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29 de abril de 2024

Loreen, la ganadora de Eurovisión 2023, con el trofeo que la acredita como ganadora

Loreen, la ganadora de Eurovisión 2023, con el trofeo que la acredita como ganadoraLa 1

Eurovisión 2023

Suecia arrolla en Eurovisión y Blanca Paloma cae a la 17ª posición por el televoto

El flamenco de Blanca Paloma colocó a España en el decimoséptimo puesto

Los pronósticos se cumplieron y Suecia ganó el festival de Eurovisión, con lo que iguala el número de triunfos de Irlanda. Lo hizo gracias a Loreen, que es la segunda vez que triunfa en el festival. El país de ABBA es el sucesor de Ucrania, que por motivos evidentes no pudo defender su título en casa. Liverpool, la tierra de The Beatles, acogió un festival con un nivel general más elevado que el pasado año y en el que Blanca Paloma dejó a España en la 17ª posición.
Todo empezó con Austria y su muy coreable canción, que en su letra repite el número cero. Sus expectativas iban mucho más allá: la acumulación de doces. Teya & Salena se llaman las muchachas que entonaron Who The Hell Is Edgar?, que de entrada era una de las favoritas.
Loreen, la ganadora de Eurovisión 2023

Loreen, la ganadora de Eurovisión 2023

No decayó la fiesta, sino todo lo contrario, con Ai Coração, la curiosa propuesta con aire cabaretero y de musical de Broadway, cruzada con saudade lusa, de Marisa Mena (Mimicat). La representante portuguesa se superó respecto a la semifinal, donde se le vio más contenida.
Suiza lleva a rajatabla lo de la neutralidad. Hasta tal punto lo hace que en Eurovisión se presenta con un himno antibelicista como Watergun, a la que puso voz –y vaya voz, por algo ganó La Voz suiza– Remo Forrer.
A la cuarta, turno de la otra Blanca. O sea de Blanka y su reggae pop Solo, que fue a Eurovisión 2023 lo que Chanel a Eurovisión 2022. Bailó todo Liverpool con esta Kylie Minogue polaca.
Las referencias de Luke Black, represente serbio, son otras, todas muy british: Robert Smith (en lo estético), Bowie, Queen… Su Samo Mi Se Spava es un tema que tendrá carrera comercial más allá del festival.
Édith Piaf, Lady Gaga, Audrey Hepburn y Marilyn Monroe subieron al escenario representadas en la voz, la vestimenta y la canción Évidemment, de La Zarra, la canadiense-marroquí que representó a la Francia de Macron.
Tras el seductor cantante chipiriota Andrew Lambrou y su estomagante baladismo llegó nuestra Blanca, con sus palomitas y su Eaea. Cuarenta años después del estrepitoso «no» de Europa a Remedios Amaya y su Quién maneja mi barca, el flamenco volvió a representar a España. El escenario se convirtió en un tablao lleno de duende y bulerías. Espectáculo muy potente en lo visual (ella es escenógrafa) y en lo vocal.
De las manos de Blanca Paloma, tan icónicas y flamencas, a las de la bereber Loreen. Ella buscaba su segunda victoria en el festival (ya triunfó en 2012) y la séptima de Suecia, para igualar así a Irlanda en el palmarés histórico. Tattoo sonó de nuevo poderosa en la voz de esta mujer que nació el mismo año en que naufragó la barca de Remedios Amaya.
El grupo familiar e intergeneracional que representó a Albania (Albina & Familja Kelmendi) con la étnica Duje resultó la propuesta más diferente de la noche. En claro contraste, después sonó la clásica canción italiana, en este caso titulada Due Vita e interpretada por la prodigiosa voz de Marco Mengoni, que fue el más humano de todos los participantes: al acabar su interpretación se puso de rodilas en el suelo y sacó la lengua en señal de alivio, como si se hubiese sacado un descomunal peso de encima.
Son contados los instrumentos que se ven en escena en Eurovisión, así que cuando aparece uno hasta se celebra. Así reaccionamos cuando vimos un piano junto a la representante estonia. Enseguida llegó la decepción: las teclas se empezaron a mover solas. De la conmoción nos rescató la voz llegada del hielo de la muchacha, de nombre Alika.
No puede haber mayor contraste que escuchar la delicada pieza de Alika y pasar al Cha Cha Cha del finlandés Käärijä y su grupo de baile. Lo suyo es un batido musical que apela a todos los públicos: el del rap, el de la electrónica, el del heavy y el del pop. La canción es más pegadiza que el Super Glue-3.
«Vamos, Chequia», se escuchó a continuación en perfecto español. Era la de un eurofán que trataba de animar al grupo femenino Vesna, que brindó una actuación excelente. Una muy buena canción y una puesta en escena elegante fueron sus bazas.
Aunque para puesta en escena la de los australianos Voyager: su Promise fue una bala de cañón desde las Antípodas hasta al corazón de la vieja Europa, un cóctel de pop-rock épico con gotas de metal blando que enloqueció al público. Estos muchachos han escuchado el Under a Blood Red Sky de U2 hasta rayar el disco.
A Gustaph lo vimos emocionarse hasta la lágrima cuando se clasificó para la final. Con el objetivo cumplido, en la cita definitiva se le vio disfrutón con su Because Of You. El público también entró al trapo y bailó al ritmo de su falsete. Brunette, representante de Armenia, apeló a la sensibilidad y el amor con Future Lover, una delicadeza pop con un innecesario meandro rap que te saca de la canción por un momento.
En el tramo final sonaron de corrido el pop étnico del moldavo Pasha Parfeni, el electrónico de los ucranianos Tvorchi (consciente del regalo del 2022, el país ganador del festival el pasado año presentó una canción para no vencer, pero a la que las casas de apuestas situaban en el top 3) y el épico de Alessandra, la representante noruega.
Al contrario que en la UE, donde es cabeza de león, Alemania es cola de ratón en Eurovisión. Lo es por razones como mandar a Lord of the Lost a represenarlos: ¿qué pinta una banda que va a telonear a Iron Maiden en este festival? Los cuernos al aire no casan con este tinglado. Para compensar, tras los metaleros germanos fue el turno de Monika Linkyté (Lituania) y Noa Kirel (Israel) dos propuestas acordes en un 100% al espíritu del festival, hasta el punto de que dio la impresión de que ambas habían sonado ya antes en boca de otros participantes (este año y también los anteriores). La israelí lloró al acabar su actuación, que concluyó con un baile de lo más chaneliano.
El pop de los eslovenos Joker Out fue la cuota indie de un festival en el que, a esas alturas, ya estaba todo el pescado vendido, pues todos los teóricos favoritos ya habían actuado. La cuota chistosa corrió a cargo de Let 3, que es a Croacia lo que Toreros Muertos o Glutamato Ye-Yé fueron a España. Cerró la anfitriona Mae Muller con un tema flojete, indigno representante del país que ha donado a la humanidad tantas luminarias del pop: sospechamos Morrissey, que en varias ocasiones ha manifestado su disposición a representar a Reino Unido en Eurovisión, se revolvió en su sofá escuchando tal despropósito.

Todo el mundo votó

Eran las 23 horas y 17 minutos cuando se acabaron las actuaciones de los aspirantes y se abrieron las votaciones. Ejercieron su derecho Europa y Australia, como en años anteriores, pero –he aquí la novedad– cualquier espectador pudo ejercer el telefoto desde cualquier punto del globo.
La votación de los jurados profesionales fue la primera en revelarse. Los dos primeros países (Ucrania e Italia) dieron a Blanca Paloma cero puntos, por lo que por segundos nos temimos lo peor: un ridículo. Lo esquivamos, y de largo. Votaron a España Portugal (10 puntos), Letonia (8 puntos), Países Bajos, Azerbaiyán, Alemania (7), Bélgica, Croacia, Armenia, Chipre (6), Reino Unido (5), Australia (4), Moldavia, Islandia, Serbia, Suiza, Chequia (3), San Marino, Estonia, Eslovenia (2), Noruega, Albania (1). En total, 95 puntos, lo que situó a nuestra representante en novena posición. Suecia (340), Israel (177) e Italia (176) encabezaron la clasificación.
El voto popular fue un jarro de agua fría para España (5 puntos) y un empujón para Finlandia (376), que marchaba cuarta (con 150 puntos, a 190 de Loreen) tras la decisión de los jurados profesionales. No obstante, no le dio para superar a Suecia, que finalizó con 583 puntos, por los 526 de los finlandeses.
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