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Ernesto Sáenz de Buruaga

Al servicio de España

No se ahorraba calificativos ante la muerte de españoles a manos de los asesinos etarras, porque le producía un dolor insoportable. Aquí no hacia cautivos

Alfonso Ussía

Alfonso UssíaEuropa Press

Alfonso Ussía ha creado muchos personajes para su obra literaria o sus colaboraciones en la radio. Pero nunca para mostrarse en público. Era tal cual. Brillante, cariñoso, burlesco, divertido, ingenioso, cercano y con una elegancia y una educación que le permitían, con su eterna sonrisa, estar a gusto en cualquier escenario y con cualquier personaje. Nunca presumía de nada, porque no le hacía falta, y contaba su vida, y sus cosas, con la naturalidad del que sabe que todo lo que dice es interesante y suscita la atención de sus interlocutores.

Muchos tuvimos la suerte de compartir intensas horas de radio y buenos momentos en TV navegando en las aguas turbulentas de la política y en el plácido remanso del humor. En Onda cero, en la Brújula, donde muchas noches los atentados de ETA afligían el alma, argumentaba sin ningún complejo desde su pensamiento liberal y de derechas. Lo hacía sin contemplaciones, con firmeza y llamando a las cosas por su nombre hasta el punto de tener que pasar más de una vez por el juzgado, lo que asumía sin ceder un centímetro en sus planteamientos. No se ahorraba calificativos ante la muerte de españoles a manos de los asesinos etarras, porque le producía un dolor insoportable. Aquí no hacia cautivos. No podía hacerlos quien amaba a España con toda su alma. Si algún político le causaba especial inquina ese era el presidente del PNV Xavier Arzalluz, al que nunca le perdonó el daño que hacía el nacionalismo con piel de cordero. Tal era su enfrentamiento que una noche que traté de mediar con el político vasco, con su mejor sonrisa, me dijo que, si lo hacía, se levantaba y se iba. Siempre directo, con las ideas claras y sin concesiones, en cualquier análisis en torno a la vida política en España. Al final de cualquier discusión, su eterna sonrisa.

En La mañana de la COPE, los martes era su día. Nunca Luis del Val, Andrés Aberasturi y yo nos habíamos reído tanto haciendo un programa en directo. Contaba sus anécdotas, chascarrillos, erratas y mil historias, inventadas algunas veces y otras reales, sin saber distinguir unas de otras. La risa contagiosa de Luis hacia el resto hasta llevarnos a la lágrima. Era la mejor terapia para los que hacíamos el programa. Verle entrar en el estudio era poner la primera sonrisa a lo que luego se convertía en un espectáculo con ese humor de brocha fina donde impera el buen gusto y sin atisbo de la menor grosería.

Para conocer a Alfonso Ussía les recomiendo el programa En Persona de Telemadrid. Pasamos con Alfonso un día entero de charla y grabación en distintos escenarios que luego resumimos en 45 minutos. Tabernas, museos, jardines, y por supuesto en su casa. Nos enseñó sus libros, condecoraciones, objetos de recuerdos, bandera de España y algunas fotos que nos llevaban a los momentos más importantes de su vida. Cuando salía de su casa me acordé de que trabajaba con una vieja máquina de escribir y me vi en la obligación de introducirle en el siglo XXI. Le regalamos un ordenador portátil sabiendo que su Google era su mente prodigiosa y su Apple su inteligencia nada artificial. Y siempre al servicio de España.

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