
Diseño de cubierta (Caricatura en El Loro, 1882)
'Historia del Liberalismo español': liberales y conservadores del s. XIX
Un libro que describe con claridad el desafío de montar un estado moderno español, enfrentando la tensión entre la libertad y el orden
Hacer una historia del liberalismo español es hacer una historia de, por lo menos, todo el siglo XIX. Y es que durante toda la centuria, el pensamiento liberal fue sin duda hegemónico y fue el responsable de construir la España contemporánea. No cabe duda de que la construcción fue muy convulsa y llena de problemas, que saltan a la vista cuando el lector se asoma a nuestro caótico siglo XIX. Por eso, autores como Stanley Payne han hablado de una «contradicción española», representada por un liberalismo muy adelantado, casi pionero en las Cortes de Cádiz, pero incapaz de asentarse en una nación muy tradicional. A las dificultades de construir sobre las bases del Antiguo Régimen, con sus encarnizadas resistencias representadas nítidamente en el incansable carlismo, se sumó además las enormes disensiones dentro de la gran familia liberal.

Sekotia (2024). 442 páginas
Historia del Liberalismo español
Estas disensiones son las que Jorge Vilches explica detalladamente en este libro. El eje central que lo articula es la tensión entre la necesidad de orden y el deseo de libertad, que son para el autor las dos caras necesarias del pensamiento liberal. Por eso, el libro está dividido en dos partes, dedicadas a las dos tradiciones existentes dentro del liberalismo, la conservadora y la progresista. Dentro de cada sección, el libro se divide en una serie de pequeñas biografías de las figuras más destacas de cada tendencia. De esta manera, en lugar de un libro de historia del liberalismo propiamente dicho, nos encontramos con una obra que configura una especie de gran galería de retratos en la que encontramos a los nombres más importantes del pensamiento liberal decimonónico. Cada capítulo biográfico es breve, trazando de forma esencial la semblanza del personaje, pero no son biografías al uso. Lo que interesa a Vilches no es solo relatar la vida de un grupo de personajes, sino sobre todo captar sus ideas, entender su pensamiento y caracterizar la aportación de cada uno a la evolución intelectual del liberalismo. Por eso, como el mismo autor reconoce, «es un trabajo que combina la historia política y la historia de las ideas».
La galería comienza con los primeros antecedentes abiertos por Jovellanos, autor que ha sido adscrito a muy distintas corrientes de pensamiento pero que Vilches defiende como fundador del liberalismo conservador, y se extiende hasta terminar con Cánovas y Sagasta, los dos líderes que consuman la evolución respectiva del conservadurismo y el progresismo hasta alcanzar el consenso liberal de la Restauración. La evolución posterior del liberalismo, con el surgimiento de distintas corrientes dentro de ese consenso cada vez más desgastado y la crisis del pensamiento liberal en la primera mitad del siglo XX, escapa al marco cronológico de este libro, que está interesado en ver cómo los liberales consolidaron la construcción del Estado moderno entre 1808 y 1874.
Muchos de los personajes que aparecen tienen excelentes monografías y han sido estudiados ampliamente por separado. Es el caso del propio Jovellanos, de los espadones como Espartero, Narváez o Prim, de pensadores como Donoso Cortés o Emilio Castelar y por supuesto de Cánovas y Sagasta. Otros han sido menos estudiados, aunque distan de ser desconocidos, como Nicómedes Pastor Díaz, Joaquín María López, Carlos Rubio o Rafael María de Labra. En cualquier caso, el objetivo de este libro no es ofrecer la biografía definitiva de ninguno de los personajes. Su mérito está en presentarlos a todos como un cuadro de conjunto, hilvanando el pensamiento de unos y otros para demostrar las conexiones, influencias y evoluciones. Tanto el universo conservador como el progresista quedan así explicados con todos sus matices y corrientes diversas, a veces contradictorias incluso dentro de una misma tendencia.
Esa es quizá la mayor dificultad del libro, pues aunque la distinción entre conservadores y progresistas es innegable y queda bien explicada, las disensiones e intercambios entre ambas hacen a veces difícil mantener esa distinción de forma clara. La primera sección, bajo el epígrafe «Sin orden no hay libertad», identifica claramente a un conjunto de pensadores que consideraban esencial mantener las estructuras y jerarquías sociales para evitar el caos, aunque bajo ese amplio concepto caben figuras tan distantes entre sí como Emilio Castelar, que propugnó un orden republicano, o Donoso Cortés, que acabó encontrando que el orden solo podía basarse en las verdades teológicas católicas sostenidas, si era necesario, por un sistema autoritario.
Es cierto que en la dicotomía entre orden y libertad, algunos pensadores acabaron optando por supeditar completamente lo uno a lo otro. Donoso, como Bravo Murillo o en menor medida Narváez, estaban dispuestos a sacrificar muchas de las libertades liberales a cambio de asegurar el orden y la estabilidad. También al otro lado, gran parte del progresismo, empezando desde Quintana y pasando por Espartero y Prim hasta llegar al republicanismo federal, sacralizaron la revolución como única vía para conseguir la libertad, aunque fuese a costa del orden, como se vería trágicamente en la I República.
El liberalismo, sin embargo, acabó confluyendo en una vía intermedia que triunfase sobre estas tendencias autoritarias o revolucionarias y que encarnaron Cánovas y Sagasta, aunque había sido ya defendida por moderados como Pastor Díaz o Ríos Rosas. Como sabemos, este consenso no significó en absoluto que desapareciesen las tensiones políticas, que en el siglo XX estallarían de forma mucho más violenta de lo que jamás lo hicieron en la centuria anterior. Muchas de las nuevas ideas allí surgidas lo hicieron ya bajo formas claramente no liberales, como el socialismo, el anarquismo, el corporativismo o el fascismo. Pero no se puede comprender el origen de todas ellas sin conocer la evolución de ese liberalismo español decimonónico que Jorge Vilches expone en esta obra con enorme claridad.