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17 de mayo de 2024

La poeta estadounidense Emily Dickinson

La poeta estadounidense Emily Dickinson

Cinco poemas de Emily Dickinson, la esencial lírica estadounidense que no saludaba a nadie

Aunque durante su vida sus familiares sabían que escribía, solo después de su muerte se supo de su grandeza, cuando su hermana sacó a la luz una vasta obra inédita

Amherst es el nombre del pueblo de Nueva Inglaterra donde nació Emily Dickinson. Se llamó así por el barón del mismo nombre que primero luchó por los ingleses contra los franceses e indios y después se convirtió en un héroe estadounidense en la guerra de independencia. Dicen desde hace un tiempo que nuevos documentos revelan que el barón entregaba mantas infectadas de viruela a los indios, por lo que algunos han propuesto cambiar el nombre de la ciudad por Emily, en honor a su oriunda más insigne.
Como otros héroes de la literatura americana, igual que Thoreau o Faulkner, Dickinson nunca salió de su localidad de nacimiento, donde vivió y murió. Thoreau decía (y era cierto) que había viajado mucho por Concord, también en Massachussetts, y el autor de El Villorrio ubicó toda su obra en la ciudad imaginaria de Jefferson, que era su Oxford verdadera, en el condado imaginario de Yoknapatawpha, que en realidad era el condado de Lafayette.
Dickinson se movió físicamente poco (y cada vez menos: primero se recluyó en los límites de la finca familiar y al final ya no quiso salir de su habitación) y su obra y su vida casi desconocida en su tiempo se extendió hacia los límites infinitos de su inspiración íntima, como el mundo que descubrió la Alicia de Lewis Carroll bajo el árbol. Ralph Waldo Emerson, amigo, tutor o también empleador de Thoreau, fue una figura cercana y admirada por Dickinson desde su juventud, pues el socio de su padre era primo del autor de Naturaleza.
El puritanismo de los ancestros de la poeta no se había aún disipado y siempre caracterizó la existencia y el carácter de Emily, quien a pesar de todo tuvo una educación esmerada. Más adelante estudió en un seminario para señoritas, donde destacó más por su imaginación que por su vocación. Dickinson dejó de estudiar porque quería leer y escribir en una sociedad y en una familia donde ambas eran actividades audaces.
Apenas nadie sabe nada de la existencia de la poeta que dijo que su vida había sido «demasiado sencilla y austera como para molestar a nadie». Una vida paralizada por fuera que estaba toda por dentro y que fue creciendo sin control y sin conocimiento de quienes la conocieron, a excepción de su hermana menor, Lavinia, que sabía de sus poemas y de su rica, aunque indescifrable vida interior.

cinco poemas de emily dickinson:

  • 335

    No es que morir nos duela tanto.
    Es vivir lo que más nos duele.
    Pero el morir es algo diferente,
    un algo detrás de la puerta.

    La costumbre del pájaro de ir al Sur
    -antes que los hielos lleguen
    acepta una mejor latitud-.
    Nosotros somos los pájaros que se quedan.

    Los temblorosos, rondando la puerta del granjero,
    mendigando su ocasional migaja
    hasta que las compasivas nieves
    convencen a nuestras plumas para ir a casa
  • 1627

    A la Abeja no le importa
    el pedigrí de la Miel —
    para ella, un trébol, siempre,
    es Aristocracia -
  • 284

    Los fríos nos enseñaron el fósforo.
    Aprendimos a amar el fuego
    Siendo jóvenes,
    Manejando los hielos.
    E imaginamos la yesca por el poder de los opuestos de igualarlo todo.
    Los eclipses, implican soles.
    La parálisis fue nuestra muda cartilla inicial
    para la vitalidad.
  • 1139

    No sabemos que perdemos cuando perdemos.
    El terrible momento llega
    y ocupa su sitio preeminente
    entre las certezas.
    Una firme apariencia aún inflama
    la carta, la amiga, la oportunidad
    el espectro de aquella solidez
    cuya sustancia es arena, nada más.
  • 314

    La esperanza es una cosa con plumas
    que se posa en el alma
    y canta una canción sin letra,
    y nunca, nunca se calla.
    Y más dulce suena en el vendaval;
    Y muy fuerte tiene que ser la tormenta
    para acallar a ese pajarillo
    que a todos nos alienta.
    La oí en las tierras más frías
    y en el más lejano mar;
    aunque nunca me pidió una migaja
    ni en la mayor adversidad.
Ese crecimiento hondo inevitablemente acabó manifestándose de algún modo en el exterior, como si todo aquello invisible hubiera roto o empezado a romper los fuertes muros que escondieron y contuvieron supuestas y profundas pasiones amorosas nunca llevadas a efecto, como la sentida por el reverendo Charles Wadsworth, cuya muerte significó la ruptura externa de todos sus diques vitales. Fue entonces cuando dejó de salir fuera de los límites del hogar paterno en el que había vivido siempre.
Apenas tenía 30 años cuando empezó a rehuir a la gente y se vistió invariablemente de blanco como un fantasma. Pero no era ninguna clase de demencia sino solo especialidad, uniformidad, excentricidad artística y protección. Vivió acompañada de las páginas de Emerson, Whitman, Hawthorne, Irving, Shakespeare o las hermanas Brontë, cavando túneles de poesía con números, tan profundos e inconfundibles, que la convirtieron en una de las poetas esenciales de la historia estadounidense. Como nunca había vivido para fuera dejó de intentar que al menos lo pareciese, encerrándose en su habitación los últimos años de su vida.
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