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29 de marzo de 2024

El filósofo y ensayista español Fernando Savater

El filósofo y ensayista español Fernando SavaterEFE

Fernando Savater: «Nuestro problema no es el terrorismo, sino el nacionalismo, y hoy está más asentado que nunca»

Entrevista con el filósofo y escritor en el homenaje a su compañero en la lucha antiterrorista y en la Universidad del País Vasco Mikel Azurmendi

Fernando Savater (San Sebastián, 1947) escribió su último libro tras la muerte de su mujer en 2015. Antes de eso, su producción intelectual y cultural alcanzó más de medio centenar de ensayos e innumerables artículos periodísticos, con los que obtuvo numerosos premios: el Nacional de Ensayo por La tarea del héroe, el Anagrama por Invitación a la ética, el Planeta por La hermandad de la buena suerte y el Francisco Cerecedo de periodismo.
El pensador donostiarra representa la defensa de un pensamiento libre de ataduras ideológicas. Desde su puesto de profesor de ética en el País Vasco, el filósofo, escritor y articulista luchó contra ETA y contra el nacionalismo de todo signo. Defensor del español, fue impulsor del Manifiesto por la lengua común, además de ser uno de los primeros intelectuales en firmar en 2017 el manifiesto Paremos el Golpe, que denunciaba la deriva de Puigdemont y el Govern catalán.
Su carrera y, sobre todo, su recorrido intelectual corrieron en paralelo al del filósofo y antropólogo Mikel Azurmendi, fallecido el 6 de agosto. Savater intervino en el acto homenaje celebrado en Madrid en memoria de su amigo, y allí atendió las preguntas de El Debate.
–Tras el fallecimiento de su esposa en 2015 escribía que no había vuelto a ser feliz de verdad. ¿Ha cambiado ese juicio?
–Yo entré en la tristeza cuando perdí a mi mujer, Sara; fue para mí un golpe tremendo. Su ausencia es algo de lo que no me he repuesto. Sigo pensando en ella a diario, y cuando la recuerdo lo hago con lágrimas. Pero la vida continúa… Durante mucho tiempo tuve la esperanza de que cuando ella muriera, me moriría yo inmediatamente después. He seguido viviendo, pero sin abandonar ese fondo de tristeza de la vida; ahora tengo otra vida, otros amores con los que intento trampear con el dolor.
–«Para quien de verdad ha amado y ha perdido a la persona amada, el amortiguamiento del dolor es la perspectiva más cruel, la más dolorosa de todas», escribe.
–Lo que no toleraría jamás es vivir tratando de olvidarme de Sara. Distraerme, pensar en otra cosa, buscar el olvido: eso nunca. Aunque pensar en ella constantemente es una fuente de dolor, a veces también la recuerdo con una sonrisa. La echo de menos todos los días. Incluso recordándola y sin perder de vista la ausencia, han pasado siete años, y yo he seguido viviendo cada día.
–También decía que escribía para que Sara le quisiera. ¿No volverá entonces nunca a escribir?
–Solo he seguido haciendo mis artículos periodísticos. Me entretiene y, la verdad, necesito ganar dinero. Pero más libros no pienso escribir. Ahora voy a editar uno, en diciembre, sobre una selección de mis columnas de estos últimos seis años, comentadas. Pero nada más.
En el libro «La peor parte», Fernando Savater reflexiona sobre la tristeza tras la muerte de su mujer, Sara

En el libro 'La peor parte', Fernando Savater reflexiona sobre la tristeza tras la muerte de su mujer, Sara

–Sus manuales sobre ética, política y sobre el sentido de la vida han sido claves en la formación de toda una generación. ¿Ya no los ve necesarios?
–Creo que hay muchos que pueden hacerlo mejor que yo; hay que dejar paso a otros. ¡Afortunadamente, la vida no acaba conmigo! Y prefiero que sean personas que han nacido y crecido en democracia y no tienen que luchar contra fantasmas del pasado, como esos que quieren rescatar continuamente el franquismo y el guerracivilismo… El problema actual de la democracia no es Franco: hoy tenemos autoritarismos de otro tipo muy vivos en España.
–Usted ha sido un gran defensor de la necesidad de la ficción novelada. ¿Cree que somos peores porque no leemos ficción?
–Creo que es imprescindible adentrarnos en ella. Hay quienes no leen novelas en el sentido tradicional, pero las redes sociales están llenas de ficción, hay juegos basados en historias fantásticas, consumimos cine y series… Puede que la gente ya no lea a Dickens, lo cual es una pena, pero la ficción continúa.
–¿Qué opina del género de la autoficción, tan en boga hoy?
–No es mi género. Me gustan los relatos diarios, de memorias, las autobiografías… casi es lo que más leo ahora. Pero no entiendo a los que cuentan su vida inventándosela. Aunque en todas las narraciones autobiográficas hay algún elemento ficticio normalmente no intencionado; después de todo, el «yo» es un personaje ficticio que admite ligeras variaciones fantásticas. Cuando recreo mi pasado, mi «yo» de 20 años me lo estoy inventando un poco… porque han pasado más de 50 años.
–¿Introdujo usted ficción en su autobiografía, Mira por dónde?
Todo lo que incluí en mi autobiografía lo consideraba verdad cuando lo escribí. Si me equivoqué debido a mi memoria no lo sé, pero no había ningún proyecto de ficcionar mi biografía. De hecho se llama Mira por dónde como una declaración de intenciones: por aquí fue mi vida.
–A día de hoy, ¿qué cultura consume Fernando Savater?
–No me gustan las series, me aburren muchísimo. Veo muchas películas, sobre todo antiguas; me las compro por Amazon y cada noche veo una. Me encanta el cine de los años 50 y 60, de serie B, fantástico… En cuanto a libros, releo mucho, y me gusta la ficción, la ciencia ficción, la fantasía, la novela policiaca… Algo que ha cambiado es que ahora leo por placer: ya no estudio y no me pongo nunca obligaciones. Me da exactamente igual ese fenómeno de estar al día de aquello de lo que habla todo el mundo: a mí me da exactamente igual.

Savater y Mikel Azurmendi, más que amigos: hermanos

–Ha fallecido recientemente el filósofo y antropólogo Mikel Azurmendi, luchador incansable contra ETA y amigo suyo. ¿Cuál es su grandeza?
–Mikel y yo fuimos amigos durante muchísimos años, incluso antes de que él diera clase en la facultad [Savater y Azurmendi coincidieron como profesores en la Universidad del País Vasco]. Lo increíble es que hemos sido amigos en las distintas vidas que hemos vivido cada uno. A diferencia de casi todas las personas que he conocido, Mikel ha sido alguien que ha mejorado con la edad. Hizo un gran trabajo de maduración y autocrítica, y una reflexión seria sobre la vida, de manera que acabó siendo verdaderamente más sabio y más caritativo. Fue un hombre extraordinario.
–Mikel militó en ETA y después consagró toda su vida a luchar contra el terrorismo. ¿Es esto posible?
–Mikel es el ejemplo perfecto de que a través de una reflexión seria y un ejercicio crítico se puede salir del terrorismo. Y no como lo que estamos viendo ahora mismo, con Otegi diciendo que es cosa del pasado, sino apoyándose en la Constitución y en las leyes. Mikel salió de la violencia, como lo hicieron otros como Teo Uriarte, pero no porque «ya tocaba abandonarla», sino porque se dio cuenta de que la ideología era tan mala como la violencia.
–¿Cómo cree que se produjo este cambio en él?
–Mikel ya había dejado la violencia cuando yo le conocí. Compartimos las luchas en el País Vasco, en ¡Basta Ya!, y en general la resistencia al terrorismo. Hay que entender de dónde venimos, porque eran tiempos diferentes. La militancia política de muchos de nosotros se centraba en la lucha contra el franquismo, ese era el enemigo de nuestra juventud. Me hacen mucha gracia hoy los que son de izquierdas sin ningún miedo ni peligro, porque nosotros éramos de izquierdas en una época en la que estaba penado con años de cárcel. Una vez que se acabó el franquismo, muchas personas se replantearon hasta qué punto tenía sentido seguir haciendo actividades violentas si ya habíamos alcanzado la democracia. Con el sistema democrático puedes proponer cambios dentro del propio sistema, siguiendo sus cauces. El problema era que muchos no entendían que oponer un totalitarismo de izquierdas a un totalitarismo de derechas era igual de malo o peor: el problema no era la izquierda o la derecha, sino el totalitarismo. Mikel Azurmendi sí entendió esto. No se trata de cambiar a Franco por Fidel Castro, sino cambiar a los dos por la democracia. Eso hay algunos que todavía no lo han entendido, y lo peor es que están en el Gobierno.
Fernando Savater en el acto homenaje a Mikel Azurmendi

Fernando Savater en el acto homenaje a Mikel AzurmendiÁlex Pozuelo

–¿Cómo vive uno con una pistola continuamente apuntándole a la cabeza?
–Depende del carácter cada uno. Algunos vivían sobresaltados, algunos otros con mucha inconsciencia. Mi preocupación eran mi mujer, Sara, y las personas a las que quería. Yo particularmente no me lo tomaba muy en serio, conseguí no vivir aterrorizado toda la vida. Pero sí vivía indignado. Siempre tuve miedo por Sara, pero no por mí, aunque se me hizo muy largo, fueron años agotadores en los que me daba cabezazos contra el muro del separatismo y el cerretismo del nacionalismo. Fue muy cansado.
–Un problema que no se ha acabado y continúa hoy…
–Es que el problema nunca fue el terrorismo, sino el separatismo y el nacionalismo. Quiero decir, la violencia fue una consecuencia, un subproducto: el problema es el cerretismo de los seguidores de Sabino Arana. El mal del País Vasco es el nacionalismo, y hoy está más asentado que nunca, ¡y dentro del Gobierno! Ahí tenemos a Batasuna, Bildu o como quieras llamarlo, porque en el fondo es ETA, es el brazo político de ETA. Para ellos las armas fueron un instrumento, pero su verdadera arma fue la imposición de una ideología que hoy continúa activa. El terrorismo no fue un fin en sí mismo, sino un medio para conseguir lo que, de hecho, han conseguido: llegar al Gobierno. Había objetivos más «inmediatos», como echar a la Guardia Civil del País Vasco, pero a largo plazo buscaban convertirse en una fuerza política dominante y tener al Ejecutivo atemorizado.
–Entonces ¿tenemos el mismo problema en Cataluña?
–En Cataluña tenemos el problema de los que intentan convertir la ciudadanía en algo que deriva del terruño. Pero la ciudadanía es uno de los derechos abstractos que da el estado democrático, y convertirla en la tierra que pisas es lo mismo que fundarla sobre un sexo o sobre la raza. El separatismo es un mal de España desde el siglo XIX, es un integrismo antidemocratizador contra el estado democrático, pero ahora hemos llegado a unas cotas absurdas.
–¿Cree que la gente es consciente de lo que significa que ETA esté en las instituciones?
–La gente no tiene ni idea, no sabe lo que ha pasado. Los chicos de 20 años no saben quién era Miguel Ángel Blanco. Hay una ignorancia brutal, además de una mitología imbécil de izquierdas según la cual los que luchan contra España y contra el orden y el Rey parecen venidos del Cielo. Como siempre, ser tonto es un problema, y no sé cómo se cura eso. Los profesores podemos intentar que entiendan y enseñar la historia, pero es el alumno el que tiene que aprender.
–¿Cómo vivió los últimos años de Mikel Azurmendi, la evolución de su pensamiento, los últimos hitos de su vida?
–Muy bien, nos veíamos muy a menudo; teníamos un grupito de amigos de los que fuimos profesores en Zorroaga, y nos gustaba mucho reunirnos para comer. Mikel nos invitaba allí, a su casa en el Monte Igueldo, y charlábamos de todo. Era muy vital, siempre me estaba pasando libros de espiritualidad, aunque no tenía mucho éxito (risas). Siempre le he admirado: una persona capaz de esos cambios ideológicos, de partido… y que llegó a pasar de la incredulidad a la fe con su conversión al cristianismo. Le tengo un gran respeto. Las fases de la vida de Mikel Azurmendi demuestran que es alguien que siempre se tomó la vida en serio, que meditaba sobre ella y reflexionaba sobre la trascendencia.
–De forma paralela, hay un punto de inflexión en su vida, que se refleja en su libro La tarea del héroe (1981), donde dice: «He sido un revolucionario sin ira; espero ser un conservador sin vileza».
–Es una forma de hablar: a los escritores nos gustan las fórmulas redondas. Como tantos otros de mi generación, yo me comía el mundo crudo cuando tenía 20 años, solo pensaba en luchar por la democracia. Pero mi lucha era contra la dictadura. Los antisistema de hoy en día son antidemócratas, porque si estás contra el sistema estás contra la democracia. Yo era antisistema porque estaba contra el totalitarismo, y cuando llegó la democracia dejé de serlo. Ese fue también el caso de Mikel. Ahora la democracia no es perfecta, pero sí es una vía para encontrar mejoras sociales concretas, que es lo que todos buscamos.
–Tanto Mikel como usted representan la defensa de un pensamiento libre de ataduras ideológicas. ¿Es eso posible hoy?
–Vivimos en el sectarismo, pero no es un invento reciente. También hay hoy mucha gente que representa lo que representábamos nosotros, que busca mejorar la sociedad, pero dentro del sistema. Hoy hay dogmas absurdos en la llamada cultura 'woke' y en la cultura de la cancelación; hay ideologías radicales sobre feminismo y animalismo que parece que hay que respetar como si fueran la voz de Dios. Pero muchos están hartos, y los que tenemos más edad y más experiencia podemos decir: «Tenéis razón. Si creéis que el ser humano no puede elegir su sexo autodeterminándose, tenéis razón, porque es una estupidez».
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