Navíos de línea y marinos españoles como nunca se han visto

Imaginar los campos de batalla del pasado resulta extraordinariamente difícil. Especialmente para los escribientes de artículos y crítica literarias, que no suelen hoy hollar demasiado «zona hostil» alguna en la que adquirir experiencia, y establecer algún paralelismo con el pasado. Pero, aunque así fuera, los campos de batalla, las formaciones de ejércitos, los choques, etc., ya no son como los del pasado. Sin embargo –y salvando las distancias– eso no es un absoluto en el caso del mar. Podría decirse –repetimos: salvando las distancias en cuanto a armamento, tonelaje, estrategia, etc.– que un enfrentamiento naval como la batalla del Cabo San Vicente, librada entre las armadas de España y Gran Bretaña en 1719, en el marco de la Guerra de la Cuádruple Alianza, se parecería mucho más a una batalla como las libradas dos siglos después, por ejemplo en la bahía de Narvik (Noruega) entre la Royal Navy y la Kriegsmarine (1940), que dos batallas terrestres de las mismas épocas entre sí, como la batalla de Francavilla (Sicilia, 1719), que enfrentó en el marco de la Guerra de la Cuádruple Alianza a fuerzas terrestres de España y del Imperio austríaco y, respectivamente, la batalla de Dunkerque, por ejemplo, entre mayo y junio de 1940. El mar impone limitaciones que caracterizan la guerra en este medio. Ahora bien, para comprender en profundidad este tipo de guerra hay que ir más allá de las meras estrategia y táctica, es necesario «meterse» en un navío de línea del siglo XVIII.

Esto es, justamente, lo que nos proponen el fotógrafo Jordi Bru y el historiador Rafael Torres en La Armada Real (Desperta Ferro, 2024), una inmersión visual e intelectual en el sistema de diseño, construcción, mantenimiento y empleo de los navíos de línea más punteros del siglo XVIII a nivel internacional. Así, los autores no dejan resquicio sin enseñar y explicar: primero abordan –nunca mejor dicho– la construcción naval, partiendo desde los mismos diseños de los navíos. Pasan después a tratar la vida a bordo, desde la cámara alta, espacio reservado a la oficialidad del navío, hasta la oscuridad situada bajo el puente superior… La tercera parte la dedican los autores a uno de los puntos centrales del volumen: los combates navales, desde la cubierta del navío hasta el combate en las baterías del buque. Finalmente, a modo de coda, el lector podrá descubrir el proceso creativo detrás de cada imagen. Todo en 136 páginas: una proeza.

Bru, un bregado artista de la imagen cuyo trabajo abarca un amplio abanico que va desde la corresponsalía en el cruento conflicto de Bosnia hasta la recreación de los Tercios de la Monarquía Hispánica, construye escenas que bien pudieron haber tenido lugar exactamente como las representa: indumentaria cuidada al milímetro, escenografía históricamente irreprochable, añadidos digitales sin exceso… El otro motor del tándem, indispensable, es Rafael Torres, catedrático de Historia Económica en la Universidad de Navarra y uno de los mayores expertos en el mundo naval del siglo XVIII, con especial atención en la Real Armada española. Ambos ofrecen un volumen único y pionero que ofrece una ventana en el tiempo a una de las mayores y mejores armas navales de la historia. No extraña, así, que en el escudo de armas de la Puerta del Mar del arsenal de La Carraca, en Cádiz, pilar maestro de la política naval española, se leyera en una inscripción: TV REGERE YMPERIO FLVCTVS, HISPANE, MEMENTO («Tu misión, español, es regir los mares con autoridad, recuérdalo»).