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19 de mayo de 2024

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante un acto de Sumar el pasado lunes

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante un acto de Sumar el pasado lunesEFE

Cuatro razones por las que Ernest Urtasun no debería ser ministro de Cultura

Tan solo unas semanas después de su nombramiento ya se han podido ver cuáles son las líneas básicas de un ministerio politizado hasta el extremo

El ministro Ernest Urtasun piensa de la tauromaquia que es sádica y despreciable. El ministro de Cultura piensa esto de una parte del Patrimonio Cultural de los españoles, a quienes representa. Con semejante estreno, no cabe esperar un gobierno, en lo que le atañe, para todos los españoles. Veamos esta y otras razones por las que un político del perfil del protagonista no debería ser nunca ministro de Cultura.

Por su activismo

La «escuela» de Urtasun no es la cultura. Ni siquiera tangencialmente. Esos orígenes del político de 41 años están en el activismo, el independentismo y la izquierda radical. Fue portavoz de los verdes europeos, de familia del PSUC, diplomático casi testimonial... ¿Un activista de izquierdas sin ninguna cualificación relacionada con el arte como ministro de Cultura en la época de los activistas verdes que vandalizan las obras de arte? No se podía haber pensado un perfil peor (o mejor para las preferencias de este Gobierno) como responsable de la cartera.

Por su sectarismo

La RAE define «sectarismo» como «Fanatismo e intransigencia en la defensa de una idea o una ideología». De esto ya se sabe de Urtasun y de la mayoría de los políticos de izquierdas, mayormente, que no han tenido otra actividad profesional desde que nacieron. Así los idealismos pueden ser tan fanáticos como se pueda, porque no están sujetos a la experiencia. Esto es lo que permite que el ministro de Cultura diga que la tauromaquia es «sádica y despreciable», al mismo tiempo que se niega a condenar los últimos atentados de Hamás en el Parlamento Europeo. No hace falta decir mucho más.

Por ser antiespañol

Casi lo mínimo exigible en un ministro de un país es que represente la nacionalidad que tiene. Tampoco es el caso de Urtasun, asesor de golpistas convictos contra la unidad de su país, España, como Raúl Romeva. Defensor de posiciones «anticolonialistas», provenientes de regímenes populistas de izquierdas, como la Colombia de Petro o la Venezuela de Maduro, que apuntan a su país, igual aquella frase impresionante y definitoria: «Hay que repatriar el castillo de San Felipe para desembarazar a Colombia de un símbolo colonialista».

Por su «especialidad»

Ya se sabe que la capacidad no es uno de los requisitos fundamentales, ni siquiera apreciados, para ser ministro. Ministros de Cultura ( y ministros de todos los ramos) sin las cualidades mínimas los ha habido (los hay y los habrá) en abundancia a lo largo de la historia de la democracia. Basta mirar al antecesor. Algunos notables, por unas y otras razones, destacaban y no destacaban por su idoneidad para el cargo.
Carmen Calvo fue aquella que creyó que se referían a Pixie y Dixie cuando un senador le dijo «dixit» a propósito de una cita. Más o menos todos estos ministros de Cultura llegaron para dedicarse a las cosas que se hacen en un ministerio de Cultura. Pero no es el caso de Urtasun con su perfil ideológico ineludiblemente radical, a pesar de las apariencias, quien ha desdeñado tácita mientras calla sibilinamente, sobre la tauromaquia, una de las grandes cuestiones de la cultura española, por la que se agazapa con la intención, mucho se teme, de darle la estocada.
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