
El Duque de Edimburgo consideró ofensivas unas insinuaciones contenidas en un capítulo de la segunda temporada de 'The Crown'
Televisión
Por qué el Duque de Edimburgo se planteó demandar a Netflix
Se sintió ofendido por las especulaciones de The Crown atribuyéndole la responsabilidad indirecta de la trágica muerte de su hermana Cecilia
La liebre la levantó el pasado domingo en The Sunday Times Hugo Vickers, uno de los analistas más solventes de la Monarquía británica: el duque de Edimburgo consultó con sus abogados presentar una demanda contra Netflix, productora de The Crown, por unas insinuaciones contenidas en un capítulo de la segunda temporada de la serie, que consideró ofensivas.
Concretamente, The Crown insinúa que el trágico fallecimiento en accidente aéreo de una de sus hermanas mayores, la Princesa Cecilia de Grecia, se debió, supuestamente, a un imprevisto viaje que tuvo que realizar en noviembre de 1937 a Gordonstaun, el internado británico en el que estaba matriculado el futuro consorte de Isabel II.
Los responsables del centro académico la habrían llamado para quejarse de los alborotos causados por su hermano pequeño. Es cierto que, a mediados de los años 30, los padres de Felipe y Cecilia, los príncipes Andrés y Alicia de Grecia –nacida Battenberg–, llevaban bastante tiempo separados; y que la Princesa, enferma de esquizofrenia e internada en una clínica suiza, no veía a sus hijos desde 1931.
Por su parte, el Príncipe Andrés, cuyo papel en la guerra greco-turca de 1921-22 fue muy controvertido, vivía tranquilamente en la Costa Azul, en compañía de su amante francesa Andrée Rose Godard, que se hacía llamar «condesa de la Bigne». De ahí que el Príncipe Felipe, el único hijo varón del fallido matrimonio, tuviera como referentes a sus cuatro hermanas. Sobre todo, a la Princesa Cecilia, diez años mayor que él.Esta había contraído matrimonio en 1931 con el Gran Duque Jorge Donato de Hesse Darmstadt, jefe de la casa real homónima desde octubre de 1937, a raíz de la muerte de su padre, el Gran Duque Ernesto Luis.
El inevitable luto obligó a posponer la boda de Príncipe Luis, hermano menor de Jorge Donato, secretario del embajador alemán en Gran Bretaña y futuro ministro de Asuntos Exteriores de la Alemania Nazi, Joachim Von Ribbentrop. El príncipe había conocido en Londres a Margaret Geddes, su futura esposa, Margaret Geddes, conocida como «Princess Peg» en los círculos de la realeza europea, hija de un antiguo ministro del Gobierno liberal de David Lloyd George y antiguo embajador en Estados Unidos.
La nueva fecha del enlace quedó fijada para el 20 de noviembre de 1937 en la capital británica. Cuatro días antes, Jorge Donato y Cecilia, acompañados de la madre del Gran Duque, de los tres hijos mayores del matrimonio, y de la dama de honor de la Gran Duquesa, despegaron del aeropuerto de Francfort en un Junker monoplano de tres motores, propiedad de la compañía belga Sabena y a cuyos mandos se encontraba Tony Lambotte, piloto del Rey Leopoldo III.
El plan de vuelo incluía una parada para repostar cerca de Bruselas. Sin embargo, según relata Philip Eade en The Young Prince Philip, debido a «la espesa niebla procedente del Mar del Norte, recibieron órdenes para derivar hacia el aeródromo de Steene, en la costa belga, cercano a Ostende».
Y se produjo la tragedia: «Un testigo ocular describió más tarde haber visto el avión bajando de la niebla y chocando con la parte superior de la chimenea de una fábrica de ladrillos (…). Un ala y uno de los motores se desprendieron y ambos se estrellaron contra el techo de la fábrica». A continuación, «el resto del avión dio la vuelta y se estrelló contra el suelo en el campo de ladrillos a unos 50 metros más allá, donde inmediatamente ardió».
No hubo ningún superviviente. Circuló, asimismo, una teoría, en absoluto documentada, según la cual el aterrizaje forzoso se habría producido porque la Gran Duquesa se puso de parto en pleno vuelo. Al joven Príncipe Felipe, que esa primavera había viajado a Alemania para pasar unos días de vacaciones en compañía de su hermana y de su cuñado, se le hundió el mundo: pensaba acudir a una boda familiar en Londres y en su lugar tuvo que copresidir un sórdido funeral en Darmstadt.
Sórdido porque con 16 años su traje de paisano desentonaba –al igual que el uniforme de marino británico de lord Louis Mountbatten– en medio de tanta guerrera nazi. Los principales miembros de la Casa de Hesse eran miembros del Partido Nacional Socialista –los Grandes Duques Jorge Donato y Cecilia habían adherido en fechas recientes– y aprovecharon la ocasión para lucir sus ideologizadas galas: sin ir más lejos, los hermanos Cristóbal –otro cuñado de los fallecidos– y Felipe de Hesse Kassel vestían respectivamente los atuendos de las SS y de las Secciones de Asalto.
Hermann Göring, número dos del régimen, asistió a las exequias. Como señala el historiador Jonathan Petropoulos en The Royals and the Reich, la multitud que rodeaba las calles de Darmstadt saludó al cortejo fúnebre levantando el brazo y gritando Heil Hitler.
Así, y no de otra forma, transcurrieron aquellos días de triste recuerdo para el padre de Carlos III de Inglaterra. The Crown acierta al reproducir las escenas de Darmstadt, pero incurre en una auténtica falacia al atribuir a Andrés de Grecia, también presente en el funeral, unas palabras de las que se desprende que la tragedia no habría tenido lugar de no haber viajado la Gran Duquesa a Cecilia a Gran Bretaña a dar la cara por las supuestas gamberradas de su hermano pequeño.
Fue esa insinuación difamatoria la que indignó al Duque de Edimburgo y la que le llevó a consultar a sus abogados. Otra prueba del dolor que la tragedia dejó en el entonces joven Príncipe viene dada por una anécdota que relata Eade en su biografía. Pocas semanas después del accidente, el Príncipe pasó las fiestas de Navidad en Gran Bretaña, invitado por los Wernher, unos contraparientes suyos descendientes de los Romanov.
Pues bien, en el citado libro, una de las hijas de aquella familia, Gina, recuerda cómo el Príncipe Felipe apenas hablaba de la tragedia. Pero más adelante, enseñó un trozo de madera, procedente del avión estrellado. «Era una pieza pequeña, pero significaba mucho para él», declaró Gina Wernher. Más claro, el agua.