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07 de mayo de 2024

Alicia Coronil es doctora por el CEU

Alicia Coronil es economista jefe de Singular Bank y doctora por el CEU

Diez economistas examinan a España (VI)

Alicia Coronil: «Miro con tristeza la falta de acuerdo entre los partidos para poner en valor nuestras fortalezas»

Piensa que todos nuestros gobernantes han tenido como error común la falta de visión a largo plazo

Alicia Coronil es economista jefe de Singular Bank y doctora en Economía por la Universidad San Pablo-CEU. Ha sido seleccionada como directiva de la iniciativa Women to Watch de PWC y es miembro de su Consejo Asesor.
–¿Cuál es la mayor virtud de la economía española?
–La capacidad de adaptación y de avanzar de los empresarios españoles. Es cierto que el tejido empresarial español se caracteriza por su reducido tamaño medio. Está configurado en un 99,4 % por micro y pequeñas empresas, pero desde la transición democrática las empresas de nuestro país han mostrado la facultad de innovar, de internacionalizarse y erigirse en compañías líderes en diversos sectores clave, creando grandes multinacionales que han posicionado la marca España y que han reflejado el progreso socioeconómico de nuestro país. Además, han sido un elemento esencial para superar las diferentes crisis económicas que hemos sufrido. Tras la crisis de 2009, sus esfuerzos para incrementar la competitividad impulsaron el peso de las exportaciones de un 22,7 % a aproximadamente un 34 % del PIB antes de la disrupción de la pandemia. Este elemento apuntaló la recuperación económica y aceleró la creación de empleo, junto a la reforma del mercado laboral. No obstante, es necesario crear un marco regulatorio, laboral y fiscal que impulse tanto la creación de nuevas empresas como su crecimiento con el objetivo de incrementar la productividad de la economía española. Todo ello unido a que podemos olvidar que las empresas medianas y grandes de nuestro país son igual o más competitivas que sus homólogas de Alemania, Francia y Reino Unido. Por todo ello, creo que las empresas tienen que estar más presentes en la hoja de ruta que debemos diseñar como país, que va más allá de lograr el éxito del desarrollo del plan de recuperación Next Generation UE.
–¿Cuál es su mayor pecado?
–La incapacidad de lograr una reforma de nuestro modelo educativo basada en el valor del esfuerzo, la asunción del riesgo, el conocimiento de idiomas, la corresponsabilidad con el Estado de Bienestar y el desarrollo de habilidades emprendedoras. Nuestro sistema de educación no sólo adolece de una formación que no se adapta a los conocimientos requeridos ante las transformaciones tecnológicas y sociales que vivimos, como son las carreras STEAM (ciencias, tecnología, ingeniería, matemáticas y arte), sino también de habilidades relacionadas con la empatía, el análisis crítico, la constancia y el trabajo en equipo. Todo ello se une a la necesidad de ampliar la formación en educación financiera y económica, basada en las prácticas tempranas en empresas, y una mejor orientación de los alumnos para reducir el abandono escolar. No hay mayor elemento que garantice la igualdad de oportunidades que la educación.
–¿Qué hicieron bien y mal en economía Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez?
–Personalmente, cuando miro atrás, creo que los mayores éxitos de todos los Gobiernos desde que iniciamos la transición han estado relacionados con las medidas y reformas que han permitido a España incorporarse a la UE, al euro, y las que han estado alineadas con las recomendaciones de la Comisión Europea, el FMI, la OCDE y el Banco de España.
Sin embargo, en todos ellos creo que hay un elemento que podríamos clasificar como error común, que es la incapacidad de diseñar y acordar con consenso un proyecto de país a largo plazo, con visión estratégica y que permita corregir los problemas estructurales que presenta España. Entre ellos, además de la educación, destacaría el paro, la economía sumergida y los problemas de déficit y deuda públicos, en su caso a raíz de la crisis de 2009. Al mismo tiempo, que logre crear un marco laboral, regulatorio y fiscal que ofrezca más seguridad jurídica e impulse la competitividad y la atracción de inversión extranjera.
Por ello miro con tristeza la falta de acuerdo entre los grandes partidos para poner en valor nuestras fortalezas, y para crear un nuevo periodo de prosperidad que garantice la sostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar y evite la fragmentación generacional. Los ciudadanos necesitamos ilusión hacia el futuro y elementos de vertebración para lograr conjuntamente metas que consideramos que promuevan el bienestar y la prosperidad común, como ocurre en los países nórdicos.
–¿Tiene arreglo lo del recibo de la luz o todas las soluciones que se indican pecan de populismo?
–Pienso que casi todo en la vida y en la economía tiene solución, pero para ello es necesaria una mayor negociación entre los partidos políticos y las empresas implicadas en el sector y con visión europea. Más allá de los problemas coyunturales que afrontamos ante la subida del gas natural, es importante abordar una reforma estructural con visión de largo plazo del sistema marginalista por bloques, y que asegure la seguridad del suministro.
–¿Por qué, década tras década, España tiene tan anómala tasa de paro, que no se corresponde con lo que se ve en las calles?
–Desde mi punto de vista, más allá de la situación del sistema educativo, hay dos razones. La primera es el peso de la economía sumergida, que en España antes de la crisis del coronavirus se situaba en torno a un 18 % del PIB, 7 puntos porcentuales por encima de la media de las principales economías de la Eurozona como Alemania, Francia, Portugal y otros países como Suecia. Este hecho se une a la ineficiencia de las políticas activas de empleo para impulsar la transición de los trabajadores en desempleo hacia nuevos puestos de trabajo y a la necesidad de un nuevo marco laboral que reduzca la dualidad del mercado laboral, que frena la movilidad geográfica, la productividad y la calidad del empleo, más allá de otras connotaciones sociales tan relevantes como el desarrollo del propio proyecto vital.
–¿Quién es el economista español que más admira y por qué?
–La verdad es que no podría quedarme sólo con uno. Son muchos a los que admiro y respeto. Mencionar solo a uno no sería justo porque me dejaría atrás a muchos de ellos. Mi admiración reside en nuestra vocación común de intentar desde el respeto y el debate buscar soluciones para lograr que España avance y construya un periodo de crecimiento económico marcada por la igualdad de oportunidades, y que todas las generaciones sientan que el futuro es prometedor.
–¿Cuándo estima que España empezará a dejar atrás con fuerza las heridas del covid?
–España previsiblemente recuperará los niveles de producción previos a la crisis a comienzos de 2023. Sin embargo, creo que no debemos centrarnos sólo en una fecha, sino a partir de ella en lograr que el crecimiento de nuestra economía sea sostenible e integrador. Es decir, que nos permita reducir el paro estructural y crear una senda de consolidación fiscal que no pase por una mayor presión fiscal, sino por una mayor eficiencia del gasto público y una adaptación del Estado de Bienestar a la realidad social y demográfica de nuestro país. Sólo se consigue con consenso, con colaboración público-privada y con reformas estructurales en línea con las recomendaciones de la Comisión Europea, el FMI y el Banco de España. En definitiva, más visión de largo plazo, global y aprendiendo de las buenas prácticas de los países que han logrado hacer frente a importantes retos socioeconómicos.
–La inflación ha vuelto, ¿debemos asustarnos?
–Las actuales tensiones inflacionistas, provocadas principalmente por la disrupción de las cadenas de suministro y el encarecimiento del transporte de mercancía y del coste de la energía, especialmente como estamos viendo de la electricidad, pueden provocar que parte de este incremento del nivel de precios sea estructural y que vayamos a un entorno de mayor inflación a corto y medio plazo. En este sentido, crece el número de empresas que señalan que se verán obligadas a trasladar este incremento de los costes de producción a precios finales. Este hecho tiene implicaciones importantes para la recuperación económica por sus consecuencias negativas sobre el sentimiento económico y la renta disponible, que pueden moderar el avance del PIB esperado y la creación de empleo.
En este sentido, podemos ir a un escenario en el que a largo plazo la inflación se consolide en niveles superiores a los previos a la pandemia, pero que deberían a largo plazo situarse en torno a los objetivos marcados por los principales bancos centrales. No debemos olvidar que los precios mostraban una tendencia a la baja impulsada por la globalización, la digitalización y el envejecimiento de la población, entre otros factores. No obstante, si queremos evitar las consecuencias negativas de la inflación, especialmente si esta viene explicada por factores de oferta, no cabe duda que la clave son nuevamente las reformas que permitan impulsar la productividad y competitividad de las economías.
–¿Somos buenos trabajadores los españoles?
–El talento español está lleno de virtudes que se reflejan en las historias de éxito y superación de nuestras empresas, con independencia de su tamaño, y también en nuestra cultura y arte. Tenemos una gran creatividad, flexibilidad y capacidad de adaptación. Por ello, pienso que necesitamos reformas y más realismo y pragmatismo a la hora de transmitirnos cuáles son nuestras fortalezas para superar los retos a los que debemos de hacer frente.
–¿Qué opina de que una vicepresidenta del Gobierno de España use el adjetivo «beneficios groseros» para referirse a los beneficios empresariales?
–No hay proyecto vital, ni empresarial, sin retorno y beneficio. El camino no está exento de momentos complicados, retos y superación, en los que no existe el retorno ni el beneficio. No hay prosperidad sin una buena educación, una buena calidad institucional y un tejido empresarial dinámico, innovador e internacionalizado. Trabajemos para lograrlo entre todos.
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