
Carmen Martín Gaite. Detalle de cubierta
Reconstruyendo el interior fragmentado de una novelista salmantina
En el centenario de su nacimiento, Carmen Martín Gaite renace detrás de cada una de sus novelas
En Madrid, junio arranca con la hilera de casetas de la tradicional Feria del Libro. Entre las escritoras que alcanzaron el top ventas en el Retiro se encuentra una salmantina que celebra este año el centenario de su nacimiento. Carmen Martín Gaite disfrutaba enormemente del ajetreo del parque en estos días y se reconocía una entusiasta de los encuentros con sus lectores, con los que podía intercambiar impresiones acerca de sus muchos escritos.

Siruela (2010). 208 páginas
Carmen Marín Gaite
En una entrevista televisiva, la autora de Fragmentos de interior (1976), contaba una anécdota que tiene por protagonista esta novela. Carmen recordaba que un amigo poco lector le había reconocido que se pasó de estación por estar totalmente inmerso en las páginas de este libro durante un trayecto en metro. Ella no podía imaginar mejor piropo, pese a que se trataba de una obra de la que no estaba especialmente orgullosa.
La escritora salmantina saca a la luz esta novela pocos años después de su separación de Rafael Sánchez Ferlosio. El regusto del derrumbe de la institución familiar es un hecho en la vida de Carmen, y ella lo proyecta como una realidad más que plasma en la vida de estos personajes. La historia se construye a partir de retazos, pasajes que conforman el problemático entramado de un matrimonio madrileño de los años 70. Bien podrían ser la exteriorización de los «fragmentos de interior» de la propia Carmen. De hecho, los que la trataban eran conscientes de que «todo lo que quiere que sepamos de ella está en sus libros». Es por ello que sus personajes están correctamente delineados, su identidad perfilada, su forma de ser bien definida. Este minucioso afán constructor de psicologías responde a una necesidad personal de Carmen: la de componer, fragmento a fragmento, su propia identidad. Reconoce que «solo puedes ir a lo otro partiendo de ti mismo», incluso si el punto de partida son «mis propios demonios». Estos, son siempre los mismos; por ello los temas, las tipologías y las situaciones son recurrentes en las páginas de sus muchas novelas. Lejos de aburrir, confirman. Confirman un pensamiento coherente, acorde con la firmeza de su autora. El prólogo de Soledad Puértolas para la edición de Siruela discurre también por esta vía al describir la relación entre Martín Gaite y sus composiciones.
El escenario de la presente novela es el Madrid de la Transición, concretamente el hogar, o lo que de él queda, de Diego Alvar y Agustina Sousa. Esta es la pareja (rota) en torno a la cual se gesta la trama. En realidad, el ambiente externo pronto pasa a un segundo plano, pues Martín Gaite ajusta el objetivo de su cámara narradora para detenerse en la interioridad de la familia.
Lo hace de la mano de Luisa, la nueva sirvienta, que nos introduce en la intimidad del hogar Alvar Sousa. Recién llegada, será la aliada del lector, pues a medida que descubre y aprende ella, descubrimos y aprendemos también nosotros acerca de cada una de las personas, de sus conciencias, de sus historias pasadas y presentes. Luisa, como «mujer ventanera» observa y recibe, se empapa, acoge las confidencias de unos y es partícipe de los secretos de otros. Es esta una pieza narrativa clave que ya aparece en Entre visillos y que se refiere a la escondida mirada femenina que, a modo de cortina, separa lo exterior del interior. Ese interior no es sino el núcleo de la creación, donde se gestan las reflexiones que nacen luego como relato basado en la experiencia. En este sentido, la jovencísima pueblerina tiene más éxito que Diego, editor frustrado, rodeado de comienzos de historias que no confluyen en un relato acabado.
Unos personajes y otros, de modo especial la nueva sirvienta, acarrean el drama ajeno pero, al mismo tiempo, buscan con quién compartir el propio. Esta búsqueda de interlocutor es común en los personajes aislados e incomunicados de varias novelas de la salmantina, tales como Ritmo lento, Retahílas y El cuarto de atrás. Es un asunto que le inquieta, de ahí que también le dedique varios ensayos.
Desavenidos entre sí, «viven juntos, pero cada cual hace su vida», y circulan por la casa con la sombra de sus frustraciones. Agustina sigue añorando a su exmarido Diego, que hace tiempo comparte vida con Gloria, aunque esta vive paralelamente un amorío con Pablo. Los hijos del antiguo matrimonio, Jaime e Isabel, enfrentados respectivamente con su padre y con su madre, lidian con sus conflictos particulares. Es solo al final, cuando, arrollada por los secretos de estos y aquellos, Luisa, halla el coraje para afrontar los propios. La búsqueda de Gonzalo, el verdadero móvil que la trajo a Madrid, reaparece imperiosa, reclamando respuesta.
Fragmentario en lo narrativo y por ello cercano a las escenas teatrales, el estilo de Martín Gaite es minucioso y profundo en lo descriptivo. La combinación de ambos rasgos hace de su relato algo dinámico a la par que íntimo. Ciertamente son fragmentos, pero Fragmentos de interior.