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Joan Laporta, en un partido del FC Barcelona esta temporada

Joan Laporta, en un partido del FC Barcelona esta temporadaEuropa Press

Un 'milagro' económico y el retorno a Montjuic: los vaivenes de Laporta para convencer al 'soci' de su gestión

Podrá gustar más o menos, pero hay que admitir que Joan Laporta es un maestro en lo suyo. Nos hemos cansado de recordarlo en El Debate, pero nunca está de más hacerlo otra vez. El actual presidente del FC Barcelona regresó al poder con promesas como renovar a Leo Messi y fichar a Erling Haaland. Ni la una ni la otra las cumplió, pero es más, es que en solo cinco meses perdió al astro argentino y se vio que la incorporación del noruego era un imposible.

Para la historia quedará el fatídico verano de 2021 en Can Barça donde perdieron a Messi, se quedaron sin Haaland (nunca estuvo cerca) y también se fue Griezmann regalado al Atlético de Madrid porque no podían pagarle. En su lugar se trajo a Luuk de Jong, un fichaje surrealista teniendo en cuenta la magnitud del Barcelona, pero al que curiosamente la afición le terminó cogiendo un cariño especial. Ahora bien, las promesas de Joan Laporta se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos.

En favor de Laporta hay que decir que encontró unas cuentas desastrosas. Josep Maria Bartomeu dejó el club en ruinas y al club azulgrana no le quedó más remedio que apretarse el cinturón y vivir una época oscura, deshaciéndose de grandes jugadores, bajando la masa salarial y tirando de cantera para suplir las bajas. Una apuesta que al principio se resumió en el «esto es lo que hay» de Gerard Piqué, pero que ha terminado saliendo razonablemente bien.

Tras la destitución de Ronald Koeman y la llegada de Xavi se activaron las famosas palancas para tener algo de dinero con el que fichar jugadores. Llegaron Koundé, Raphinha y Lewandowski y el equipo ganó la liga. Habrá que ver a qué precio en un futuro porque son demasiados los activos que hipotecó Joan Laporta. Después, al año siguiente no ganó nada y echó a Xavi y llegó Flick, que en su primer año conquistó el triplete nacional con un nuevo método y aprovechando la aparición de Lamine Yamal, un talento generacional y llamado a marcar una época.

Laporta busca la reelección

Hecho el resumen de lo que ha sido este mandato de Joan Laporta, que se lo han salvado las famosas palancas, el Consejo Superior de Deportes (CSD) y una magnífica hornada de canteranos, el presidente se ha puesto en modo electoralista (si es que alguna vez ha dejado de estarlo) y ha sacado a la palestra lo que, a su juicio, le va a hacer ganar las elecciones de marzo. Bien es cierto que no parece que haya un opositor real capaz de arrebatarle el poder, aunque por si acaso el abogado catalán, de 63 años, ya ha sacado sus bazas.

El Camp Nou, que hasta hace poco era la joya de la corona de este mandato, ahora ha resultado no ser tan importante y si se abriese hoy «ganarían menos dinero que en Montjuic». De ahí que lo que antes corría una prisa tremenda ahora ya no es tan importante y en el estadio Olímpico no se está tan mal. A saber cuando vuelve el Barça, pero la junta directiva busca que dé la sensación de que lo harán cuando quieran y consideren.

Estado actual de las obras del Camp Nou

Javier Borrego / AFP7 / Europa Press
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Estado actual de las obras del Camp NouEuropa Press

Por otro lado, el otro 'éxito' que quiere vender Laporta es la del 'milagro' de la recuperación económica. No fue casualidad que el club emitiese este martes un comunicado donde dejaban la crisis atrás. Tras los éxitos deportivos de la temporada pasada, que deberán seguir para que Laporta no sea cuestionado, ahora toca vender los de gestión. Ni están en la regla 1:1 ni son capaces de inscribir sin hacer malabares, pero da lo mismo, porque Laporta quiere convencer de que su trabajo es de sobresaliente.

Lo cierto es que ninguna de sus promesas electorales se han cumplido, siguen sin pisar el Camp Nou pese a que hizo un anuncio falso sobre el regreso, la situación económica continúa siendo ruinosa y no parece que vaya a cambiar de un día para otro. Aun así, Laporta ha ganado la batalla del discurso y tiene al soci contento sin haberles dado nada de lo que exigían.

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