Medio siglo sin Nino Bravo, la voz lírica del pop español que se perdió en la carretera
Canciones como Libre, Un beso y una Flor, Noelia o Te quiero, te quiero siguen estando de actualidad reinterpretadas y recordadas por el público que no le conoció en su corta vida
Nino Bravo no llegó a cumplir los 29. Sí los veintiocho, la edad que no alcanzó aquel «club» trágico llamado «de los 27», la edad a la que murieron, en pleno éxito, figuras como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y Amy Winehouse. Si una voz, de entre todas las nombradas, llegaba hasta lugares remotos por su poder y resonancia era la de Nino Bravo, casi una metáfora de esa un poco más larga vida de todas las demás, una existencia un par de años extendida como por el eco de su potente timbre vocal. Nino Bravo murió en la cumbre a los 28 en un accidente de tráfico como el jugador de baloncesto Fernando Martín (otro del «club de los 27») o el también baloncestista Drazen Petrovic.
En el coche también murió James Dean, a los 24 años, pero todas son otras historias. Nino Bravo y sus compañeros José Yuesa Francés, Fernando Romero García y Miguel Diurni Valero salieron el 16 de abril desde Valencia, rumbo a Madrid, para grabar el primer disco de Humo, el dúo formado por Diurni y Valero, a quienes Bravo promocionaba. Su coche, que conducía el intérprete de Libre, se salió de la carretera en la Nacional III, a la altura de Villarrubio, en Cuenca y, tras el accidente, el cantante fue trasladado al Hospital Gregorio Marañón, previo paso por Tarancón, donde recibió los primeros auxilios. Nada se pudo hacer por salvar su vida en Madrid.
Hacía dos años que estaba casado. Tenía una hija y su mujer estaba embarazada. Casi heredero de la voz de Luis Mariano, a quien admiraba, empezó a actuar con Los Hispánicos y luego con el dúo Superson en los veranos valencianos. En 1969 actuó interpretando versiones en el Teatro Principal y, tras el éxito, firmó un contrato de cinco años con el sello Fonogram cuyo tiempo no se llegó a cumplir. Los mejores compositores del momento le escribieron desde entonces sus canciones, como Manuel Alejandro a Augusto Algueró, con cuyo tema Te quiero, te quiero alcanzó el estrellato. Noelia, Libre, Un Beso y una Flor, estas dos últimas escritas por José Luis Armenteros y Pablo Herreros, le convirtieron en el cantante más famoso de la época, justo cuando le sorprendió la muerte.
América, América fue su triunfo póstumo y la extensión de su leyenda también al otro lado del océano, donde era uno de los favoritos del público en la tradición de los mejores intérpretes clásicos. Las versiones de sus éxitos se han sucedido sin descanso a lo largo de los últimos 50 años, en el impulso natural de mantener vivo el recuerdo de su efímera figura cuya voz única y sus temas alcanzaron los oídos de generaciones mucho más allá de su desaparición.