
El Ágora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia es, desde este martes, el noveno CaixaForum de España
Una nueva vida para el fallido Ágora de Calatrava: renace 16 años después como CaixaForum Valencia
El nuevo centro cultural se inaugura el 21 de junio con una propuesta expositiva que pretende dejar atrás la polémica del edificio de la Ciudad de las Artes y las Ciencias
La historia del Ágora es el último requiebro de la fiebre arquitectónica, o de la arquitectura escultórica en la que el continente tiene prevalencia sobre un contenido no pensado... o inexistente. Se convirtió en emblema de la mala arquitectura trofeo, y fue un galeón más sobre el ya abultado historial de fiascos atribuidos y atribuibles a Santiago Calatrava.
Sin embargo, ahora el edificio perteneciente a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia tendrá una nueva vida. O mejor: estrenará la suya, que lleva dieciséis años en pausa, como una ballena varada en la orilla a la espera de que alguien decida devolverla al mar o aprovechar lo que tenga que ofrecer. Aunque según su ideólogo no es un cetáceo, sino dos manos gigantes, de 80 metros, que se estrechan, cubiertas de 'trencadís'. «Espero que el edificio se lea como la pieza central de todo el conjunto», declaró poco antes de la inauguración, que nunca llegó a producirse.
El arquitecto Enric Ruiz Geli, autor del Media-TIC o de El Bulli Foundation, ganó el concurso para dar forma al CaixaForum de Valencia, que será el nuevo inquilino del último bastión del calatravismo español. Un acuerdo entre la Generalitat Valenciana y la Fundación La Caixa encontró la respuesta: se convertiría así en el noveno CaixaForum del país en un proyecto público pensado y desarrollado con dinero público.
El proyecto del nuevo CaixaForum Valencia
La «ballena vacía» se convierte así, a partir del 21 de junio, en un enorme complejo cultural, turístico y de ocio, aunque su génesis, construcción, coste y testimonial uso desde aquella primera piedra puesta en 2006 han sido siempre objeto de polémica. El proyecto expositivo pretende resucitar la idea original del arquitecto valenciano como plaza pública, lugar de encuentro y sede de innumerables actividades, todo ello dentro de un gigantesco edificio que ambicionaba retos para el siglo XXI, pero que en 2015 se cerró a cal y canto.
Fueron apenas cinco años con competiciones deportivas, semanas de la moda, conciertos, cumbres digitales y poco más. El penúltimo proyecto de Calatrava en España (el Palacio de Congresos de Oviedo, de 2011, es el último hito de su bagaje arquitectónico nacional) se convirtió en centro de polémicas y un elemento incómodo de gestionar en la mundialmente conocida Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Una obra «metafísica»
Tras la paulatina construcción del Hemisfèric, el Museo de las Ciencias, el jardín del Umbracle y el Palau de les Arts (el Oceanogràfic no es obra suya), Santiago Calatrava, ya como uno de los arquitectos más reconocidos e influyentes del mundo, quiso poner el broche final a su gran proyecto inmaculado de la Ciudad de las Artes y las Ciencias con otro hito visual de proporciones épicas: una «obra metafísica» que iría más allá de la materia para convertirse en lugar sacrosanto de reunión.
Dominada por el azul, pero con el blanco como guiño cromático al resto de piezas del complejo que culmina los 10 kilómetros del Jardín del Turia –el paseo verde que transformó el antiguo cauce del río hace ahora 35 años–, esta inmensa estructura metálica presenta una planta de elipse apuntada, antropomórfica, que recuerda a media almendra y con 80 metros de alto y 66 de ancho. Tiene una superficie total de casi 10.000 metros cuadrados y está situada entre el Museo de las Ciencias y el Oceanogràfic, pegado al puente de l'Assut d'Or (el tercero de Calatrava en València e inaugurado en 2008) y es prácticamente imposible no verlo, tanto por su altura como sus reflejos cromáticos azulados.
La idea original, auspiciada en 2005, era aún más ambiciosa: formaba parte de un gigantesco proyecto final de Calatrava que dominaban tres rascacielos helicoidales de 308, 266 y 220 metros (llamados Valencia, Alicante y Castellón y destinados a viviendas y oficinas), junto a un apeadero del AVE y otro edificio horizontal que se bautizaría como Mediterráneo. El Ágora de ese proyecto sería la gran plaza pública multifuncional que completaría la Ciudad de las Artes y serviría como «lugar de encuentro y asamblea» (en griego) en el marco de la «memoria colectiva» de la cultura clásica mediterránea y que, con capacidad para 3.000 personas, acogería aquellos grandes eventos nacionales e internacionales tan en boga en esa época.
El proyecto original de Santiago Calatrava, con los tres rascacielos junto al Ágora
En ese cajón de sastre cabían desde congresos hasta competiciones deportivas, conciertos, ferias del libro y de sellos, pasarelas de moda, exposiciones, ferias temáticas y actos lúdicos. Además, estaba previsto que un enorme sistema hidráulico modificara su estructura con unas lamas móviles que, como alas o parasoles gigantes, coronarían y elevarían su cúpula.
En 2006 la Generalitat adjudicó la construcción del Ágora por 41 millones de euros (honorarios del estudio de Calatrava aparte) a una UTE formada por las empresas valencianas Lubasa, Cyes y Rover Alcisa. El 13 de junio de ese año, Francisco Camps y Rita Barberá pusieron la primera piedra del Ágora, cuyo presupuesto había subido ya a 60 millones, y prometieron que estaría lista para la entrega de trofeos de la Copa del América de vela de 2007. Pero no pudo ser y su primer acto público fue en 2009 con un torneo internacional de tenis.
Hace cinco años, el Ágora sirvió para albergar algunos eventos deportivos, como el Open 500 de Tenis, antes de ser clausurado
Desarrollo en pausa, reanudado
Tras algunos eventos sociales y deportivos, las únicas noticias que ha generado son las relacionadas con sus desperfectos, sobrecostes (la oposición habló de 100 millones de euros de coste final), responsabilidades patrimoniales (quién debía pagar las goteras o puertas rotas) y polémicas políticas. Además, Santiago Calatrava eludía la responsabilidad de los desperfectos y la relación entre el arquitecto y la Comunidad Valenciana se tensó hasta romperse.
Y mientras, en un solar cercano, yacían abandonadas las famosas lamas gigantes que iban a coronar ese Ágora, desechadas del proyecto final, al igual que aquellos rascacielos y el apeadero del AVE de la idea inicial.
Pero llegó febrero de 2017 y la Fundación la Caixa anunciaba, con el visto bueno del Consell del Botànic (PSPV y Compromís), que en 2020 fijaría allí su noveno CaixaForum en España. Empezaba entonces, para este edificio imponente pero vacío, un largo proceso de rehabilitación que, además, sufrió el parón obligado por la pandemia; dos años de obras y 19 millones de euros de inversión después, el Ágora está listo para salir en todas las portadas y redes sociales por su continente y su contenido, ya no solo por su polémico pasado.