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Antonio de Hoyos y Vinent, leyendo reclinado

Antonio de Hoyos y Vinent, leyendo reclinado

`El pecado y la noche': los bajos fondos de Hoyos y Vinent

El Desvelo rescata un volumen de cuentos de este autor decadentista olvidado que triunfó a principios del XX

Hay libros que, al abrirlos, dan la impresión de estar desenterrando un ánfora romana o similar. Contienen, encapsulada, una estética ya muerta, pero conservan un olor fuerte y un sabor vigoroso. El pecado y la noche, volumen de cuentos del madrileño Antonio de Hoyos y Vinent (1884-1940), publicado originalmente en 1913, facilita un encuentro sugestivo con el decadentismo, un movimiento europeo, de raíz francesa, que en España se entreveró con el modernismo.

El autor, marqués y riquísimo, gozó de éxito y predicamento como escritor desde joven, apadrinado a sus dieciocho por doña Emilia Pardo Bazán. Estudiante en Viena y en Oxford, Hoyos y Vinent fue muchas cosas a la vez: homosexual sin armario, dandi, erotómano, esteta, anarquista, apasionado de los bajos fondos y los peligros de la noche matritense. «Pícaro, abacial, gran señor, acanallado», lo ve un contemporáneo.

Portada El pecado y la noche

El desvelo ediciones. 256 páginas.

El pecado y la noche

Antonio de Hoyos y Vinent

No era raro encontrarlo ni en los mejores salones y hoteles de Venecia o París ni en los teatrillos de la plebe, los cafés de la bohemia y las fondas más oscuras, del brazo de algún chulo. Cansinos Assens asegura en La novela de un literato que a Hoyos y Vinent lo defendían «su título y su corpulencia atlética», que le permitían «pasear impunemente la leyenda de sus vicios». Con todo, más de una vez debió estar al borde de ser desplumado o acuchillado en la calle.

El paso del tiempo no ha sido benévolo con Hoyos y Vinent. Su obra está olvidada, ocupa un pie de página en los manuales de literatura y sus libros se reeditan con cuentagotas. El Desvelo Ediciones ha sido el último en acordarse del divino marqués, con estos cuentos que resume las obsesiones del autor en aquella belle époque española. «El pecado y la noche es el leitmotiv de mis libros. Hay tres cosas en la literatura que me han obsesionado: el misterio, la lujuria y el misticismo. Dicen que mis libros son inmorales. ¡Pero si en ellos no hay voluptuosidad ninguna, en mis libros el amor es una cosa horrenda y escalofriante!», explicaba en una entrevista de 1916.

Exactamente eso son estos cuentos: relatos y retratos de la noche, a veces poco más que aguafuertes, en los que la lujuria y el crimen son una y la misma cosa y todo deseo, siempre impuro, acaba de mala manera, en un charco de sangre. A Hoyos y Vinent solo le interesan dos ámbitos: el de los aristócratas y el de los chulos, las hetairas, los gitanos y los torerillos. Casi siempre esos dos extremos se tocan en sus cuentos. Muchos de ellos están fechados en París, Venecia o Lucerna y traen el sabor del gran mundo. Un gran mundo que se arrastra hacia la noche y la canalla, que se envilece por puro afán de experiencias.

En Hoyos y Vinent, la prosa exhuberante, la adjetivación machacona, son marcas de época, pero se leen todavía con gusto. Todo está lleno de tul y moaré, de fragrantes flores y chaise longues, de fiebre «nocherniega», mujeres «dengosas», pasiones enfermizas y, como dice en uno de estos relatos, «una sensación abrumadora de cesación, de acabamiento». Decadencia y decadentismo, en fin.

Los apasionados de esta estética a caballo entre finales del XIX y principios del XX agradecerán estas páginas. Hay mucho de Barbey d'Aurevilly y sus Diabólicas, Huysmans, el Valle-Inclán de las Sonatas, D'Annunzio o el Wilde más oscuro. Combinado todo ello con la bohemia española de su tiempo, de Emilio Carrere a Alejandro Sawa. En Hoyos y Vinent, el decadentismo europeo se encuentra con las manolas madrileñas y los rateros de barrio. Se hace goyesco.

Juan Carlos Usó, responsable de esta edición de El Desvelo, trae en su introducción la crítica de un contemporáneo a El pecado y la noche. Califica a Hoyos de «preciosista admirable con propensión a los asuntos morbosos». El autor contaba cerca de 30 años a la publicación de este libro. Dejaría una larguísima obra antes de morir en 1940 en la cárcel de Porlier, donde recaló por sumarse a la FAI en la República y pasearse durante la guerra con mono de obrero, pistolón al cinto y monóculo. De la cárcel no lo pudieron sacar ni su título ni sus amistades influyentes.

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