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20 de abril de 2024

josé manuel cansino

La natalidad se ha convertido en un término incómodo

Las cifras de nacimientos sólo son comparables con los registros de 1941, el inicio de la serie histórica oficial, coincidiendo además con los terribles efectos de la guerra sobre la población joven

Actualizada 04:30

No es principalmente una cuestión económica. La natalidad es escuálida tanto en familias acomodadas como en las que viven en la estrechez permanente. Para el caso de España ayuda a entender esta impugnación del binomio recursos económicos y natalidad la propia Familia Real. Sólo dos hijas y una posición económica más que desahogada.
El rechazo de la natalidad generosa viene a lomos del abrazo a la comodidad, de la prioridad del éxito profesional y, en esto sí, de una legislación que no ha logrado resolver que la maternidad acompañe el desarrollo de las empresas y de sus empleados. Desde luego se trata de un problema no sólo español. China se enfrenta también a la cancelación de la maternidad por su población más joven, aunque acaso no de momento con la gravedad que este problema tiene en España.
Los datos del INE son tozudos. Los últimos números del Movimiento natural de la población –la encuesta que se ocupa de este dato demográfico– determinan que durante 2021 la cifra de nacimientos se redujo un 1,3 % respecto al año anterior y el número medio de hijos por mujer sigue anclado en 1,19. El crecimiento vegetativo de la población residente presentó un saldo negativo de 113.023 personas. Naturalmente se puede argumentar que el pasado fue un año atípico por causa de la pandemia de la Covid19, pero las dudas se disipan si retrocedemos al año previo a la pandemia. En 2019 sólo salieron del paritorio 359.770 niños, un 3,5 % menos que el año anterior. Esta cifra sólo es comparable con los registros de 1941, el inicio de la serie histórica oficial, coincidiendo además con los terribles efectos de la guerra sobre la población joven.
La natalidad se ha convertido en un término incómodo incluso en ámbitos que han hecho de la misma una cuestión esencial. Por ejemplo, ¿cuándo vio el último anuncio de pañales? ¿Y de comida de niños? Ni siquiera las empresas que comercializan productos orientados a familias con hijos pequeños desarrollan campañas que puedan ser tildadas de «natalistas». Poco rastro puede hallarse en la Responsabilidad Social Corporativa de estas empresas más allá de las habituales menciones a la política de conciliación que, visto lo visto, es abiertamente insuficiente.
Permítanme otra pregunta. Si como quien suscribe participa en las Eucaristías dominicales, ¿cuándo fue la última vez que en misa de horario juvenil oyó una homilía con el foco puesto en la maternidad? A mí personalmente me llamó mucho la atención hace unos meses cuando visité un colegio religioso donde se celebraba una competición deportiva. Podían contemplarse los murales hechos por los alumnos a propósito del día de la mujer. En ellos se enfatizaban las aspiraciones más nobles. En ninguno de los murales encontré la palabra madre.
Asumido que el confort y la ambición profesional actúan como trabas eficaces para los nuevos niños, la gran inquietud que preocupa a nuestra sociedad es quién pagará nuestras pensiones. Técnicamente, un sistema de pensiones en su modalidad de reparto es insostenible sin relevo generacional. Su colapso está mucho más cercano en el tiempo que otras amenazas que hoy determinan la agenda de la mayor parte de gobiernos del mundo, pero la cuestión no se utilizará para concernir a los escolares ni dar notoriedad mediática a ninguna Greta natalista.
Vamos camino de ver a los pocos niños que nacen desde una perspectiva actuarial y propia de la matemática financiera. Así es. Hace unos años aún tenías la ocasión de oír a algún directivo de empresa gestora de planes de pensiones presumiendo de haber comprado un bono público con vencimiento a treinta o más años. Lograrlo garantizaba cumplir con sus clientes y cobrar las comisiones de gestión suficientes para pagar su sueldo y retribuir a los accionistas. No son pocos los que miran a los infantes como a bonos que van generando intereses acumulándose año a año hasta construir un monto suficiente para pagar su pensión. Los miran desde una posición cómoda pero con inquietud. La inquietud propia de quien no las tiene todas consigo. De quien quizá ahora se lamenta de haber hecho de la concepción de los hijos, un acto desagradable.
  • José Manuel Cansino es Catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla y académico de la Universidad Autónoma de Chile
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