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18 de abril de 2024

Julio García Vico, director de orquesta

Julio García Vico, director de orquesta

Entrevista

Julio García Vico: «El Arte es siempre un acto político. Cuando interpretas a Beethoven estás haciendo política»

El talento del joven director de orquesta, que antes de final de año dirigirá a la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo, es poco o nada conocido aún en su propio país

A sus veintinueve años, Julio García Vico (Cádiz, 1992) ha ganado dos de los más prestigiosos galardones que en el mundo reconocen la calidad de los directores de orquesta. Si hace un par de años logró con todo merecimiento el primer Premio Alemán de Dirección, en 2021 fue el prestigioso «Donatella Flick» el que le ha abierto ahora las puertas de la Sinfónica de Londres para colaborar con algunos de los mejores maestros actuales, como Simon Rattle o John Elliot Gardiner. Precisamente unos de estos directores, Antonio Pappano, acaba de llevárselo estos días para trabajar con él en el Covent Garden londinense, uno de los templos de la lírica europea. Como suele ocurrir en estos casos, el talento fuera de toda duda de García Vico, que antes de final de año dirigirá a la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo, es poco o nada conocido aún en su propio país. Aunque la Orquesta Nacional, la Ciudad de Granada y la Sinfónica de la RTVE ya han tomado buena nota de su notable proyección y lo han invitado para futuros compromisos, ningún teatro de ópera español ha reparado aún en su valía.
–«Julio tiene un temperamento muy contagioso que se traslada a la orquesta y a los cantantes. Muestra un lenguaje corporal muy singular, sus interpretaciones plásticas derivan de su profundo conocimiento de la partitura. Es un talento del que estamos convencidos que oiremos hablar mucho en el futuro». Eso ha dicho de usted Lothar Zagrosek, conocido director de orquesta y presidente del jurado del Premio Alemán de Dirección, que usted ganó hace un par de años. Por otra parte, he leído en algún sitio que el flamenco tiene mucho que ver con su modo de dirigir. ¿Es un usted un prototipo de director danzarín? Defínase….
–En absoluto me definiría cómo director bailarín, más bien lo contrario, mi visión de la música ha sido más bien teórica o intelectual. Sin embargo, nuestra función es transmitir y emocionar, y si realmente tu alma se sumerge e impregna de música, tu cuerpo va a transmitir estas emociones, que finalmente llegan al público. Mi redescubrimiento del flamenco y su inclusión en mi técnica de dirección ha sido relativamente actual. Un punto emocional muy importante de mi carrera fue dirigir la sinfonía de Shostakovich con texto de Lorca, lo que me hizo redescubrir este escritor que me había influido tanto en mi adolescencia. De repente me había releído todas sus obras y me veía inmerso en esa fascinante España de principios de siglo. Eso me llevó a buscar un profesor y aprender baile flamenco, que es en mi opinión el epicentro de toda nuestra cultura, de una riqueza y complejidad descomunal. De alguna manera siento que es mi responsabilidad como artista el llevarla dondequiera que vaya.

Ahora mismo estoy en el Royal Opera House, Covent Garden, donde estoy gracias a Antonio Pappano, de quien también fui asistente con la London Symphony

–Al éxito en Alemania le ha seguido su experiencia londinense. Como ganador del «Donatella Flick», uno de los galardones más prestigiosos para un director de orquesta, ha tendido usted la posibilidad de trabajar como asistente de Simon Rattle, Antonio Pappano o John Elliot Gardiner en la Sinfónica de Londres. ¿En qué ha consistido su tarea y cómo cree que le ayudará en el futuro?
–Mi trabajo depende del director, con Simon Rattle mi trabajo consiste en dirigir algunos ensayos para que él pueda verificar la acústica de la sala. Otros quieren que tome anotaciones y haga correcciones desde el auditorio. Lo fascinante del trabajo de asistente es estudiar las obras y poder confrontar tu visión de ellas con la del maestro. Este trabajo me ha cambiado completamente la vida, de pronto te rodeas de artistas de primer nivel que te inspiran constantemente y te ayudan a superarte. Ahora mismo estoy en el Royal Opera House, Covent Garden, donde estoy gracias a Antonio Pappano, de quien también fui asistente con la London Symphony, por lo que este trabajo sí me está abriendo puertas.
–Cuando García Navarro, el director musical del Teatro Real tras su reinauguración, estudiaba dirección orquestal en Viena, su profesor, el célebre Hans Swaroswsky, se refería a él como «el torerito». ¿Ha cambiado la percepción de los directores españoles, o en los principales centros se les sigue considerando como una excentricidad?
–Ha cambiado totalmente, gracias a la globalización. Yo personalmente nunca me he sentido encasillado artísticamente por ser español, pero sí por ser joven. Hay muchos repertorios que no me permiten hacer por mi edad.
–Lo cierto es que después de Argenta, solo Frühbeck de Burgos logró algo parecido a una gran carrera internacional. López Cobos, Gómez Martínez y ahora Juanjo Mena han obtenido logros importantes… pero, salvo ahora mismo Heras-Casado, que ha sido invitado para inaugurar el próximo Festival de Bayreuth (un Bayreuth en franca decadencia, todo hay que decirlo), no hay directores españoles en prácticamente ninguna de las grandes citas musicales, ni al frente, como titulares, de ninguna de las mejores orquestas del mundo. ¿Qué nos falta para dar ese paso?
–Creo que es ver el vaso medio vacío, para ser un país sin tradición musical tenemos un número altísimo de músicos de primer nivel. Lo que marca la diferencia es el apoyo al producto propio, que es muy grande en Inglaterra o Alemania y aquí prácticamente inexistente. Con premios mucho menores que los míos, muchos compañeros han recibido puestos en sus países que les han permitido desarrollarse. Los españoles tenemos que combatir en el extranjero, donde muchos talentos se pierden por el camino por falta de apoyo y oportunidades. Un apoyo al producto nacional (sin discriminar al extranjero, que sería un error) y la creación de ídolos nacionales jóvenes propiciaría también que el nuevo público tuviese referentes cercanos y curiosidad por el Arte.

Si no tienes apoyo en tu país, difícilmente lo encontrarás en el extranjero. El problema es que todos esperan a que aparezcan directores experimentados por arte de magia

–Mientras las autoridades españolas se empeñan en retirar la música de los planes de estudio, un joven criado en Chiclana ha asombrado al jurado del Donatella Flick dirigiendo en la final de memoria, el único en toda la historia del certamen en hacerlo. En su caso parece que fue la casualidad, un disco de Chaicovsky llegado a tiempo, lo que prendió la llama. Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí?
–Ha sido un camino muy lento, con muchísimas dificultades. Lo que desde fuera parece una explosión casual es realmente parte de un proceso muy complejo, donde comienzas siguiendo un sueño, y con una cantidad inimaginable de trabajo, ilusión y suerte todo acaba dando frutos.
–Los programadores españoles, las orquestas, ¿suelen apostar demasiado tarde por los jóvenes directores, solo cuando obtienen éxitos fuera?
–Exactamente. Antiguamente si ganabas un concurso importante te ofrecían una titularidad, pero hoy día los programadores se deciden por directores extranjeros, pensando que esto traerá prestigio a la orquesta, o prefieren no arriesgarse y esperar a que tengas éxitos en otros países. Si no tienes apoyo en tu país, difícilmente lo encontrarás en el extranjero. El problema es que todos esperan a que aparezcan directores experimentados por arte de magia, cuando la realidad es que es una carrera de fondo muy compleja, tanto en el plano musical cómo organizativo y psicológico.
–El gran Alberto Zedda solía decir que una orquesta sinfónica que no frecuente la ópera no podía ser buena ni en una cosa ni en la otra. Con los directores pasa lo mismo. Los que quedan entre los más grandes (Barenboim, Mehta, Muti…) y los que aspiran a serlo (Petrenko, Thielemann, …), lo hacen también. Usted parece moverse como pez en el agua en ambos territorios, ¿por qué cree que no dirige ópera en España?
–Tengo esperanzas de poder comenzar pronto y poder traer la magia de la ópera a los teatros españoles. Es sin duda mi repertorio favorito y mi formación como correpetidor me ha permitido adentrarme en los grandes títulos de la mano de distinguidos maestros.

Lo fundamental es el apoyo institucional y el interés en inculcar la sensibilidad por el Arte

–Por cierto, ¿no siente la ausencia de un gran festival español para el verano, como los que se celebran en Europa? A Granada le faltan cuatro o cinco títulos de ópera para poder llegar a serlo, el resto son absolutamente irrelevantes en el contexto europeo… Usted que ha formado parte del Consejo de la Música de Alemania, ¿qué debemos hacer para poder llegar a considerarnos una gran potencia musical?
–En mi opinión, el principal problema reside en la base cultural: no hay consciencia del papel de la música en la sociedad. La mayoría de los españoles nos considera un entretenimiento. Esta visión no se reduce a nuestro país y se está extendiendo a otros con tradición musical. Durante la pandemia hubo un gran revuelo en Alemania al clasificar a los artistas en la categoría de entretenimiento y no de cultura. Hasta que en la ciudadanía no haya una consciencia de la importancia del Arte para la plenitud de una sociedad, nunca podremos convencerlos de que tenemos que ser una potencia cultural. Lo fundamental es el apoyo institucional y el interés en inculcar la sensibilidad por el Arte.

Por mucho que banalicemos a figuras como Beethoven o Stravinsky, lo cierto es que todos estos genios eran personas muy cultas

–En estos días dos cantantes con carreras importantes, muy reconocidos, un alemán y una canadiense, han tenido la valentía de ponerle el cascabel al gato. Después de la pandemia creíamos que la gente iba a volver en masa a teatros y auditorios, cuando lo cierto es que la música clásica vive uno de sus peores momentos, aquí y en América el Metropolitan de Nueva York se ha vaciado y no hay público de relevo. En Asia quizá sea otra historia, pero mientras tanto, ¿qué hacemos aquí? ¿Cómo interesar a la juventud? Los principales teatros españoles han apostado por «sesiones golfas» con DJ’s, ¿le parece lo más acertado?
–Este tema ha sido uno de los que más me ha ocupado en los últimos años, y estoy trabajando e informándome para poder aportar algo. Lo que tengo cada vez más claro es que la música es un producto de grandísima calidad, y si se lograra encontrar la forma de hacerlo atractivo, sería una mina de oro. Pensemos en el formato de los partidos de fútbol o de los shows televisivos, ¿qué se podría hacer con algo profundo y realmente interesante cómo la ópera? El problema es únicamente el formato, que se ha quedado obsoleto y no conecta con el público actual. Es muy triste que incluso mis compañeros músicos se aburran muchas veces en los conciertos. Algo estamos haciendo mal.
–Los nuevos directores, cantantes e instrumentistas se afanan en competir entre ellos para parecer el más «cool» en sus redes sociales. A veces viendo sus posts resulta difícil distinguir entre Sonya Yoncheva y Karol G, o entre Anna Netrebko y Lady Gaga… ¿Es ese el camino para llegar a una mayor audiencia?
–Me parece que es un comienzo para acercarnos, pero ni los vestidos de Yuja Wang ni las fotos de Anna Netrebko han conseguido que realmente un nuevo público se interese por la música. Es el contenido lo que hay que hacer más accesible.
–Los directores de orquesta, en general, no suelen ser gente demasiado cultivada… fuera de la técnica musical, a menudo tienen poco, o nada relevante que expresar. Por supuesto, hay excepciones: Muti estudió filosofía; Barenboim, como buen argentino, es un gran conversador; a Mehta le interesa sobre todo la NBA… A usted, que también ha estudiado filosofía, habla siete idiomas, … se le supone una formación humanista. ¿Se siente usted más próximo de un Otto Klemperer, de nuevo, de un Leonard Bernstein, de un Celibidache….?
–Para mí fue un proceso lógico y natural. He estudiado con los mejores profesores de Europa, y aunque las materias técnicas, cómo la armonía o la métrica, sean tan complejas que siempre están abiertas a estudio, llegó un momento en el que sentí que las respuestas no estaban solamente en la partitura, por lo que comencé a estudiar filosofía y esto me abrió un universo totalmente nuevo que me hizo observar las obras de manera distinta. Aunque el oyente no conozca este proceso, de alguna manera este hace que la interpretación sea más profunda, menos efectista y más madura, y esto sí que se percibe. Por mucho que banalicemos a figuras como Beethoven o Stravinsky, lo cierto es que todos estos genios eran personas muy cultas, que eran conscientes del panorama artístico, literario y filosófico de su época.

Es muy difícil elegir, ya no una obra, sino un compositor o época. Las obras maestras te hablan cada vez de manera distinta

–Valery Gergiev ha pasado de ser un director omnipresente, con actuaciones casi diarias en los principales centros musicales del planeta, de los más buscados por los programadores y apreciados por el público internacional, a convertirse en un paria. Su estrecha vinculación con Putin parece haberle condenado a no ejercer su profesión fuera de los límites de su país. ¿Qué opina de estos vetos? ¿La cultura debe permanecer al margen de la política?
–El Arte es siempre un acto político. El momento en que interpretas a Beethoven en un escenario estás haciendo política, otra cuestión es la cultura de la cancelación que estamos viviendo.
–Una cadena francesa, dedicada exclusivamente a la música clásica, suele plantear a todo tipo de intérpretes y directores la pregunta sobre qué música se llevarían con ellos a una isla desierta… si se lo preguntaran a usted, diría….
–Es muy difícil elegir, ya no una obra, sino un compositor o época. Las obras maestras te hablan cada vez de manera distinta. Este año las obras que más me han influido han sido los «Siete pecados capitales» de Weill y la Sinfonía 14 de Shostakovich. A la isla seguramente me llevaría estas.
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