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28 de abril de 2024

Obras de Miró o Barceló en el Salón de Arte Moderno de Madrid

Obras de Miró o Barceló en el Salón de Arte Moderno de MadridSAM

La carta de Charles Manson en venta y exposición: ¿los límites superados del arte contemporáneo?

El manuscrito se muestra en el Salón de Arte Moderno de Madrid junto a verdaderas obras de arte de artistas como Picasso, Calder, Miró, Delaunay o Giacometti, entre muchos otros

Llega ARCO y con una de las ferias más importantes del mundo de arte contemporáneo también toda una lista de exposiciones anejas. Madrid como centro artístico mundial en marzo trae más allá de las pocas obras pasables, en comparación al volumen, y la abundante chatarra, una nueva superación de los límites del arte expositivo por el ser y por la forma.
Se trata de una carta escrita de puño y letra por Charles Manson expuesta en el Salón de Arte Moderno y Contemporáneo (SAM) para su venta junto a obras de Picasso, Miró, Calder o Matisse (¿qué hubieran dicho, de poder hacerlo, estos artistas sobre la «compañía»?), entre muchas otras. Manson fue el líder de «La familia», la secta que vivía en comuna en el viejo rancho Spahn, cerca de Los Ángeles, y que perpetró la célebre matanza en casa del director de cine Roman Polanski y su mujer Sharon Tate.

La matanza

Sucedió el 9 de agosto de 1969. Manson había sido un aspirante a músico al que el productor Terry Melcher, antiguo inquilino de la casa en el 10050 de Cielo Drive en Hollywood, había rechazado publicar un disco. Manson, convertido en líder espiritual, envió a sus «discípulos» a matar a todos los que estuvieran en la casa de Melcher, quien ya no vivía allí.
Aquella noche tampoco estaba presente Roman Polanski, de viaje en Europa, pero sí Tate, su mujer, y tres invitados: el peluquero Jay Sebring, la rica heredera Abigail Folger y Voytek Frykowski. También estaban invitados el actor Steve McQueen y el productor Quincy Jones, pero no acudieron.
Fotografía policial de Charles Manson

Fotografía policial de Charles Manson

Se salvaron de la muerte por disparos y apuñalamientos salvajes después de que Tex Watson, el jefe del «comando» mansoniano, dijera: «Soy el diablo, estoy aquí para hacer negocios con el diablo». No satisfechos con la matanza, al día siguiente los mismos asesinos, esta vez acompañados de Manson, que tampoco participó en las muertes directamente, irrumpieron en la mansión de Leno LaBianca, un rico empresario de supermercados, donde su mujer fue encontrada después con 41 puñaladas.

Cadena perpetua

Susan Atkins, una de las asesinas, fue involucrada en otra muerte varios meses después y, a cambio de no ser ejecutada, confesó todos sus crímenes anteriores. Todos los implicados fueron condenados a muerte, pero al final la sentencia se conmutó por la de cadena perpetua. Charles Manson murió en 2017 convertido en una suerte de mito demoníaco al que el actor Johnny Depp llegó a comprar algunos de sus cuadros.
Pero no es un cuadro lo que se expone en el Salón de Arte Moderno y Contemporáneo de Madrid, sino una carta enmarcada llena de reflexiones incoherentes, cuyo autor fue un delincuente sin alma. Si hubiese sido una «obra de arte» o al menos hubiese tenido la intención de serlo, hubiera sido más propio su inclusión en una galería, por inapropiada que sea la «pieza» o por inmoral (que cada cual lo juzgue como desee) que sea el autor.
Pero, ¿una carta? La Galería Astarloa, «expertos en objetos (no solo arte) únicos», es quien la vende por 2.500 euros. Pero se expone en una galería de arte. ¿Arte en el simple manuscrito de un asesino sin escrúpulos? Andy Warhol (quien también está representado en el SAM) consiguió que se llamara arte (y además el más caro de la historia) a unas serigrafías de fotos por las que ni siquiera pagó por los derechos.
Después de aquello cualquiera cosa podía ser ya posible, abiertas todas las ventanas, desde un plátano pegado a una pared con cinta adhesiva, hasta los límites quizá ahora superados, incluso los de la subasta de la puerta de la casa de Polanski donde Watson escribió con su sangre la palabra «pigs» («cerdos») (al fin y al cabo, y a pesar del horror, aquello podría ser considerado una obra pictórica) del ológrafo sin sentido, ni sensibilidad, ni por supuesto arte de un criminal inhumano.
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