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Rieles

RielesJuan Pablo Serrano

El lenguaje como mapa del tesoro

El argentino César Aira publica otra novela breve. Su particular fantasía es como un arroyo que brotase en el camino, sorprendente y no siempre cristalino. No pares, sigue, sigue

Hay rutinas que se repiten, año tras año, cuando nos empeñamos en no esperarlas, como si no sucediesen con exactitud ineludible. Vaya, otra ola de calor más de las que habían pronosticado para el verano. Caramba, que hay un cobro del impuesto de basuras de la plaza de aparcamiento («Ah, pero ¿es que genera desperdicios?»). Oye, en Navidades estrenan una película sobre el origen de Spiderman («Ah, pero ¿no lo habían hecho ya en verano?») Mira, otro libro de César Aira. «¿En el mismo año?». «Sí, sí, como ocurre siempre».

Portada de En El Pensamiento

Random House (2024). 114 Páginas

En El Pensamiento

César Aira

César Aira sigue escribiendo y escribiendo, y lo más difícil para cualquier otro: le siguen publicando y publicando. Constituye una heterodoxa tradición anual de nuestras letras. Las casas editoras parecen rendirse sin dificultad, y de hecho cada una de ellas se empeña en crear una «Biblioteca Aira» en su catálogo, para mayor confusión de los lectores. Lo lees sin convicción de si tu paramnesia está o no justificada. Las reseñas críticas de obras diferentes suyas son intercambiables. Sus títulos superan el centenar, y eso que ha sido un autor tardío, pues no empezó a novelar hasta pasados los treinta, ni se convirtió en velocísimo escriba hasta pasados los cuarenta. Cercano a los ochenta, va a hacer ley aquella observación de Hemingway de que, una vez que asumes tu destino como escritor, y si consigues disponer a diario de un lugar donde no te molesten las visitas o el teléfono, no pararás de practicarlo mientras vivas, te salga como te salga. El que suscribe ha leído dos o tres decenas de novelas de Aira, que se me apiñan en las estanterías, una expedición alienígena cohesionada y extraña, y tengo la certeza de que hay una cantidad tres veces superior esperándome en alguna parte, allá afuera.

¿Es capaz Aira de escribir más rápido de lo que podemos leerle? La pregunta no es un chiste, puesto que el escritor argentino ha manifestado en alguna ocasión que la literatura, para él, tiene un valor terapéutico. Aira comenzó como traductor, con un repertorio muy elocuente: Raymond Chandler, Brian W. Aldiss, Stephen King (novela negra, ciencia-ficción, terror), incluso rompedores artistas del cómic independiente, como Art Spiegelman… pero también clásicos decimonónicos como Potocki o Jane Austen. Y se ha especializado en escritores en los bordes de la singularidad mental, como Kafka o sus compatriotas, Pizarnik y Copi. Este universo poco académico se corresponde con que, para Aira y según propia confesión, la escritura es un modo de realización psicológica y no solo intelectual, más allá de lo estético. Por eso su modo de narración es la «fuga hacia adelante», ir generando escenas que posteriormente se ve obligado a explicar, una arriesgada manera de generar expectativas en el lector que, seamos sinceros, a veces son satisfechas, y otras directamente olvidadas, tras unas pocas páginas. El planteamiento es audaz, pero no siempre satisfactorio, y sí encantadora o irritantemente digresivo. Hay quienes entienden esto como una manera de escritura automática surrealista. No seria justo ni para uno ni para los otros, pero si es cierto que los resultados muchas veces son equiparables.

A César Aira no le interesa la novela como pieza diseñada y conclusa, sino como pista de despegue, y en este sentido rechaza la artesanía como una limitación al ejercicio constante de la imaginación, al redescubrimiento prospectivo del texto. Es de agradecer, aunque tenga coste para el lector, que un novelista no desee someterse a la rentabilidad.

La excusa argumental de En El Pensamiento es casi mínima, o más bien, mínimos los datos que se aportan para ilustrarla. El narrador cuenta su infancia en una pedanía argentina –más bien un apeadero en una paramera–, espacio físico, temporal y mental que es recordado solo en ciertos rasgos: la soledad y la naturaleza entre humedales y parameras, la pobreza de los que rodean a la familia notable del narrador, la aparición de un tutor académico, y la desaparición de una locomotora de los raíles que dan la única vida a esa aldehuela. Sobre ello, Aira aplica su habitual gusto por la literatura de género (popular), sea el folletín o el delirio fantacientífico; su afición a la desconcertante voz narrativa en primera persona que ya le ha inventado decenas de orígenes autobiográficos diferentes a lo largo de su carrera, y sus arranques y giros que rara vez dejan de ser sorprendentes y, sin duda, originales, lo cual ya es mucho. Así lo han acreditado previamente novelas como El mago, El congreso de literatura o Las noches de Flores. Dicha narrativa incurre en riesgos para el lector de novelas convencionales. No creo recordar apenas ni un solo diálogo en una novela de Aira, que suelen transitar por monólogos y estilos indirectos. Un caso reciente y palmario fue su decepcionante Fulvius, tal vez porque pretendió precisamente aproximarse a un esquema, el de la novela histórica, que no es el que acostumbra. Igualmente, le ocurre con cierta frecuencia que, una vez revelado el aparente juego compositivo, el argumento se desarrolla de modo errabundo, paulatinamente, hasta quedarse al ralentí y sin conclusión posible.

Algo de esto sigue habitando en el interior de En El Pensamiento. Y sin embargo, esta obra quizá se encuentre entre las más amenas y bellas de su autor, como lo fueron Parménides, Varado, o algunas de las piezas contenidas en sus Relatos completos, que acreditaban que el narrador argentino debería aplicarse a los formatos aún más breves. Y en la extraña anécdota de En El Pensamiento, sí, sin que sirva de precedente, hay una conclusión final: solo que tan desconcertante, en el mejor y a la vez en el peor sentido, que según el día podrías tomártelo como una boutade genial o como una afrenta casi personal. Podría ser una versión lunfarda de Boris Vian, o una reactualización postmoderna de los Cuentos de los años felices de Osvaldo Soriano.

Hasta que reparas en que Aira no pretendía en ningún momento otra cosa que entretener tu ansiedad lectora para fijarse en otra cosa, que es la verdadera narración de En El Pensamiento: el descubrimiento personal de la escritura. No se trata de un ensayo, ni de una novela de tesis, apenas son unos apuntes medio sugeridos, pero resultan impagables. Del mismo modo que el novelista utiliza rasgos de la literatura de género para pincelar algunas escenas, como velados matices, y con discretísima sutileza te dispone para anticipar desarrollos que luego no son sintonizados, en esta breve obra va estableciendo poéticas correspondencias entre situaciones al azar y el proceso de formación del narrador: la madre que, cada noche, habla a su hijo mientras le perfila imágenes en la palma de una mano, los momentos en el que muchacho empieza a dibujar como quien aprende un alfabeto, la distinción entre tipos de caligrafía como una suerte de perfiles morales… y la locomotora desaparecida, que dará sentido a la experiencia entre el muchacho y su instructor, porque son suertes que Aira ha sabido pudorosamente disponer en paralelo, sin señalar el hecho al lector. En definitiva, la novela se llama En El Pensamiento porque es allí, en el remoto apeadero bautizado El Pensamiento, donde comienza a madurar, a través del lenguaje, el pensamiento del protagonista.

En El Pensamiento es el último lanzamiento de César Aira, con pie de imprenta de 2024. Y sin embargo… ¡maldita sea: la fecha del copyright es de 2022! Luego ya habrá escrito dos o tres novelas más. Y usted y yo sabemos que tendré que salir a encontrarlas. Ah, César Aira… Él sólo, un país de innovadoras tradiciones.

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