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16 de junio de 2024

José de Espronceda

José de EsproncedaGTRES

Tres poemas de Espronceda, el mito gamberro y liberal que fue cumbre de la literatura romántica

Fundó una sociedad secreta en su adolescencia, «Los Numantinos», un club de los poetas muertos político en el Madrid del XIX

Es posible que ningún niño que haya aprendido en el colegio La canción del pirata de José de Espronceda, pensara que su autor fue durante un tiempo un joven gamberro violento. «José de Espronceda» en una mente infantil (y no tan infantil) remite a un señor, preferiblemente mayor, serio, culto y respetable.

Pero en realidad José de Espronceda no era mayor (se murió con 34 años), ni serio (en apariencia), sí era cultísimo y durante mucho tiempo no fue respetable, aunque quienes le conocían y sus amigos, sobre todo, sí le respetaban. Espronceda era un romántico liberal que en su juventud iba por las calles con su pandilla peligrosa.

Eso sucedió durante sus breves estancias en Madrid, de donde tantas veces tuvo que salir perseguido por sus afinidades políticas liberales exaltadas de juventud. Espronceda fue el Lord Byron español del que nadie ha hecho una película. Fundó una sociedad secreta en su adolescencia, «Los Numantinos», un club de los poetas muertos político en el Madrid del XIX, por el que fue encerrado en un convento.

tres poemas de espronceda:

  • CANCIÓN DEL PIRATA

    Con diez cañones por banda,
    Viento en popa, a toda vela,
    No corta el mar, sino vuela
    Un velero bergantín:
    Bajel pirata que llaman
    Por su bravura el Temido,
    En todo el mar conocido
    Del uno al otro confín.

    La luna en el mar riela,
    En la lona gime el viento,
    Y alza en blando movimiento
    Olas de plata y azul;
    Y ve el capitán pirata,
    Cantando alegre en la popa,
    Asia a un lado, a otro Europa,
    Y allá a su frente Estambul.

    «Navega, velero mío,
    Sin temor,
    Que ni enemigo navío,
    Ni tormenta, ni bonanza
    Tu rumbo a torcer alcanza,
    Ni a sujetar tu valor.

    »Veinte presas
    Hemos hecho
    A despecho
    Del inglés,
    Y han rendido
    Sus pendones
    Cien naciones
    A mis pies.

    »Que es mi barco mi tesoro,
    Que es mi Dios la libertad,
    Mi ley, la fuerza y el viento,
    Mi única patria la mar.

    »Allá muevan feroz guerra
    Ciegos Reyes
    Por un palmo más de tierra,
    Que yo aquí tengo por mío
    Cuanto abarca el mar bravío,
    A quien nadie impuso leyes.

    »Y no hay playa,
    Sea cualquiera,
    Ni bandera
    De esplendor,
    Que no sienta
    Mi derecho
    Y dé pecho
    A mi valor.

    »Que es mi barco mi tesoro,
    Que es mi Dios la libertad,
    Mi ley, la fuerza y el viento,
    Mi única patria la mar.

    »A la voz de '¡barco viene!'
    Es de ver
    Cómo vira y se previene
    A todo trapo a escapar:
    Que yo soy el rey del mar,
    Y mi furia es de temer.

    »En las presas
    Yo divido
    Lo cogido
    Por igual.
    Sólo quiero
    Por riqueza
    La belleza
    Sin rival.

    »Que es mi barco mi tesoro,
    Que es mi Dios la libertad,
    Mi ley, la fuerza y el viento,
    Mi única patria la mar.

    »¡Sentenciado estoy a muerte!
    Yo me río;
    No me abandone la suerte,
    Y al mismo que me condena
    Colgaré de alguna entena
    Quizá en su propio navío.

    »Y si caigo,
    ¿Qué es la vida?
    Por perdida ya la di,
    Cuando el yugo
    Del esclavo,
    Como un bravo,
    Sacudí.

    »Que es mi barco mi tesoro
    Que es mi Dios la libertad,
    Mi ley, la fuerza y el viento,
    Mi única patria la mar.

    »Son mi música mejor
    Aquilones,
    El estrépito y temblor
    De los cables sacudidos,
    Del ronco mar los bramidos
    Y el rugir de mis cañones.

    »Y del trueno
    Al son violento,
    Y del viento
    Al rebramar,
    Yo me duermo
    Sosegado,
    Arrullado
    Por el mar.»

    »Que es mi barco mi tesoro,
    Que es mi Dios la libertad,
    Mi ley, la fuerza y el viento,
    Mi única patria la mar.»
  • MARCHITAS YA LAS JUVENILES FLORES

    Marchitas ya las juveniles flores,
    Nublado el sol de la esperanza mía,
    Hora tras hora cuento y mi agonía
    Crecen y mi ansiedad y mis dolores.

    Sobre terso cristal ricos colores,
    Pinta alegre tal vez mi fantasía,
    Cuando la triste realidad sombría
    Marcha el cristal y empaña sus fulgores.

    Los ojos vuelvo en incesante anhelo,
    Y gira entorno indiferente el mundo,
    Y entorno gira indiferente el cielo.

    A ti las quejas de mi mal profundo,
    Hermosa sin ventura, yo te envío:
    Mis versos son tu corazón y el mío
  • A UNA DAMA BURLADA

    Dueña de rubios cabellos,
    Tan altiva,
    Que creéis que basta el vellos
    Para que un amante viva
    Preso en ellos
    El tiempo que vos queréis;
    Si tanto ingenio tenéis
    Que entretenéis tres galanes,
    ¿Cómo salieron mal hora,
    Mi señora,
    Tus afanes?

    Pusiste gesto amoroso
    Al primero;
    Al segundo el rostro hermoso
    Le volviste placentero,

    Y con doloso
    Sortilegio en tu prisión
    Entró un tercer corazón;
    Viste a tus pies tres galanes,
    Y diste, al verlos rendidos,
    Por cumplidos
    Tus afanes.

    ¡De cuántas mañas usabas
    Diligente!
    Ya tu voz al viento dabas,
    Ya mirabas dulcemente,
    O ya hablabas
    De amor, o dabas enojos;
    Y en tus engañosos ojos
    A un tiempo los tres galanes,
    Sin saberlo tú, leían
    Que mentían
    Tus afanes.

    Ellos de ti se burlaban;
    Tú reías;
    Ellos a ti te engañaban,
    Y tú, mintiendo, creías
    Que te amaban:
    Decid, ¿quién aquí engañó?

    ¿Quién aquí ganó o perdió?
    Sus deseos tus galanes
    Al fin miraron cumplidos,
    Tú, fallidos,
    Tus afanes.1

De huida perpetua y muchas veces voluntaria le expulsaron de Portugal y acabó en Londres y después en París. Sufrió por el casamiento de su amante durante sus correrías. Fue antimonárquico y aún así Guardia Real, cuerpo del que fue naturalmente expulsado. Escribió poemas y novelas románticas, se hizo famoso por ellas desde el inicial anonimato. Antes se dedicó durante un tiempo a dar palizas a los monárquicos en nombre de su republicanismo donde se escondía el ideal de la lucha contra la tiranía. Vivió el absolutismo, a Fernando VII y el Trienio Liberal, a Mendizábal o a Espartero.

No perteneció a los poetas muertos, sino a «la partida del trueno» en la que también estaba Mariano José de Larra. Fue mil veces desterrado y encarcelado mientras vivió por el amor, la política y la literatura, no precisamente en este orden. Fue más grande que Byron, Göethe o Walter Scott, a quienes admiró.

Murió de garrotillo

Escribió artículos políticos que acrecentaron su fama extraordinaria como escritor. Fundó revistas y fue diputado primero fallido y finalmente, y tan finalmente, real. Fue el grandioso autor de El diablo mundo y El estudiante de Salamanca y desapareció repentinamente a los 34 años como consecuencia de una infección de garganta a la que los periódicos de la época dijeron «garrotillo», la difteria actual, cuando España entera se dolió por la muerte prematura e inesperada.

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