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26 de abril de 2024

Rafael Guzmán Barrios

Rafael Guzmán Barrios

Rafael Guzmán: «Es necesario formar a compositores para proteger el patrimonio sonoro de un país»

El compositor cubano y profesor en la UNIR ve en la inteligencia artificial una oportunidad para componer «a cuatro manos» nuevas obras

Pianista, profesor y compositor. El cubano Rafael Guzmán Barrios, afincado en Ecuador, viaja hasta España y se acerca a El Debate para hablar sobre las tendencias en composición, la incursión de la inteligencia artificial en la música y la importancia del patrimonio sonoro.
–El sonido musical de la sociedad contemporánea ha cambiado. Ahora pueden escucharse obras completas que poco tienen que ver con las composiciones de los clásicos y cierto público las critica...
–A priori, habría que definir una serie de cosas sobre qué es música clásica, qué composición, arte sonoro o sonido porque esos conceptos han cambiado con el tiempo. Es muy importante recordar que los oídos no tienen párpados. Es decir, no es lo mismo ubicarte en la Europa de 1820 que en la de ahora. Hubo cambios muy importantes: dos guerras mundiales, el surgimiento de la aviación, de la tecnología, el surgir de Freud con el psicoanálisis... y los compositores tuvieron que reflejarlo en su manera de componer. Era imposible seguir componiendo de la manera clásica y romántica. Había que pensar el arte acorde a una sociedad mucho más compleja. A inicios de 1900, sobre todo con la ruptura de la tonalidad y el impresionismo, los compositores han trabajado una música compleja, dura para el oído y difícil de asimilar. Pero cuando entras en ese mundo y entiendes sobre todo el contexto socio histórico y económico en el cual se generó esa música, pues lo comprendes perfectamente.
–Pero muchas personas educadas en la música clásica niegan que las obras contemporáneas sean música...
–Habría que definir primero qué es música. La música son sonidos organizados en el tiempo. Pero, vayamos más atrás. ¿Qué es un sonido? ¿Un sonido puede ser un ruido? Si escuchas, por ejemplo, una banda sonora como la de Danzando en la oscuridad con Bjork, donde ves que en la música hay ruidos incorporados. ¿Qué pasa? La sociedad cambió. Los viejos violines de Stradivarius, los chelos o los pianos... llegó un momento en que los compositores necesitaron, como los pintores, experimentar con nuevos sonidos. Esta nueva materia prima fueron los nuevos sonidos que con independencia de donde los ubiques, son sonidos o ruidos. Un ruido puede ser por ejemplo, un golpe, si lo das de manera aislada, pero si ese ruido lo organizas rítmicamente ya cambia la concepción y se convierte en sonido, melodía...
–¿Habría que reeducar el oído entonces?
–Sí. En esas estamos ahora. Es un proceso pedagógico que debería de comenzar en la educación infantil. Si le enseñas a un niño que una consonancia tiene la misma importancia que una disonancia ya tienen otra recepción. Es como en la pintura que ya se va aceptando más: la misma importancia tiene una pintura figurativa, donde ves un rostro o un bosque, que una figura geométrica. Si a ese niño tú lo educaste en el sistema de la melodía, de la afinación temperada, de lo que es bonito y lo que es feo... jamás va a entender que la belleza es relativa.
-La introducción de las nuevas tecnologías ha tenido mucho que ver en todos estos cambios...
–Por supuesto, sobre todo en la tímbrica. ¿Qué quiere decir esto? Un sonido tiene una manifestación de color y en el tiempo. No es lo mismo que tú digas 'la' o que lo diga yo, es decir, cambia la tímbrica, tú tienes un timbre y yo tengo otro. Los compositores estaban acostumbrados siempre al mismo timbre del fagot, del saxofón, del piano, de la flauta, el violín... pero surgen las TIC y se abre un mundo nuevo. Se generan timbres inéditos. Un timbre inédito es como para un pintor descubrir un color nuevo... fue fundamental.
–Y la inteligencia artificial ¿es una amenaza para los compositores?
–Aquí no hay miedo. Amenaza no es, al menos por el momento. Lo que he escuchado de composiciones creadas por inteligencia artificial a mí, por lo menos, no me convence. Pero lo que he escuchado creado «a cuatro manos», con inteligencia artificial pero retocado por la mano del hombre, sí. Ahí sí he escuchado un producto interesantísimo, humanizado.
–Cuenta con más de cien obras compuestas, sobre todo para audiovisual y también es profesor de la Universidad de Artes de Ecuador y en la UNIR en España.
–En Ecuador imparto materias teóricas y creativas. Esto es, composición musical, contrapunto, armonía, análisis musical; en la UNIR, una asignatura que se llama Pedagogía musical, historia y tendencias.
–Y ¿cómo se enseña a componer? ¿Eso no tiene que salir del alma?
–Esa es la mejor pregunta en el sector. No se enseña a componer, eso es complicado. El profesor de composición es más bien un guía espiritual. Generalmente cuando el estudiante está estudiando composición es que ya previamente había una necesidad imperiosa de componer. Lo que hace el profesor es suministrarle herramientas, audiciones, partituras, sugerirle, recomendarle, pero no decirle el lenguaje que tiene que usar, porque ese lenguaje es muy personal. Por lo tanto, el profesor de composición es orientador, sólo eso.
–En España ¿hay universidades que imparten composición?
–Claro, sí. Sobre todo en las privadas. En ellas se estudia interpretación, dirección de orquesta, dirección de coro, musicología y composición. Lo más importante que tiene un país es su patrimonio y el patrimonio sonoro es todo lo que suena en la nación que la identifica. Es la huella que se oye. Por lo tanto, es necesario fomentar la creación de creadores para garantizar que perdure el patrimonio sonoro.
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