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Detalle de cubierta de 'El declive de la Iglesia en España, 1808-1936'

Detalle de cubierta de 'El declive de la Iglesia en España, 1808-1936'Renacimiento

El declive de la Iglesia en España, 1808-1936

El Prof. Martín Puerta aborda las claves del proceso secularizador en la España contemporánea

Ha tiempo don José María García Escudero escribía que la obra de Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza podía haber constituido una nueva izquierda en la España de la Restauración de 1876, que comandara la regeneración de España junto a la que por su parte representaba como una nueva derecha, Ángel Herrera Oria y la Asociación Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas. Pero dicho diálogo por colleras, que hubiera tenido una proyección que trascendía lo político, quedó fatalmente frustrado dejando paso al duelo de los extremismos sobre la península ibérica .

Cubierta de 'El declive de la Iglesia en España, 1808-1936'

Renacimiento (2025) 316 páginas

El declive de la Iglesia en España, 1808-1936

Antonio Martín Puerta

El profesor Martín Puerta añade una nueva reflexión sobre la pérdida de presencia pública de la Iglesia institucional en España. Algunos apuntes los ofreció en dos de sus libros: Ortega y Unamuno en la España de Franco: El debate intelectual durante los años cuarenta y cincuenta (2009); y Antecedentes económicos y sociales de la España de la posguerra (2011). Aunque dos recientes artículos son la antesala del libro que ahora reseñamos: «Las debilidades del catolicismo español previas al Concilio Vaticano II» y «Los orígenes del predominio cultural de la izquierda en España».

En esta obra de madurez intelectual escrita con pulsión vibrante y ágil pluma, nos ofrece ahora, en meritoria síntesis, las principales claves que explican por qué ese supuesto diálogo no pudo realizarse. De entrada, se trató de un proceso que se dio igualmente en el resto de naciones europeas, pero la diferencia fundamental de la situación española con las coetáneas de Austria, Alemania, Inglaterra y, sobre todo, de Francia –contextos historiográficos que el autor conoce de primera mano–, es que si bien durante el siglo XVIII español los funcionarios reformistas borbónicos no asumieron las tesis de la primera revolución francesa, en 1808 el Estado se derrumbó, y por ende, tras la invasión napoleónica surgió la dicotomía de reconstruirlo o de erigirlo sobre bases nuevas, siendo esto último lo que a la postre terminó sucediendo ya sin contar con una Iglesia que seguía concibiendo ese Estado como unidad confesional.

Así, sobre el sustrato del atraso cultural y económico de España –todavía a finales de ese siglo el analfabetismo afectaría en torno al 60% de la población– surgieron actitudes anticlericales minoritarias que terminaron generalizando casos de anticristianismo, a lo que se añadió un alejamiento creciente de la población hacia las prácticas y sentimientos religiosos.

Fue en esa coyuntura cuando la actuación de un Estado hostil hacia la Iglesia resultó inembridable, impulsando un proceso secularizador continuo y diacrónico, que es posible reconocer –esta, nos parece, es la primera aportación original del libro– desde la visión dialéctica de la Historia, esto es, con los planteamientos propios de la izquierda política y social. Para ello, Martín Puerta discrimina cinco grandes ámbitos o elementos críticos sobre los que se perpetró la pérdida de influjo eclesial en España: la categoría y nivel del clero, la enseñanza –centralización universitaria y control estatal de la Teología–, el trasfondo cultural, las relaciones Iglesia-Estado y el proceso de descristianización.

Efectivamente, se podrá estar o no de acuerdo con los dictados deterministas de la dialéctica histórica –el autor no lo está–, pero no cabe duda de que, a lo largo de la contemporaneidad hispana, la Iglesia fue perdiendo progresiva influencia pública, mediante avances y frenazos –tesis, antítesis–, pero nunca reversiones de cada fase inmediatamente producida –síntesis–, que a continuación pasaba a erigirse en la siguiente tesis.

El periodo entre 1833 a 1840 que significó la desarticulación de la Iglesia del Antiguo Régimen, el sexenio democrático y la segunda república, fueron las tres grandes fases del avance secularizador. Entre ellas se enhebraron periodos de poder político moderado y liberal-conservador, pero las tendencias conservadoras que ejercieron entonces el poder asumieron las conquistas laicistas sin oponer rectificaciones de calado. Meras administradoras transitorias de un modelo ajeno, las denomina el autor, pues en modo alguno fueron conscientes del implacable progresismo en el que estaban inmersas. Esta es a nuestro parecer la segunda aportación original de la obra. Mientras tanto, el Papa del Syllabus, Pío IX, vino a encontrarse condicionado por una realidad política sumamente enemiga, la pérdida de los estados pontificios, que impedía de facto aplicar unos principios doctrinales que en España eran utilizados para el reproche de ortodoxia entre grupos católicos en sus querellas internas.

De manera que en España el proceso de secularización prosiguió sin retrocesos, porque mientras el Estado no pretendía entenderse con la Iglesia, en el seno de esta última cundía la división y la controversia intestinales.

Al término de la restauración canovista, el Estado controlaba ya los campos esenciales de la cultura, y la Iglesia, que se encontraba muy mermada económicamente tras los continuos ataques expropiadores, había sido desplazada por vía constitucional, mientras que las fórmulas europeas más avanzadas del catolicismo social no alzaprimaban réditos de importancia en el suelo patrio.

La segunda república terminó de excluir a la Iglesia del campo de la educación y su falta de legitimidad política durante la primavera de 1936 desembocó en la guerra civil, momento del más bajo suelo eclesial. Entonces sí se abrió paso, de forma plenamente consciente, un contundente intento de reversión a partir de 1939, pero este terminó encontrándose, empero, con las limitaciones de un subsuelo social y cultural que resultaba ya difícilmente modificable.

Pero esto último será objeto de análisis en el esperado segundo volumen que el autor anuncia en el epílogo, próximo a publicarse, y que nos ofrecerá de forma rigurosa pero honesta –reflejo de la personalidad de aquel– las postreras causas que explican las severas dificultades de la Iglesia para crear cultura, consolidar mentalidades sociales y apuntalar líneas políticas en la España del ayer, esto es, el fracaso de nuestra contemporaneidad.