Anthony Quinn protagonizó Las sandalias del pescador
Historias de película
La película que anticipó la elección y el impacto en la Iglesia de Juan Pablo II
En Las sandalias del pescador, Anthony Quinn dio vida a un cardenal proveniente de un país comunista que es elegido Sumo Pontífice
En 1968, la Metro Goldwyn Mayer llevaba a los cines la adaptación de la famosa novela del australiano Morris West de la que había vendido más de seis millones de copias. Con un presupuesto elevado de 8 millones de dólares, le había encargado la realización al director de La vuelta al mundo en 80 días y Misterio en el barco perdido, Michael Anderson. Era su apuesta del año.
Las sandalias del pescador cuenta la historia de un arzobispo ucraniano que, después de pasar veinte años en un campo de trabajos forzados de Siberia, es liberado y nombrado cardenal por el Papa. Poco después, el Pontífice muere y Kiril Lakota es elegido nuevo sucesor de Pedro, provocando gran conmoción en el mundo por provenir de un país comunista.
La película fue inmediatamente bien acogida y valorada, primero por la impecable interpretación de Anthony Quinn en la piel del Pontífice y, segundo, por la no menos impecable recreación de El Vaticano, cuya Capilla Sixtina se levantó en los estudios de la Metro en Los Ángeles. Además, el filme contó con el asesoramiento de expertos vaticanistas para recrear el cónclave y todo lo que se cierne en torno a él y que se configura como una parte fundamental de la película, no solo por lo que se muestra sino por lo que uno de los personajes secundarios, un periodista enviado al Vaticano, va narrando al mundo entero. Y es que el director se esmeró en que todo fuera absolutamente fidedigno y estuviera bien documentado, hasta el punto de que, como no se pudo rodar en la Plaza de San Pedro, se emplearon imágenes de archivo reales en las que aparecía el lugar atestado de gente correspondientes a la elección del Papa Pablo VI en 1963.
Aunque no se menciona explícitamente, la trama está ambientada unos veinte años después del momento en que fue realizada, es decir, en los años 80, cuando Rusia seguía siendo comunista. Eso, junto con el eje central del filme, que es que un cardenal proveniente de un país de Europa del Este sea proclamado Papa, acabaría ocurriendo apenas diez años después, cuando el 16 de octubre de 1978, el cardenal polaco Karol Wojtyła fue elegido Papa bajo el nombre de Juan Pablo II. Así, la película de Michael Anderson se adelantó al reflejar no solo esta posibilidad, sino las futuras relaciones geopolíticas que habría entre la Iglesia y el bloque soviético.
Como el Kiril Lakota de ficción, Juan Pablo II también había sido perseguido por el comunismo y tenía una visión del diálogo entre las naciones que fue fundamental para la caída del régimen y que en el filme aparece como una crisis entre China y la URSS ante cuyas tensiones el nuevo Pontífice interviene como defensor de la paz por encima de toda ideología. Algo que fue revolucionario en la visión que había hecho nunca el cine de la figura del Papa.
Y es que, parte del éxito del filme, que se alejaba totalmente del perfil de películas religiosas que se venían realizando desde los años 50, es que humaniza el papado de manera evidente y emocionante. A ello contribuyó el esmero en hacer una superproducción con un elenco actoral internacional que completaron Laurence Olivier, Oskar Werner, John Gielgud o Vittorio De Sica y una banda sonora de Alex North que se ganó el Globo de Oro y que contó con algunos fragmentos musicales desechados por Stanley Kubrick en 2001: Una odisea en el espacio. Pero, sobre todo, la eficacia del filme radica también en que está estructurado como un thriller político y no como un drama religioso.
Anthony Quinn, en Las sandalias del pescador
Además, la película se estrenó en noviembre de 1968, tres años después de la finalización del Concilio Vaticano II, durante el papado de Pablo VI, por lo que no fueron pocos los que hallaron entre el filme y el espíritu postconciliar muchas semejanzas. Primero, entre los dos Papas, pues el Kiril Lakota del filme destila el tono conciliador y dialogante que definieron a Giovanni Battista Montini y, segundo, por la defensa del diálogo interreligioso, la paz y la apertura al mundo moderno que propone el filme y que está totalmente alineado con el espíritu del Concilio. Y, aunque su tono político y su complejidad argumental repercutieron en su impacto en taquilla, Las sandalias del pescador gozó desde el primer día de un enorme prestigio internacional.
Un prestigio que presagiaba la llegada de un Karol Wojtyła de entonces 48 años que, seguramente, acabó viendo la película en Italia porque en Polonia fue prohibida.