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05 de mayo de 2024

Jean François Revel, 16 de Diciembre, 1991

Jean François Revel, 16 de Diciembre, 1991Ulf Andersen / Flickr

Jean-François Revel, el precursor de la batalla cultural

Hace exactamente un siglo nacía el intelectual que hizo de la defensa de la libertad la piedra angular de su existencia: la izquierda nunca se lo perdonó

No era del todo un filósofo, pues no acuñó lo que se llama una línea de pensamiento o doctrinal propia. Pero sí un intelectual de primer orden que influyó en la configuración de la opinión pública contemporánea. Y de qué manera: Jean-François Revel –nacido Ricard–, que vino al mundo en Marsella el 19 de enero de 1924, es decir, hace precisamente un siglo, fue el primero en cuestionar los «dogmas» de la corrección política en la Francia contemporánea, extendiéndose posteriormente su ascendiente a Europa y al resto del mundo occidental.
Su punto de partida era muy sencillo: la libertad y, si se quiere, su declinación ideológica; el liberalismo. Al igual que uno de sus compatriotas y referentes, Alexis De Tocqueville, Revel prescindía de pensamientos abstractos –sin por ello dejar de leer y de nutrirse de los grandes filósofos–, y optaba por sacar sus conclusiones de una observación rigurosa de la vida y de las evoluciones políticas, sociológicas y culturales.
Así las cosas, su primera obra de impacto apareció en 1970: en Ni Marx, ni Jesús, Revel anticipó el futuro poderío norteamericano en todos los ámbitos, una vez fenecido el comunismo soviético y con un cristianismo de capa caída. Conviene precisar que, aun siendo ateo, Revel nunca cayó en la tentación de la hostilidad prejuiciosa hacia el hecho religioso o espiritual.
Con Ni Marx, ni Jesús, el escritor se ganó para siempre la enemistad de la izquierda intelectual gala que mantenía una posición hegemónica en el panorama intelectual: era la época en que nadie, con la excepción honrosa de Raymond Aron, nadie soplaba en las narices a un Jean-Paul Sartre –y sus adláteres– o a un Michel Foucault.
Revel aceptó el reto y no solo en el terreno de las ideas; también en el de los hechos: en 1977 asumió, a propuesta de su nuevo propietario, el magnate franco-británico Sir James Goldsmith, la dirección de L’Express, que andaba algo destartalado tras la salida de su fundador, Jean-Jacques Servan-Schreiber, y de su carismática directora, Françoise Giroud, nombrada ministra por el presidente Valéry Giscard d’Estaing.
Bajo el magisterio moral de Aron y al mando de una redacción dinámica, Revel hizo del semanario una punta de lanza de la libertad, que en su perspectiva significaba oponerse al totalitarismo, viniese de donde viniese. Al régimen de Pinochet y a las dictaduras comunistas a lo largo y ancho del planeta y a sus brazos alargados en Occidente.
Esto último escoció mucho en la izquierda parisina; sobre todo cuando brindó su apoyo al intrépido periodista de investigación Jean Montaldo, que revelaba las curiosas actividades de manipulación llevadas a cabo en Francia por la Banque Commerciale pour l’Europe du Nord, entidad financiera directamente controlada por el Kremlin. Hasta que él mismo se puso a investigar: la edición de L’Express del 10 de marzo de 1980 tuvo efectos devastadores, al destapar el oscuro pasado de Georges Marchais, todopoderoso secretario general del Partido Comunista, incorporado de fuerza –pero sin quejarse de su suerte– a una fábrica armamentística en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
Adiós al mito del «partido de los fusilados y de los resistentes». Marchais siguió en el cargo, pero nunca se recuperó del golpe asestado por L’Express bajo la pluma de Revel. Hasta la fecha, la moda periodística consistía en someter a implacable escrutinio el pasado de las personalidades de derechas. Revel había «osado».
Desavenencias con Goldsmith desembocaron en su salida del semanario. Mas siguió irrigando su lucidez en otros lugares. A través del periodismo y de los libros, obviamente: La tentación totalitaria es un buen condensado de su pensamiento y de sus advertencias. En El conocimiento inútil, precisamente, publicado en 1989, advierte, precisamente cómo la abundancia de información que empezaba a producirse no tenía como consecuencia una mejor formación de los seres humanos interconectados. De acuciante actualidad…
Revel volvió, cuando iniciaba su andadura el presente siglo, a la bibliografía polémica. En La gran mascarada desmenuza, casi uno por uno, los mantras sistemáticamente proyectados por una izquierda inasequible al desaliento, empezando por su defensa de los derechos humanos con geometría variable, según la naturaleza del régimen. «¿Se imaginan una cumbre iberoamericana celebrada en Madrid en 1970?», preguntó en un artículo publicado con motivo de la cumbre iberoamericana de La Habana en 1999. Su último ensayo fue La obsesión norteamericana, en la que sigue desmontando ideas recibidas. Nada extraño por parte de quien escribió: «La principal fuerza que gobierna el mundo es la mentira».
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