
Mike Tyson y Don King (al fondo) en 1987
La derrota de Tyson: la imagen que nadie creyó que alguna vez contemplaría
Tras cinco años invicto desde que se convirtió en el más joven campeón de los pesos pesados, el púgil del Bronx cayó finalmente golpeado por James 'Buster' Douglas y por sí mismo
En los inicios de su carrera, a los 18 años, Mike Tyson llegó a pelear una vez por semana. En un año y medio disputó 27 victoriosos combates. Tenía 20 años cuando se convirtió en el campeón mundial más joven de la historia tras derrotar a Trevor Berbick el 22 de noviembre de 1986. Antes de todo estuvieron los robos, la delincuencia, los reformatorios, en uno de ellos comenzó su dedicación al boxeo tras asistir a una charla de Muhammad Ali.
Delincuente juvenil
Con catorce años le llamaban The Tank debido a sus 90 kilos. Fueron los tiempos de las peleas adolescentes ilegales donde se inició en la lucha, como los gallos. La muerte de su madre lo alejó de la protección de Cus D'Amato, el refugio y el único futuro al que terminó volviendo. Su carrera como amateur estuvo llena de altibajos debido a su juventud (peleaba con rivales que le sacaban más de diez años), su carácter y su conducta.
El boxeo era la única salida que se resistía a tomar empujado por su naturaleza salvaje
Mike Tyson era un delincuente juvenil para el que el boxeo era la única salida que se resistía a tomar empujado por su naturaleza salvaje. Era el máximo aspirante a representar a Estados Unidos en los Juegos de Los Ángeles de 1984, pero las dos polémicas derrotas ante Henry Tillman en el combate por esa plaza supusieron su rápido paso al profesionalismo.
El comienzo de la leyenda
Fue el comienzo de la leyenda de Iron Mike, «El terror del Garden», cuyos contrarios apenas resistían un asalto en pie. Su fama empezó a crecer. No se había visto nunca nada igual. Un boxeador adolescente de los pesos pesados que no encontraba rival y cuyo comportamiento personal seguía siendo equívoco, muchas veces demasiado alejado del de un deportista profesional. Su protector D’Amato murió de neumonía apenas iniciada la fábula. Quizá aquello, como la muerte de su madre, acrecentó su desgana y su terrorífica ira.Pero la juventud lo salvaba de sus malos hábitos y de su tendencia depresiva. Era una estrella por la atipicidad de su físico, de baja estatura para un peso pesado, y la espectacularidad de sus movimientos. Tony Tubbs, Larry Holmes (al que nunca habían noqueado hasta su enfrentamiento con Tyson) y Michael Spinks fueron los hitos-victorias de una época que no parecía tener fin.
Una encuesta en Estados Unidos señaló que la derrota deportiva que jamás ocurriría era la de Mike Tyson
Una encuesta en Estados Unidos señaló que la derrota deportiva más improbable, la que nadie pensó que jamás ocurriría, era la de Mike Tyson. Pero en realidad la pronta decadencia de Mike Tyson había empezado hacía mucho tiempo. Probablemente desde el principio de todo. James 'Buster' Douglas fue el aspirante elegido para la siguiente defensa.
La revista The Ring lo consideraba el número 7 del ránking, pero sus importantes victorias ante el excampeón Trevor Berbick y el futuro campeón Oliver McCall, le dieron la oportunidad de pelear por el título. Era un rival fácil para el Tyson que todo el mundo creía que existía, pero no para el Tyson que en realidad existía, sumido ya en una espiral (la espiral de toda una vida de la que nunca logró salir) de lenta e insistente destrucción.
La entrada de Don King
A Mike Tyson no le importaba nada más que escapar de sí mismo y el boxeo que dominaba sin aparente oposición cada vez era una salida menos atractiva. Los meses previos al combate Don King hizo su entrada final en la vida del campeón después de rondarle durante todos aquellos años de éxito. Lo separó de Kevin Looney, el entrenador que D’Amato contrató para modelar al portento y que se convirtió en su mentor.
Se dijo que en los entrenamientos fue tumbado varias veces por sus sparrings
Se encontraba en pleno proceso de divorcio de su mujer, la actriz Robin Givens, una separación transmitida por las televisiones y fotografiada y escrita en los periódicos y revistas. Se dijo que en los entrenamientos a los que acudía (empezó a no ir a entrenar) fue tumbado varias veces por sus sparrings. Las drogas y el sexo eran entonces las ventanas a las que Mike recurría para tomar un aire viciado.
Tyson nunca tuvo la forma ideal
La situación personal de 'Buster' tampoco era ni mucho menos idónea. Su mujer, que sufría leucemia, le había abandonado al descubrir que tenía una amante y su madre acababa de morir. Sus representantes le recomendaron que se retirara, pero él decidió pelear por ella. Un día antes de la pelea en Japón tenía fiebre, pero acabó subiendo al cuadrilátero donde muchos ojos pudieron ver que el campeón no era el mismo.
Muchas victorias rápidas de Tyson habían camuflado sus bajos estados de forma. Y esta vez confiaba en volver a hacerlo. Probablemente Tyson nunca, ni siquiera en sus primeros tiempos, llegó a tener la forma ideal. Aquella velada Mike tenía ojeras y su exceso de peso era notable. Pese a ello, quizá con más deseo que nunca, se lanzó como era costumbre contra su rival.
Incluso desde el primer ataque se vio que aquel boxeador no era el mismo
Incluso desde el primer ataque se vio que aquel boxeador no era el mismo. Buster lo vió en el primer intento de golpearle, quizá incluso en los segundos previos al sonido de la campana, mientras él saltaba y Tyson permanecía quieto con los puños colgando. Buster lo domó y el campeón perdió la iniciativa. Buster no le permitía agacharse y lanzarse y le devolvía los golpes. Tyson debía tener cuidado, algo a la que no estaba acostumbrado, y encontrar el golpe que salvase aquel problema.
El fin de una época
El aspirante ganaba la pelea cada vez más confiado. La nueva esquina de Tyson, sin su equipo de confianza, no tenía ni hielo para controlar los hematomas. Tyson y su entorno eran un Titanic boxístico. A pesar de ello, ya habiendo chocado con el iceberg, inundándosele las sentinas, visiblemente cansado y lento, logró conectar un gancho en la barbilla que mandó a Buster a la lona. El árbitro contó muy despacio y el aspirante se levantó tambaleándose en el nueve. Tyson caminó para acabar allí mismo con la pelea, pero sonó la campana. Y Buster se recuperó.
Dos asaltos más tarde la oportunidad de Tyson había pasado. Exhausto y desesperado, no pudo contener el arrebato de golpes de Buster que lo puso boca arriba por primera vez en el suelo. Los fotógrafos se lanzaban al pie del cuadrilátero para captar la imagen del rostro del campeón caído. Era la imagen que nadie pensó que alguna vez vería. Mike se dio la vuelta, pero apenas podía sostenerse con las manos y las rodillas sobre la lona. Cuando al fin consiguió levantarse el árbitro lo abrazó para dar por terminada una época.