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24 de abril de 2024

El escritor Ignacio del Valle

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Ignacio del Valle: «Hay que conocer tanto la historia de España como la general para no ser engañados»

«El problema de la polarización es que no somos capaces de buscar un consenso ni un término medio, estamos buscando siempre los extremos», afirma el escritor, que presenta su nueva novela, Cuando giran los muertos

El escritor Ignacio del Valle llega al mundo editorial con una nueva obra, Cuando giran los muertos, una narración de la segunda mitad del siglo XX en la que el thriller y el suspense marcarán el transcurrir de la historia. Una novela trepidante con la que ha ganado el Premio Ateneo de Sevilla 2021 y que vuelve a tener como protagonista a Arturo Andrade y a la ciudad de México como lugar de los acontecimientos.
El tiempo de los emperadores extraños, Los demonios de Berlín, Soles Negros… Una saga llena de tensión e intriga con personajes con todo tipo de cualidades. Con Cuando giran los muertos ya van seis entregas, ¿qué le ha impulsado a escribirla?
–Necesitaba algo que hubiera ocurrido en el intervalo de los años 49-50 porque era la siguiente novela de Arturo Andrade. Encontré unas expediciones culturales que eran muy extrañas y que había montado el Ministerio de Asuntos Exteriores franquista, Martín-Artajo. Unas expediciones sobre lecturas poéticas a Hispanoamérica. Para ello se fichó a personas como Agustín de Foxá, Leopoldo Panero, Luis Rosales y los puso a leer poesía por todas las capitales de América. Viniendo de la España franquista, donde algunos les recibían a tiros, con amenazas… Después se iban a Panamá, donde estaban los teatros llenos de gente y aplaudiendo. Todo eso me dio pie para crear el personaje que es Félix Arcadia, que es un trasunto de Agustín de Foxá. Arcadia es un diplomático y escritor español que va a anunciar una lectura a la ciudad de México y después hace un viaje. Es secuestrado en la Sala de Morelia, que está en la Universidad de San Nicolás de Hidalgo y que fue una de las universidades que recibió a autores republicanos como María Zambrano y ahí está también Arturo Andrade, que es el protagonista de la serie, y está encargado de su seguridad… A partir de ahí hay una búsqueda frenética por todo México y eso implica que pase por un montón de paisajes y personajes.
–La historia ocurre en un país conocido por los paisajes de montaña, desiertos y selvas. Un país que culturalmente es muy conocido, México. ¿Por qué escoge este territorio?
–Por dos razones. La primera, porque venía de otra novela, que es coronada en 2019, donde me había pasado tres años de documentación sobre una expedición de Francisco Arque de Coronado en 1540 al sur de EEUU. Una de las grandes expediciones de la conquista española, pero que es poco conocida. Al estar tanto tiempo, no acababa de salir del territorio mexicano. Entonces lo que hice fue conectar el siglo XVI con 1950. La segunda, porque me parece fascinante el país y he ido todo lo que he podido, culturalmente es espectacular.
–El título Cuando giran los muertos, cuanto menos, resulta un tanto llamativo.
–Se me ocurrió en un viaje que hice a México y fuimos a la ciudad de Cholula. Esta ciudad es como el Vaticano del imperio mexicano, donde había unos trescientos templos. En Cholula había un festival y de repente me encontré a Los Voladores de Papantla que consiste en un palo clavado al suelo de veinte metros donde hay un tío arriba tocando un tambor y hay cuatro señores colgados de unas cuerdas. Todos van girando y se van desenrollando las cuerdas hasta llegar abajo. Son trece vueltas y se suman cincuenta y dos que coincide con la cosmología mexicana, ya que el mundo acaba para ellos cada cincuenta y dos años. En realidad, es un mito de fertilidad totémica. Mientras veía aquello estaba con un nudo en la garganta porque pensaba que esos tíos estaban muertos porque no había nadie debajo. Si cae uno, se caen todos y se mueren. «Muertos que giran». Y pensé que se podía relacionar con la vida y la muerte de la novela, con todos los personajes girando, muriendo uno detrás de otro… Encajaba muy bien en el contenido del guion.
'Cuando giran los muertos', la nueva novela de Ignacio del Valle

'Cuando giran los muertos', la nueva novela de Ignacio del Valle

–También cabe destacar el uso del idioma para darle una mayor verosimilitud a la historia. En este sentido, ¿le ha resultado dificultoso adaptar el idioma a la historia?
–Ese aspecto de la novela ha sido muy divertido porque tenía claro que, si tenía personajes en México, parte de ellos tenían que hablar en mejicano. El trabajo que hice fue leer muchos autores mejicanos y mucha RAE mexicana. Y la estrategia fue la misma que hice con Coronado. Intenté copiar a un cronista de indias que estaba utilizando el español del siglo XVI, el cual es maravilloso, pero muy complicado y la gente no lo entiende, a no ser que estés mucho tiempo con él. Lo que hice fue buscar muchas palabras singulares y significativas que quizá no se entiendan, pero sí dentro de un contexto sí. Como chela o tanprontista.
–La novela vuelve a tener como protagonista a un personaje que le ha acompañado desde el principio, Arturo Andrade. ¿Cómo ha evolucionado a lo largo de los años?
–Arturo Andrade nace en 2003 con la necesidad de contar una historia que a mí me interesaba sobre algo de la historia. En 1939 se produce el traslado del Museo del Prado con los fondos de la Guerra Civil. Eso me pareció una aventura épica, absolutamente apasionante, y ahí creé el personaje. A partir de ahí, nacen cinco novelas más. Las vigas maestras del personaje son casi siempre las mismas porque todos las tenemos, ya que sustentan nuestra personalidad. En este caso, un tío inestable, violento y culto, pero que no está bien de la cabeza. Y esto enfrenta en cada momento con una historia. La segunda novela, El tiempo de los emperadores extraños, que fue llevada al cine, es la presencia de la División Azul en Rusia donde ocurre un asesinato en la unidad. La tercera novela Los demonios de Berlín ocurre en 1945 con la caída del nacionalsocialismo. La siguiente obra, Soles Negros, es en 1947 con el robo de niños que se produjo a lo largo de toda la posguerra española, donde desaparecieron unos treinta mil niños, se les cambiaba el nombre y los vendían a las familias del régimen.
–Además de la evolución de Andrade, ¿podemos ver un poco de usted en esta última novela?
–En el propio Arturo Andrade hay partes que son mías. Aunque es un personaje conformado por muchos mimbres, quizás en lo que más se puede parecer a mí es que considero que hay que tener dos o tres directrices en la vida. Y que no hay que cambiar una serie de principios para enfrentarte a ella.
–¿Y se ha inspirado en algún otro personaje de la época a la hora de caracterizar a los protagonistas?
–En Agustín de Foxá con Félix Arcadia. Cuando tenía veinte años había una época donde había mucha precaución con los escritores de derechas, fascistas o falangistas. Y todo cambia a raíz del ensayo de Andrés Trapiello que se llama Las armas y las letras. En ese momento cayó en mis manos, por casualidad, el libro Madrid de corte a Checa, de Agustín de Foxá. Me pareció, al margen de las ideologías, un libro estupendamente escrito. Y a mí, que no me importa si eres rojo, azul o del planeta Venus, si escribes bien me da igual, me interesé por el articulismo y por la poesía de él, además de que es un personaje en sí mismo. Tiene muchas peripecias, salidas del tiesto, frases estupendas… Como por ejemplo «Soy conde, soy gordo, fumo puros, ¿cómo no voy a ser de derechas?». Es el típico personaje que tiene una novela.
–La obra también relata las historias de gente que, tras la guerra, fueron sometidas al exilio, el odio y la venganza. ¿Cree que en la España actual se están produciendo este tipo de cuestiones?
–Una cosa es el mundo o ámbito político y otra, el ciudadano de a pie. Nosotros tenemos que vivir, ellos que se monten sus películas. Todo el teatro que se monta en el Congreso de los Diputados debería de afectarnos lo mínimo. Lo bueno de la democracia, como decía Popper, es que podemos echar a la gente cada tanto tiempo sin recurrir a la violencia.
–La novela pone en contexto muchas situaciones que han ocurrido en España. ¿Cree que es necesario que los jóvenes conozcan la historia para entender su libro?
–La historia de España es esencial para saber en qué planeta estás. Hay dos cosas que no se pueden hacer. El presentismo que es estar juzgando situaciones que han ocurrido hace 200 o 300 años con los parámetros mentales del siglo XXI. Eso es imposible, no puedes juzgar a una persona de hace tanto tiempo, la gente hizo lo mejor que pudo. Es como la expresión de «el perro de Alcibíades» que cuenta que Alcibíades, político griego, un día compró un perro que le costó un montón de dinero y por la tarde le cortó la cola. El rumor que había por Atenas era que este político le había cortado la cola a su perro y le pusieron a caldo. Entonces le preguntaron que por qué había hecho eso, y él contestó que mientras ellos hablaban de lo ocurrido, podía fijarse en otras cosas. Y hoy está pasando lo mismo, tanto en la izquierda como en la derecha. Y, por otra parte, el analismo, que es más peligroso que el presentismo. Empieza por el populismo, cuando dicen que la historia de España comienza a partir de ahora. Y no, tiene como mínimo unos 2000 años. Podemos remontarnos a cuando los romanos empiezan a escribir nuestra historia, después tenemos a los visigodos, a los árabes… Tienes que saber tanto la historia de España como la general, porque si no te van a engañar. Es peligroso no saberla.
–¿Podríamos extrapolar o comparar la situación del libro a la actual?
Siempre estamos en la polarización, pero eso es muy antiguo. Pompeyo Trogo, por ejemplo, dice que «cuando no tienen enemigos fuera, los buscan dentro». El problema de la polarización es que no somos capaces de buscar un consenso ni un término medio, estamos buscando siempre los extremos. Hablando de los escritores, mucha gente dice que «la izquierda tiene mejores escritores durante la Guerra Civil». Eso es discutible en todos los sentidos: Josep Pla, Junqueiro, García Serrano… Lo que no es discutible es que García Lorca fue el gran poeta de su generación, pero eso no quiere decir que grandes escritores como Arturo Barea no lo fueran. El problema es la propaganda o el agitprop que unos hacen mejor que otros, además de los clichés y los lugares comunes. Hay que acabar con todo eso o al menos intentarlo. Somos personas que nos interesamos por la realidad.
–La vida de Arturo Andrade no tiene fin y en cada novela se descubre algo más de él que no sabíamos, ¿será esta la última entrega de la saga?
–No, va a depender de si sigo biológicamente bien. El plan es que estamos en 1950 y la idea es llegar hasta 1970. Arturo Andrade ya tendrá sus añitos y yo seré un señor de 70 años. Tengo episodios de la historia que me interesan y los cuento a través Andrade, y como los intervalos de una novela a otra son cuatro años, mientras, hago otras cosas como novelas o proyectos. Por ejemplo, dentro de poco sacaré un libro de artículos.
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