
El grupo musical compuesto por José María Cano, Nacho Cano y Ana Torroja
Cuarenta aniversario del primer disco de Mecano
El grupo pasó de la confusión andrógina y la palidez a fondo musical de un país
Entre 1981 y 1992, el grupo Mecano fue, sencillamente, omnipresente en la radio y la televisión. Más, si cabe, teniendo en cuenta que todavía no había plataformas ni nada parecido a la oferta infinita que hoy marea al «consumidor cultural» con adelantos en las redes sociales y «todo eso». Tan omnipresentes fueron como para quemar las cintas de casete piratas, grabadas de los programas de radio–fórmula y de insoportable rebobinado, como para que, cuarenta años después de su primer disco, sigamos trayéndolos al presente de los motomamimelómanos, y escuchando rumores, más o menos infundados, sobre su añorada vuelta al coso musical.
El comienzo
Lo que llamamos azar y sus caprichos unió a los dos hermanos Cano en los bajos de la calle Orense con una muchacha cuyo rostro se confundía con ellos, o ellos con ella, bajo el flequillo y el maquillaje de «sombra aquí y sombra allá», en una mezcla de esa delgadez pálida y andrógina que se impuso como estética de la nocturna movida de mechas imposibles y mal dormir.
Todo comenzó cuando José María Cano le pidió a su hermano Nacho y a su novia de entonces, Ana Torroja, que le acompañaran en sus conciertos como cantautor. Fue así como conocieron al productor Miguel Ángel Arenas Capi, que consiguió su primer contrato y vio claro que la chica, con una textura extraña de voz, abandonara la sombra de los coros y pasara a vocalista principal.
Los antecedentes del disco habían sido prometedores. Antes de la publicación del álbum homónimo, el grupo había sacado tres temas. El segundo fue Hoy no me puedo levantar, que aludía a las consecuencias –ampliamente conocidas por todos– de un fin de semana de fiesta, y que todavía resuena en nuestros madrugones: «Hoy no me puedo levantar/el fin de semana me dejó fatal/toda la noche sin dormir/bebiendo, fumando y sin parar de reír».Después, otra canción aparentemente frívola, pero que era, realmente, la descarga profética, existencialista, de los días posteriores a la farra, o la experiencia de cualquier confinado, después de la primera mañana de aquel 14 de marzo de hace dos años, con ese «perdido en mi habitación/busco en el cajón/alguna pastilla/que me pueda relajar/me pueda quitar/un poco de angustia/No sé qué libro mirar/qué revista ver/la tele se acaba qué se puede hacer./Mi mente empieza a vibrar/de tanto pensar/ya no hay nada claro/en mi soledad».
Y el disco. El disco un cinco de abril de 1982, con la herida sangrante de Las Malvinas (porque siempre estamos en guerra), y todavía temblorosos por el fallido golpe de Estado, y tocando los tambores febriles de la víspera del mundial de Naranjito; la reelección de Fraga como presidente de Alianza Popular y las elecciones que encumbraron a Felipe González a La bodeguilla para dejar asentadas las bases del «OTAN no», y luego–evidentemente– sí.
La melodía de un país
Al poco de publicarse, el álbum vendió medio millón de copias; una cifra que daba una idea de hasta qué punto el trío musical había conectado con la juventud española, no encerrándose en la pequeñez de alguna tribu de moda, sino convirtiéndose en un fenómeno de masas, que crecía a medida que pasaba el tiempo y los discos.

Miembros de la banda española Mecano
A medida que el grupo se abrió a otros sonidos más allá de la nueva ola británica y los nuevos románticos, y su música fue consiguiendo cada vez más adeptos, fue más difícil encerrarlos en el prejuicio de moda pasajera o música manufacturada para adolescentes. Porque Mecano se escuchaba a todas horas en los talleres mecánicos, en los bares, en las salas de espera de los dentistas y de los abogados; en los mastodónticos walkman, tocadiscos y radiocasetes de una época un tanto hortera y, quizá, un poco más inocente.
En 1992, Ana, José María y Nacho deciden tomarse un descanso de las antaño larguísimas giras que, con el tiempo, supuso su inesperada disolución, salvo un breve reencuentro en 1998 por un disco recopilatorio con algún tema nuevo, que hizo soñar a sus seguidores con una vuelta que no se ha vuelto a dar, seguramente porque ciertas melodías y su acogimiento en la memoria, solo pertenecen a una época, a un modo de enfrentarse a la vida, a sus promesas y a la sed de libertad que ciega a la bendita juventud.
Aunque el tiempo es tiempo, y no pone ni quita a nadie en el recuerdo y en los gustos, de alguna manera hay que hacer alusión al hecho de que ciertas personas y su obra se queden prendidas a él, como si no quisieran ni pudieran irse nunca, y se agarraran a eso que, a veces, desdeñamos reduciendo su calidad o su prestigio, a «cultura popular». Y sin embargo, este ser «popular» sigue siendo la medida con la que todos los artistas se enfrentan si quieren dejar huella y convertirse, algún día, en clásicos para siempre.