La oreja final a Pablo Aguado apenas disimula una tarde de gran decepción
Con flojos toros de Juan Pedro Domecq, se frustra el anunciado mano a mano de arte

Pablo Aguado, este sábado en Las Ventas
Desde que se anunciaron los carteles de San Isidro, llamó especialmente la atención el de esta tarde, tan sevillano, por los toros de Juan Pedro Domecq y por los toreros, Juan Ortega y Pablo Aguado. Han venido de Sevilla muchos buenos aficionados pero no hay que olvidar que el público madrileño siempre ha estado enamorado de esa estética. La estatua de Curro Romero está al lado de la Maestranza pero – si no me equivoco – el maestro salió más veces por la Puerta Grande de Las Ventas.
¿En qué se puede concretar la estética del toreo sevillano? No sólo en los bellos lances y muletazos. Por debajo de eso, hay –creo– dos cosas muy hermosas, muy difíciles: la sorpresa y la lentitud. Pepe Luis Vázquez, tan inteligente, subrayaba siempre la necesidad de sorprender al público. En las antípodas del arte está la rutina, lo previsible, lo mecánico. Además, conseguir que el toro, una bestia feroz, atempere su velocidad, embista lento al capote o a la muleta, es algo muy difícil y muy hermoso, que cautiva a los espectadores.

Un muletazo de Juan Ortega
A todo eso, hay que añadir algo indefinible: la gracia, el garbo, el duende, el ángel, los «sonidos negros»… Es decir, el misterio: una de las raíces más profundas del arte. Esperando ver algo de eso, acudimos esta tarde a Las Ventas.
En la pasada Feria de Abril, Juan Pedro lidió una gran corrida: toros bravos de verdad. Pero Madrid exige reses con más volumen y más peso; por eso, ha habido ahora baile de corrales. Esta vez, por desgracia, el resultado ha sido muy distinto: reses con escasa presentación, pocas fuerzas y pobre juego. Sólo un remiendo de Torrealta (6º), al final ha permitido lucimiento a Pablo Aguado, que ha cortado la oreja. Juan Ortega se ha quedado en unos pocos detalles estéticos.
Pablo Aguado
El primer toro, colorado, acucharado de pitones, poco rematado por detrás, es recibido con protestas. De salida, embiste dormidito, permite templadas verónicas de Juan Ortega, pero echa la cara arriba, en el caballo; le pican muy poco. Quita Aguado con ceñidos y suaves delantales. En el primer muletazo por alto, el toro flaquea: surgen las protestas, acalladas por un precioso cambio de mano. El toro queda cortito y vuelve a perder las manos. Hay detalles bonitos pero la faena no cuaja, con un toro parado por completo. Mata a la segunda, vertical y caído.
El tercero, el de más peso, sale suelto, flaquea ya en el capote, apenas lo pican y sale del caballo manseando. Quita Aguado por chicuelinas, que no evitan la tendencia del toro a salir suelto. Al sentir los palos, el toro huye a tablas. Lo sujeta Juan Ortega por bajo; logra dos derechazos con gusto pero es feo rematarlos agarrándose a los cuartos traseros. Las embestidas son irregulares y el trasteo, también, deshilvanado. Soplan vientos de fronda. Mata de media estocada: segundo silencio de Ortega, tercero de la tarde.
Pablo Aguado, en el tercero de su lote
El quinto, más cuajado, embiste con nobleza pero se va del capote de Ortega; cumple mejor en el caballo y en banderillas. Ha habido que esperar al quinto toro para ver un brindis, a Roberto Domínguez. Comienza bien Juan Ortega por alto; corre la mano con gusto pero el toro flaquea, puntea el engaño, dice poco: los pulcros muletazos tienen poca emoción y escaso eco. La faena no remonta. Deja un pinchazo hondo delantero, perpendicular y atravesado. Tercer silencio.
Posee Pablo Aguado una cualidad muy difícil, la naturalidad. Le falta regularidad. Tampoco está rematado el segundo, lo que suele llamarse «culopollo»: se escuchan «¡miaus!», dirigidos a un toro que embiste rebrincado. Mide el castigo Manuel Jesús Espartaco pero el toro espera, en banderillas. Ya en la primera serie de muletazos, el toro se para; luego, protesta, queda corto: decepción general cuando Aguado le quita las moscas, por la cara. Pincha dos veces, sin cruzar, antes de una estocada atravesada. Como decían los castizos de Arniches, «rián de rián».
Juan Ortega
También reciben con pitos al cuarto, que tiene más pitones que remate. Las aplaudidas verónicas de Aguado concluyen con el toro por los suelos. No lo pican nada, por orden del maestro. Embiste con nobleza pero poca fuerza, le permite a Aguado trazar verónicas a pies juntos. Quita Ortega con chicuelinas garbosas. Éste es el primer Juampedro bondadoso de la tarde: con él, puede Aguado lucirse en un trincherazo y algunos muletazos con naturalidad, cortitos, que son jaleados. Acaba con pases dados de uno en uno, que levantan polémica. Pincha mal, caído y tendido: todo se diluye.
El sexto es un remiendo de Torrealta, que se frena en el capote, pero empuja en el primer puyazo. Ninguno de los dos diestros intentan el llamado quite del perdón. Corre Aguado la mano con facilidad pero el toro se queda a medias, con riesgo. Este toro transmite algo de peligro, se valoran más los aseados muletazos de Aguado. Al final, logra algunos naturales suaves, aplaudidos, con un toro que viene andando y que a veces le pone en apuros. Esta vez logra la estocada y se le concede la oreja.
El resumen de la tarde es muy decepcionante: floja presentación y escaso juego de los toros de Juan Pedro; suertes de varas casi inexistentes; mal uso de la espada; demasiados silencios… Con poco toro, no hay duende, ni ángel, ni «sonidos negros» que valgan. Con poco toro, ni hay arte de verdad, ni hay emoción.
Ficha
- Madrid. Plaza de Toros de Las Ventas. Feria de San Isidro. «No hay billetes». Toros de Juan Pedro Domecq, de escasa presentación, pocas fuerzas y pobre juego. Sexto, de Torrealta, manejable
- JUAN ORTEGA, de gris y oro, pinchazo y estocada delantera, vertical y caída (silencio). En el tercero, media estocada (silencio). En el quinto, pinchazo hondo delantero, perpendicular y atravesado y dos descabellos (aviso, silencio).
- PABLO AGUADO, de rioja y azabache, con chaleco de oro, dos pinchazos sin cruzar y estocada atravesada (silencio). En el cuarto, pinchazo caído y tendido y descabello (saludos). En el sexto, estocada (oreja).