Nicolás Maquiavelo y Pedro Sánchez
El consejo de Maquiavelo que Pedro Sánchez ha hecho suyo
El capítulo 18 de 'El príncipe' describe a la perfección la actitud política del presidente del Gobierno
El pensamiento de Nicolás Maquiavelo marcó un antes y un después en la historia de la filosofía política. Hasta la publicación de sus obras a principios del siglo XVI prácticamente todos los teóricos habían optado por una visión idealizada de lo que debería ser la organización social y el ejercicio del poder. El autor florentino quiso dejar de lado las utopías y reconocer «la distancia entre cómo se vive y cómo se debería vivir», consolidando lo que se conocería después como realismo político.
La relevancia de su obra El príncipe es de tal magnitud que en el acervo popular se utiliza continuamente el adjetivo «maquiavélico» para referirse a aquellas personas o actos que tienen como fin principal conservar el poder utilizando los medios que sean necesarios. En su tratado político, el autor italiano ofrecía a los mandatarios de su tiempo un manual para hacerse fuertes en el gobierno con consejos concretos que aún hoy pueden ser útiles para aquellos que tengan pocos reparos morales.
En otra ocasión dijimos que el presidente Sánchez bebía más de los sofistas griegos que de El príncipe. A tal conclusión se llegaba ante la aparente dejadez de funciones del líder del Ejecutivo a la hora de mantener la cohesión y la permanencia del Estado, una de las máximas maquiavélicas. Pese a todo, el texto del siglo XVI contiene capítulos concretos que parecen haber sido leídos y releídos por el socialista.
En concreto, el capítulo 18 del ensayo se titula «De qué modo deben los príncipes guardar la palabra dada» y, como toda la obra, descarta todo buenismo con el fin de garantizar el poder de aquel que está en lo alto. Así los recurrentes «cambios de opinión» de Pedro Sánchez bien podrían tener como soporte filosófico las palabras de Maquiavelo en las que deja claro que no son pocos los que, a lo largo de la historia, «prescindieron de sus propias promesas atrayéndose con astucia las mentes de los hombres y burlándose de quienes habían confiado en su lealtad».
Apenas tres páginas necesitó el italiano para argumentar en contra del cumplimiento de las promesas políticas. Un vistazo al devenir de la última legislatura en España y a los movimientos del presidente son suficientes para poner hechos concretos a estas palabras publicadas en torno a 1530: «No puede, ni debe, un príncipe prudente mantenerse fiel a su palabra cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio».
Del mismo modo, cualquier declaración de Sánchez hace sospechar en la lectura de esta otra máxima: «Un príncipe siempre halla argumentos para justificar la violación de sus promesas». En este punto, Maquiavelo también apunta al pueblo (electores, diríamos hoy), reconociendo que si se tienen capacidades para «fingir y disimular», «siempre se encontrará alguien que se deje engañar».