
La alternativa suiza a Miguel Bosé (Los chicos no lloran) y The Cure (Boys Don’t Cry) es el soul man Maurius Bear, un muchacho con una cara de bueno y el mismo pendiente que George Michael en 1987 que nos cantó –muy bien– la bonica Boys Do Cry. Hasta en casa encendimos la linterna del móvil –relevo del mechero– para acompañar tanta hermosura. Obtuvo uno de los billetes para el sábado.

Los grandes favoritos, a escena

Los representantes ucranianos entusiasmaron en Turín

Los representantes ucranianos entusiasmaron en TurínRTVE

El intrascendente pop de LPS (Eslovenia) precedió al gran favorito al triunfo en la final del sábado. El folclórico Stefania, de la Kalush Orchestra ucraniana. Las palmas del público acompañaron toda la canción, que fue compuesta antes de la invasión pero que dice «siempre encontraré el camino a casa, aunque todos los caminos estén destruidos». No hubo mención política alguna ni durante la interpretación del tema ni al final, si bien uno de los miembros de la banda se despidió con un «thank you for your support» que podría referirse a un apoyo que va más allá de la música. Por supuesto, Ucrania obtuvo una de las diez plazas en juego.
Intelligent Music Project es un grupo con cantante chileno que representó a Bulgaria con Intention, lo más rockaronlero –sin ser una cosa excesiva, que diría José Tojeiro– de la noche hasta entonces. De nuevo pasamos del guitarreo a la delicadeza, esta vez con S10 entonando la melancólica De Diepte en neerlandés, idioma que los Países Bajos no empleaba en Eurovisión desde 2010. El guión de esta gala con dientes de sierra continuó con los punkis –así los presentaron– Zdob şi Zdub & Frații Advahov, representantes moldavos con Trenulețul, que significa «El trenecito»: la banda resultó ser un cruce entre los Ramones y Kusturica. De estas tres propuestas, el gato al agua se lo llevaron Países Bajos y Moldavia.

Delicadeza lusa

La vecina Portugal nos llenó de morriña con Saudade Saudade, defendida por MARO y un coro en una actuación delicada como una pompa de jabón, frágil como el Amar Pelos Dois de Salvador Sobral. Una canción que su autora dedica a su fallecido abuelo. El momento más bonito de toda la noche fue premiado con una boleto para la final.
La Taylor Swift croata compareció, en lo que ya suena a acto revolucionario en este tipo de festivales, con una guitarra. Nada menos que una Gibson. Se llama Mia Dimšić, nos cantó Guilty Pleasure y tiene maneras de estrella, que es la consideración que tiene en su país. Fuera de él no caló tanto, a la vista de las votaciones.
La representante croata, duranta la primera semifinal

La representante croata, duranta la primera semifinalRTVE

Dos danesas y dos suecas forman REDDI, representantes de Dinamarca con The Show. «Con nuestra canción queremos mostrar al mundo que las mujeres podemos hacer todo por sí mismas», habían declarado a modo de presentación. ¿Acaso alguien lo dudaba? La actitud, estupenda, tipo Bangles. La canción, psé.
La electrónica de LUM!X y Pia Maria, representantes de Austria, levantó Turín con Halo, la canción que más invocó la ayuda del público en forma de palmas y baile. Encontró una respuesta entusiasta, pero no los votos suficientes.
Sí los tuvieron, los votos, las las tres hermanas llegadas desde las tierras de Björk que forman Systur. Cantaron Með Hækkandi Sól, una versión moderna de un tema tradicional islandés. El atuendo y el tema evocaron el sueño hippie.
La greconoruega Amanda Georgiadi Tenfjord es una estrella del pop indie. Cantar «Morir juntos» (Die Together) en un festival como Eurovisión es quizá arriesgar más de la cuenta, pero nunca se sabe. El caso es que los griegos confiaron en ella su representación. Y de momento podemos decir que han acertado, puesto que ganó billete para la final.

Los lobos amarillos se exhiben

Los que también atinaron fueron los noruegos, que mandaron a los lobos amarillos. El dúo Subwoolfer, que figura entre los máximos favoritos al triunfo, entusiasmó con Give that wolf a banana. Se hacen llamar Keith y Jim, pero se desconoce su identidad real, que protegen enmascarados como lobos de color amarillo. El sábado les volveremos a ver las caras (es un decir).
Para acabar, una nación que sufrió una guerra hace nada, pero de la que por aquí apenas tuvimos noticias: Armenia. Rosa Linn entonó Snap, una de esas canciones que cuando la escuchas por primera vez suena a ya manida. Pero al público le gustó y fue una de las diez elegidas.

Las votaciones

Europa votó (salvo España, Alemania y Reino Unido, que no podrán hasta la segunda semifinal), pero lo que decidió no nos lo contaron como en la final, con la conocida retahíla de países y puntos. Nos fueron comunicando, uno a uno, los diez finalistas, privilegio que recayó, sucesivamente, en Suiza, Armenia, Islandia, Lituania, Portugal, Noruega, Grecia, Ucrania, Moldavia y Países Bajos. Las puntuaciones no se detallaron. El jueves, en la segunda semifinal, más música y más boletos para la final.
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