Fundado en 1910
Cubierta de 'Jardines de interior'

Cubierta de 'Jardines de interior'Letras cascabeleras

'Jardines de interior', la familia y otros desastres naturales

Cuentos y microrrelatos que rezuman dramatismo y la sensación de que todo está perdido, de que nada tiene solución

Hay escritores de aluvión mediático que suben como la espuma de un día para otro; y hay escritores que, sin prisa pero sin pausa, van conformando durante años, fuera de los focos, una obra seria y meritoria, digna de ser tenida en cuenta. Este último caso es el de Soledad García Garrido (Plasencia, 1970), galardonada en decenas de certámenes literarios que han refrendado la calidad de sus relatos.

Cubierta de 'Jardines de interior'

Letras cascabeleras (2025). 136 páginas

Jardines de interior

Soledad García Garrido

Es autora de la novela corta Líneas divergentes, con la que ganó el IV Concurso Letras Cascabeleras en la modalidad de narrativa breve, que acabaría siendo su primer libro (2020). Y también de la mano de la editorial Letras Cascabeleras nos llega ahora su segunda obra, Jardines de interior (2025), que recoge algunos de sus mejores relatos, catorce concretamente.

García Garrido no es una autora de intereses diversificados, sino concentrados. Por lo que yo he leído (los dos libros citados y otros cuentos disponibles en internet), la familia y su circunstancia es su tema preferido, al que se entrega con pulso certero.

Si en Líneas divergentes nos ofrecía la historia de dos hermanos gemelos perdidos en el Madrid obrero de los 80, miembros de una familia desestructurada sin futuro, en Jardines de interior regresamos al ámbito de lo familiar para encontrarnos con algunos elementos que son habituales en sus historias cortas: el simbolismo, las fuerzas de la naturaleza como catalizador emocional, el determinismo o la ausencia de esperanza, todo ello articulado con un lenguaje envolvente y sensorial que nos ayuda a imantarnos de la angustia que padecen los personajes.

Los cuentos y microrrelatos de Jardines de interior rezuman dramatismo y la sensación de que todo está perdido, de que nada tiene solución. No hay escapatoria posible para los personajes de «La casa de los vientos», que sufren «el síndrome sordo», provocado por el azote de un viento furibundo que se ceba con los inquilinos de la casa y no los deja vivir; tampoco tiene escapatoria en «Gran Reserva» el padre que había pasado media guerra escondido en un tonel de vino de la pequeña bodega del hogar; ni la hija preadolescente de «Salmones» que se avergüenza de su madre por trabajar en la limpieza de su colegio; ni la familia de «Vallas», que son pobres de solemnidad; ni la familia –siempre la familia– de «Trapos sucios», con el pater familias que ha abandonado el hogar y una hija echada a perder que solo vuelve a casa para pedir dinero; ni aquellos que viven asediados por las cucarachas en «Inmortales»; ni el joven de «La cantera» que ha de matarse a trabajar en unas minas por un jornal miserable con el objetivo de ayudar a la maltrecha economía doméstica.

Unos y otros parecen abocados a sufrir las destemplanzas de la vida, representadas por la indomable naturaleza (vientos fuertes, la calima, las cucarachas, el resacoso mar…). Todos malditos por fuerzas inasibles que se ceban con ellos.

«Algo me decía que, si quería seguir viviendo, tenía que huir, alejarme de aquel pueblo de casitas grises, de la condenada calima que nos había envenenado, que había enturbiado nuestras vidas. No fui consciente entonces de que estaba equivocado. No me di cuenta de que la calima se asentaba sobre nuestras cabezas, sí, nos atrapaba con su bruma, nos asfixiaba con su carga insoportable, pero no dirigía todos nuestros actos. Éramos nosotros, solo nosotros, que estábamos malditos. Estábamos malditos» (p. 72).

En estas catorce historias cortas encontramos la normalización del horror, la lucha por la supervivencia, la sinrazón de vivir para nada. Tal vez influidas por autores como Julio Cortázar, Horacio Valcárcel, Juan Rulfo o la Daphne du Maurier de su celebérrima novela Pájaros (adaptada al cine por Hitchcock), las narraciones de Jardines de interior nos ofrecen un mundo claustrofóbico en descomposición en el que no nos gustaría adentrarnos fuera de los márgenes del libro.

Soledad García Garrido demuestra con esta obra una madurez y un talento narrativo admirables que –estoy convencido de ello– gustará a los buenos lectores del género.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas