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20 de abril de 2024

Ayanta Barilli, durante la entrevista en el Hotel de las Letras de Madrid

Ayanta Barilli, durante la entrevista en el Hotel de las Letras de MadridMiguel Pérez

Si no amaneciera, última novela de la escritora

Ayanta Barilli: «Mi padre decía que no existen las casualidades, sino las causalidades»

A quince días de enterrar a Fernando Sánchez Dragó, la escritora y periodista lo define como «un dragón que echaba fuego por la boca, el corazón y la cabeza»

Su padre, Fernando Sánchez Dragó, creía en las causalidades. Su hija está viviendo, al menos, una increíble sincronía con la publicación de su última novela, en la que habla precisamente de la despedida de una hija a su padre, y la muerte de su progenitor. ¿Caprichos del destino? Lo cierto y seguro es que Ayanta Barilli, cuya relación con su padre «era muy viva», se enfrenta a la campaña de Si no amaneciera (Planeta) inmersa en el duelo por su pérdida.
–Dadas las circunstancias es inevitable comenzar preguntándole por el argumento de la novela que tanto ha coincidido con la realidad que está viviendo. ¿Cómo surgió?
–En la creación literaria siempre busco la emoción, algo que de verdad me remueva las tripas. Hace cuatro años recibí un vídeo del padre de mi hija, que es un realizador muy bueno y que a lo largo de los primeros diez años de su vida estuvo grabando su crecimiento. Le había prometido que al cumplir los 18 le regalaría esta película, la película de su vida. Pero cumplió los 18, los 19 y la película no llegó. Y de pronto, una noche la recibimos y al verla me produjo una emoción enorme y entendí que había algo más allá. Entonces empecé a ver este vídeo de un modo obsesivo y además del crecimiento de mi hija, puse mi mirada en observar lo que habíamos sido mi expareja y yo, los amigos que pululaban por ahí, los familiares, los que estaban, los que seguían estando, los que ya no estaban. Y al final de todo, la casa, una de las protagonistas del libro Si no amaneciera. La casa como un gran contenedor de personas, de objetos, que palpita, que siempre tiene la luz encendida. Y a partir de ahí, de ese germen, se me ocurrió la idea de escribir esta historia de un hombre y una mujer, un padre y una hija que están separados por circunstancias adversas y que a lo largo de 24 horas, que son las últimas del padre, cuentan a través del recuerdo todas sus vidas.
–¿Qué hay de ficción o de realidad en la obra en relación con su padre?
Si no amaneciera es una novela totalmente de ficción. Lo que pasa es que evidentemente los escritores escribimos sobre lo que sabemos. Las novelas siempre tienen que ver con tu propia biografía. Y el fondo de ésta, la relación entre este padre y esta hija, el conflicto también, indudablemente, es autobiográfico.
–¿Haber escrito este largo adiós le está ayudando a sobrellevar el fallecimiento de su padre?
–En absoluto, todo lo contrario. Es algo que no está jugando precisamente a favor en el duelo que estoy pasando. Evidentemente, son sincronías las que se dan cuando uno está manejando un material vivo que tiene que ver con sus propias emociones. La hija de la novela es una hija que está aterrada ante la idea de la muerte de su padre y Ayanta, yo era y soy una hija, aterrada ante la idea de la muerte de mi padre. Ahora mismo está todo muy reciente y no sé muy bien cómo me siento. La campaña del libro la hago porque creo que me merezco hacerlo y porque creo que el libro se lo merece. Y, también, creo que mi padre me diría 'palante'. Y es lo que estoy haciendo. Creo que es lo justo.
Ayanta Barilli

Ayanta Barilli durante la entrevista con El DebateMiguel Pérez

–¿Cómo cree que hubiera valorado su padre la coincidencia de su muerte justamente con la publicación de este libro?
–¿Él? No es que crea como él lo habría valorado, lo sé. Siempre dijo que no existen las casualidades, sino las causalidades, que hay unas energías y un misterio en el que todos estamos metidos, que es la vida misma y que esto no le sorprendería en absoluto. Sería simplemente un capítulo más en nuestras vidas. Desde luego, apasionante. Desde luego, doloroso. Desde luego, cargado de espiritualidad.
–Compartían muchas cosas. Una de ellas, el amor por los libros. Cuenta con una gran biblioteca y su padre, con otra mucho mayor... ¿Ha pensado qué hacer con ella?
–En comparación con la de mi padre, la mía es un juego de niños. Mi padre quería que hiciéramos una enorme pirámide con esos 130.000 volúmenes y los quemáramos todos con él dentro, un poco a lo faraón egipcio. Evidentemente, eso no lo vamos a hacer. Primero porque está prohibido y segundo porque estamos encantados en mi familia de haber heredado esa biblioteca. Así es que la biblioteca queda en la casa familiar como el legado cultural de mi padre y como una herencia de sus hijos.
–¿Qué otras enseñanzas cree que le dejó?
–Mi padre me crio contándome cuentos que después se convirtieron en historias y que, después, en mi caso, se convirtieron en libro. Mi padre me convirtió en escritora y teníamos en ese sentido una conexión muy especial, una conversación siempre abierta. A mí no me interesaba hablar con nadie más que con mi padre y eso entiendo que es algo excepcional porque no siempre es así. Teníamos una relación muy viva que estaba basada en una serie de pasiones comunes que tienen que ver con todo este mundo literario.

A mí no me interesaba hablar con nadie más que con mi padre y eso entiendo que es algo excepcional

–¿Cómo recuerda ese momento en el que tuvo que leer el texto de su padre en los Premios Castilla y León?
–Estaba muy cansada físicamente. Han sido unas semanas muy intensas, donde no he tenido un segundo para recluirme, pasar la tristeza y el luto. Cuando se muere una persona tan célebre, la familia se ve arrollada por este circo de la celebridad del que tanto mi familia y yo nos sentimos completamente ajenos. No había podido leer el discurso en su totalidad. No podía, me dolía leerlo. Así es que lo leí, como se dice vulgarmente, a pelo. Es decir, me levanté y lo leí e inesperadamente fue una experiencia muy gozosa. Ha sido la única media hora en estos 15 días desde que falleció mi padre en la que me he sentido bien, absolutamente conectada con la realidad, porque de pronto noté ese discurso tan bonito que es como un testamento y que, además, es muy premonitorio de lo que iba a suceder tres días después de que terminara de escribirlo. Notaba realmente cómo, al leerlo, sus palabras pasaban por mi corazón, salían por la boca, me llenaban la cabeza, el cerebro y los ojos de recuerdos, de todo lo que ha sido él para mí y para todos nosotros. Realmente fue una experiencia que nunca había sentido así en mi vida. O sea, me parece algo extraordinario. Ahora mismo, ese vídeo y ese discurso creo que no lo voy a poder volver a ver en mi vida, porque ahora, sin embargo, se ha vuelto a colocar en un sitio doloroso. Pero en ese momento me ayudó mucho.
–Fue lo último que escribió y lo leyó en público. ¿Él pudo leer su libro al completo?
–Sí, no llegó a ver el libro editado, pero sí leyó las galeradas, que viene a ser lo mismo. Esto es algo que me consuela mucho porque realmente –y esto me he dado cuenta después de que falleciera– hay muchas cosas que luego vas entendiendo que todo lo que he escrito lo he escrito en primer lugar para él y este libro en especial manera. Que no hubiese llegado a leerlo habría sido un problema para mí.
–¿Es un homenaje a su relación paterno filial con él?
–Es una reflexión, un homenaje, un regalo... Mi padre y yo teníamos un juego literario. Él escribía, yo escribía, conversábamos, pero no nos leíamos nunca antes de que el trabajo estuviera terminado. Sin embargo, estábamos en continuo contacto con lo que estábamos escribiendo y las dudas que nos surgían. Entonces, cuando se acababa un libro era como el todo. Como cuando un niño viene del cole con un dibujo hecho, con algo de lo que está especialmente orgulloso.
–En esas conversaciones, siendo escritores los dos, ¿hablaron alguna vez de lo que está ocurriendo en España con el español?
–Desde luego, el tema de la conservación de nuestro idioma como un bien común y como un tesoro, sí lo hablamos. Que se quitaran tildes del lenguaje le indignaba, lo sentía como una pérdida. También tenía un desprecio total hacia cómo se habla ahora, de forma descuidada... sobre todo por parte de los políticos. Eso le ponía completamente enfermo, porque al final demuestra el nivel cultural del país. Y el tema del lenguaje inclusivo o la falta de economía del lenguaje diciendo todos, todas, todes... le ponía muy nervioso.
–¿Y qué comentó acerca de Si no amaneciera?
–Me mandó un correo cuando ya lo había leído. Un correo aterrador en realidad, porque me dijo: 'He terminado tu libro. Exige una larga conversación'. Me dije: '¡Madre mía, no le habrá gustado!' Pero tuvimos esa larga conversación y fue una conversación muy gustosa.
–¿Cómo definiría brevemente a Sánchez Dragó?
–Mi padre era un dragón que echaba fuego por la boca, por el corazón y por la cabeza. Era puro fuego, para bien y para mal. Y mi relación con él era la de la hija del dragón. Es la que está subida en su lomo y otea el horizonte, el suyo. El horizonte que me quiso enseñar, que era muy amplio. Su nieto, mi hijo Mario, ha escrito un texto muy bonito que, además, va a salir en el prólogo de una edición nueva de un libro que él escribió en el año 99 que se llama El Camino de Santiago. En ese prólogo le define como un torero japonés, una descripción que me ha gustado mucho, también por toda su relación oriental y por ese arrojo que tenía mi padre.
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